Socializar el conocimiento, Adrián Paenza

Aaron Swartz: un prodigio que quiso socializar el conocimiento. Más desafiante para el sistema que Assange y Snowden.

Es muy posible que usted haya escuchado hablar o sepa quien es Edward Snowden (1), lo que hizo y por qué está refugiado en Rusia y no vive en su país de origen, Estados Unidos. Pero es muy poco probable que haya escuchado hablar de Aaron Swartz (2). Como me interesa (mucho) que lea el manifiesto que escribió en julio del año 2008, en Italia, sólo voy a escribir algunos detalles de su biografía. Para fijar las ideas: Aaron Swartz nació en Highland Park, una ciudad pequeña pero donde vive gente de muy alto poder adquisitivo, unos 30 kilómetros al norte de Chicago, en Estados Unidos. Nació el 8 de noviembre de 1986 y se suicidó el 11 de enero del 2013, con 26 años, en Brooklyn, uno de los barrios de New York.

Swartz fue una suerte de prodigio que quiso socializar el conocimiento. Programador (fue uno de los fundadores de la muy famosa Reddit), escritor y me cuesta un poco de trabajo definirlo como hacker, pero, en un momento determinado, aprovechando su extraordinaria capacidad en temas de computación, logró ingresar en la biblioteca digital del MIT (el Instituto de Tecnología de Massachusetts) y comenzó a bajar todos los archivos allí almacenados y los difundía públicamente. En algún sentido Swartz (3) fue el primero que habló, escribió y programó en lo que hoy conocemos como criptomonedas, criptografía, blockchain, bitcoins, ethereum, etc. 

El gobierno norteamericano ha perseguido históricamente no sólo a Snowden o a Julian Assange, sino que mucho antes, el target preferido fue Aaron Swartz y si me permite el atrevimiento, creo que les interesaba más capturar a Swartz que a Bin Laden. Finalmente fue arrestado el 6 de enero del año 2011 acusado de fraude electrónico, informático, y sobre todo por haber descargado publicaciones académicas para que después pudieran ser leídas por cualquier persona sin tener que pagar ningún tipo de derecho.

El FBI y los fiscales federales lo acusaron de tantos cargos que la pena que le correspondía era de un millón de dólares, pasar ¡35 años de prisión!, incautación de bienes, indemnización, y más.

Mientras se producía el juicio con múltiples apelaciones, Aaron Swartz se suicidó en un pequeño departamento en donde vivía en Brooklyn, pero los 26 años que vivió le alcanzaron para ser incluido por sus aportes extraordinarios en el Salón de la Fama de Internet en junio del año 2013. Ahora sí, con estos antecedentes brevísimos, le pido que no abandone y lea el manifiesto que publicó en el año 2008 con el título Guerilla Open Access (“La Guerrilla por el Acceso Gratuito”). Verá que vale la pena. 

El manifiesto de Aaron Swartz

“La información es poder. Pero como todo poder, hay quienes quieren quedárselo para sí mismos. Todo el patrimonio científico y cultural del mundo, publicado durante siglos en libros y revistas, está siendo cada vez más digitalizado y guardado por un puñado de empresas privadas.

¿Quiere leer los artículos que presentan los resultados más famosos de las ciencias?Deberá enviar cantidades enormes a editores como Reed Elsevier (4). Hay quienes luchan/luchamos por cambiar esto. El Movimiento de Acceso Abierto ha luchado valientemente para garantizar que los científicos no firmen sus derechos de autor, sino que se aseguren de que su trabajo se publique en Internet, en condiciones que permitan a cualquiera acceder a él.

Pero incluso en los mejores escenarios, su trabajo solo se aplicará a lo que se publique en el futuro. Todo (lo publicado) hasta ahora se habrá perdido. Ese es un precio demasiado alto a pagar.

– ¿Obligar a los académicos a pagar dinero para leer el trabajo de sus colegas?

– ¿Escaneando bibliotecas enteras pero solo permitiendo que la gente de Google las lea?– ¿Proporcionar artículos científicos a los de las universidades de élite del Primer Mundo, pero no a los niños del Sur Global?

Es indignante e inaceptable. ‘Estoy de acuerdo’, dicen muchos, ‘pero ¿qué podemos hacer? Las empresas poseen los derechos de autor, ganan enormes cantidades de dinero cobrando por el acceso, y es perfectamente legal; no hay nada que podamos hacer para detenerlos’.

Sin embargo, hay algo que podemos hacer, algo que ya se está haciendo: podemos contraatacar.

A aquellas personas con acceso a estos recursos (estudiantes, bibliotecarios, científicos) se les ha otorgado un privilegio. Si tú eres uno de ellos, tú tienes la oportunidad de alimentarte en este banquete de conocimiento mientras para el resto del mundo está bloqueado.

Pero no necesitas -de hecho, moralmente, no podrías- conservar este privilegio para vos mismo, únicamente para vos. Tienes el deber de compartirlo con el mundo. Lo que tienes que hacer es: intercambiar contraseñas con colegas, completar solicitudes de descarga para amigos.

Mientras tanto, los que han sido excluidos no deben quedarse de brazos cruzados. Hasta aquí, han estado escabulléndose por los agujeros y trepando vallas, liberando la información encerrada por los editores y compartiéndola con sus amigos. Pero toda esta acción transcurre en la oscuridad, escondida bajo tierra. Se llama robo o piratería, como si compartir una gran cantidad de conocimientos fuera el equivalente moral de saquear un barco y asesinar a su tripulación. Pero compartir no es inmoral, es un imperativo moral. Solo aquellos cegados por la codicia se negarían a permitir que un amigo hiciera una copia. Las grandes corporaciones, por supuesto, ellas están cegadas por la codicia.

Las leyes bajo las cuales operan así lo exigen: sus accionistas se rebelarían por algo mucho menor que esto. Y los políticos han sido comprados, aprobando leyes que les dan el poder exclusivo de decidir quién puede hacer copias.

No hay justicia en seguir leyes injustas. Es hora de salir a la luz y, en la gran tradición de la desobediencia civil, declarar nuestra oposición a este robo privado de la cultura pública. Necesitamos acceder a la información, esté almacenada donde sea, hacer nuestras copias y compartirlas con el mundo. Necesitamos tomar las cosas que no tienen derechos de autor y agregarlas al archivo. Necesitamos comprar bases de datos secretas y ponerlas en la Web. Necesitamos descargar revistas científicas y subirlas a redes de intercambio de archivos. Necesitamos luchar por Guerrilla Open Access.

Con suficientes de nosotros en todo el mundo, no solo enviaremos un mensaje contundente en contra de la privatización del conocimiento, sino que lo convertiremos en una cosa del pasado. ¿No te querés sumar?”  

Aaron Swartz, julio de 2008, Eremo, Italia (5)

(1) https://es.wikipedia.org/wiki/Edward_Snowden

(2https://es.wikipedia.org/wiki/Aaron_Swartz

(3) Este es el artículo sobre encriptación que el gobierno norteamericano no quería que fuera público. Ahora, obviamente, gracias a Aaron Swartz, ya lo es: https://groups.csail.mit.edu/mac/classes/6.805/articles/money/nsamint/nsamint.htm 

(4) Reed Elsevier: https://www.referenceforbusiness.com/history2/81/Reed-Elsevier-plc.html

(5) La vida de Aaron Swartz se puede ver en este documental: https://www.youtube.com/watch?v=M85UvH0TRPc&feature=youtu.be. En castellano: https://www.youtube.com/watch?v=mT8FJcIx3HI

Fuente: Adrián Paenza para www.pagina12.com.ar

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