Presencialidad escolar, Dani Friederich

l Programa “Escolarización. Perspectivas históricas, pedagógicas y políticas de la educación” reúne proyectos que abordan de manera interdisciplinaria discursos, contextos, sujetos, prácticas y saberes en torno a los procesos educacionales. Partiendo de la hipótesis de la existencia de una “cultura escolar” y una “gramática” de la formación, el Programa de Investigación común se encuentra en las indagaciones acerca de la configuración histórica, las tensiones, racionalidades y estrategias de intervención desplegadas en su devenir histórico en diálogo con las expresiones sociales emergentes y las nuevas demandas que adquieren una forma escolar específica, así como la capacidad de los sistemas formativos para producir ordenamientos, escenarios culturales y configuraciones de sujeto.

  Presencialidad escolar: Una mirada desde Nueva York Hace casi 16 años que vivo en EEUU, los últimos 11 en Nueva York. Hace más de dos décadas que trabajo en educación, y hace casi una década que además soy padre, hoy de un hijo en 4to. grado y una hija en sala de 4 años, ambos en escuela pública en Harlem. No creo que sea necesario explicar lo difícil que fue el último año, en el que a una pandemia como ninguna vivida por la población mundial, se le suma en este país una “pandemia racial” y un movimiento social casi sin precedentes. La ciudad de Nueva York (NYC) está, en varios sentidos, en el centro de la coyuntura, habiendo sido el primer epicentro de la pandemia, siendo una ciudad históricamente muy segregada, y a la vez con una larga trayectoria de movimientos progresistas de todo tipo. Sé que los que no conocen Nueva York creen que es una ciudad de recursos ilimitados, pero es un lugar con desigualdades muy profundas, poblaciones históricamente marginalizadas, y un serio desfinanciamiento educativo. El sistema escolar educa a más de un millón de alumnos, de los cuales casi el 73%1 está por debajo de la línea de pobreza. Como muchas otras grandes urbes, un viaje de 15 minutos en el subte puede llevar a uno de un barrio donde el precio promedio de un departamento de tres ambientes ronda los dos millones de dólares a un barrio con los mayores índices de pobreza del país. Desde acá, leyendo y conversando acerca de los debates acerca de la escuela en tiempos de pandemia en Argentina, y en particular en el AMBA, da la impresión de que lo que reina es el pensamiento binario: escuelas abiertas o cerradas, todos en casa o todos en la escuela, la/os chica/os o las y los docentes, amigos o enemigos. Todo o nada. Escribo este Papel de Coyuntura porque estoy convencido de que los binarismos nunca son productivos, y creo que compartir algunas de las lecciones que aprendimos (tanto de éxitos como de fracasos) puede abrir otro tipo de conversaciones. De ninguna manera diría que se trata de cortar y pegar soluciones; el contexto es siempre central a la hora de pensar políticas educativas. En NYC, el sistema presencial cerró a mediados de marzo 2020, y tuvimos que improvisar qué hacer como docentes, familias, estudiantes, y con la vida en general. La enorme mayoría de los docentes no estaban preparados para dar clases online, e hicieron lo mejor posible, mientras familias, amigos, y comunidades enteras lidiaban con casi 600 muertes diarias en abril. Así siguió hasta el fin del año escolar en junio (lo único presencial fueron centros escolares para hijos de bomberos, trabajadores de la salud, etc.). Durante el verano -julio y agosto- la pregunta acerca del nuevo año escolar involucró a investigadores, políticos y docentes2 . Llegado septiembre, ya sabíamos más, y la ciudad, en acuerdo con el gremio, decidió lo siguiente:  Dado que la tasa de contagio en educación temprana es mucho menor que en media, jardines y escuelas 1 https://www.schools.nyc.gov/about-us/reports/doe-data-at-a-glance 2 Recomiendo el artículo de mi colega Sarah Cohodes en The Atlantic: https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2020/07/better-fall-possible/613882/ primarias (sala de 3-5to grado) ofrecieron la opción de educación híbrida o a distancia. “Híbrida” es la combinación entre presencial y a distancia, teniendo en cuenta que con la distancia entre alumnos no se podía volver a clases de 25-30 chicos. Para algunos alumnos, esto significó día de por medio. Otros, sólo irían a la escuela un día por semana. Todas las familias tuvieron la oportunidad de elegir. A partir de 6to grado, todo a distancia. Las familias que eligen híbrida, pueden pasar a distancia en cualquier momento, pero las familias a distancia tienen “ventanas” cada par de meses para pasar a híbrida.  El área de educación especial también fue considerada prioritaria para la presencialidad, dado que muchos de esa/os alumna/os solo pueden acceder a los servicios necesarios estando en persona.  Los docentes pueden pedir permisos médicos para dar clases desde casa. Esto puede ser por salud personal o por estar a cargo del cuidado de familiares en riesgo. Por contrato, los docentes que enseñan en persona no lo hacen a distancia, y viceversa. Este es quizás uno de los desafíos principales: cada grado requiere tres docentes: uno presencial, uno para los días a distancia de los estudiantes híbridos, y uno para las familias que eligen educación a distancia. Acá se necesita flexibilidad: por ejemplo, si la docente de tecnología está en casa, puede encargarse de la educación a distancia de un grado, como pasó con uno de mis hijos. La clave está en la confianza en la comunidad escolar, entendiendo que todos están haciendo lo mejor posible.  El gremio acordó con la ciudad las reglas que llevarían a cerrar aulas y escuelas. Un caso en un aula lleva a pasar esa aula a no presencial por 10 días. Dos casos o más llevan a cerrar la escuela por 10 días. Otra clave necesaria: hisopado constante de docentes y alumnos, con resultados rápidos y comunicación efectiva. En un principio, el gremio también arregló cerrar el sistema si la tasa de positividad de la ciudad subía por encima de 5%. Esto tuvo que ir cambiando con el tiempo.  Para la educación a distancia, se prometió un tiempo mínimo de instrucción “en vivo” de acuerdo a la edad de los niños y la disponibilidad docente. Hace un mes que las y los estudiantes menores empezaron a ir a la escuela 5 días a la semana, a medida que las y los docentes fueron vacunados (el personal educativo formó parte del segundo grupo prioritario, luego de los trabajadores de la salud). También hace un mes los chicos más grandes pudieron optar por el modelo híbrido. No todo funcionó como se esperaba. Dada la historia y presencia de racismo estructural en esta sociedad, la población negra es más escéptica hacia la escuela como lugar de cuidado, por lo cual tendió a optar más por la educación a distancia. El tema de la conectividad, especialmente en las familias de menos recursos siempre fue un tema complicado. La ciudad distribuyó dispositivos y las empresas de telecomunicación ofrecieron conectividad gratis, pero siempre con desigualdad (especialmente para familias sin hogar permanente). En escuelas donde se había creado históricamente condiciones de confianza y comunidades de apoyo entre familias, docentes, y cuerpo directivo, el sistema funcionó, y a veces hasta incluso se fortaleció: clases de 12 niños, la libertad de no tener pruebas estandarizadas, y la contención de una comunidad que está pasando por un trauma colectivo de esta magnitud. En escuelas donde ya había clima de desconfianza, se profundizó ese clima también, culpando a sindicatos y propagando la idea de que a los y las docentes no les importan los chicos. Como siempre, la lección suele ser la misma: cuidar a docentes es cuidar a las y los estudiantes, y viceversa. Frases como “Con lxs chicxs, no” parten de un presupuesto de conflicto de intereses entre docentes y estudiantes que no ayuda para nada. Hay que siempre confiar en la escuela como lugar de lo común y lo colectivo. Una cuestión clave es que las y los docentes se sintieron cuidados por la ciudad, aún cuando algunas figuras políticas los proponían como “carne de cañón”. Con esto me refiero a que hasta el día de hoy es raro caminar por la calle y ver a transeúntes sin tapabocas. La red de subterráneos no parece ser un área de alto contagio, en parte porque no hemos bajado la guardia. Las niñas y los niños de edad escolar (sí, incluso a los 3 o 4 años) usan tapabocas, y las y los docentes se comprometen a pasar la mayor cantidad de tiempo posible al aire libre. Solo el tiempo dirá cuáles son los efectos de este año en las vidas de los chicos. En otras ciudades y estados del país, las escuelas abrieron como si nada, y la gente sigue muriendo. En algunas localidades, la escuela recién este mes reabrió sus puertas, y cuestiones como el acceso a la educación y el abuso doméstico que quedó sin reportar son muy preocupantes. Lo que sí me parece que es claro es que sea donde sea, el pensamiento del todo o nada lo único que logra es facilitar el discurso que opone a docentes y familias, y se puede constituir en uno de los ataques más fuertes hacia la educación pública que hemos vivido.   
  1 https://www.schools.nyc.gov/about-us/reports/doe-data-at-a-glance 2 Recomiendo el artículo de mi colega Sarah Cohodes en The Atlantic: https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2020/07/better-fall-possible/613882/

Fuente: http://idihcs.fahce.unlp.edu.ar/pephpp/wp-content/uploads/sites/25/2021/04/8-Papele

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