En los últimos años, en América Latina se hicieron muchos esfuerzos para que los niños y niñas estén en la escuela. Hoy está escolarizada una mayor proporción de jóvenes que en las generaciones previas. La tasa neta de matrícula en el nivel primario es prácticamente universal y en el nivel secundario se ha más que duplicado desde finales de la década de los 80.
En Argentina, sin embargo, la mejora ha sido más lenta que en otros países. Así, en años recientes el porcentaje de jóvenes que completó la educación secundaria se acercó al 60%, claramente por debajo de otros países como Chile y Perú y lejos del promedio de la OCDE.
Lo que resulta aún más grave es que en la mayoría de los casos, la mayor inserción escolar no fue acompañada por mejoras equivalentes en los aprendizajes. Muchos chicos van a la escuela, pero no aprenden. Y si no aprenden, no sólo se desaprovechan esfuerzos y oportunidades, sino que además se comete una injusticia. Por ejemplo, en las pruebas Aprender, recogidas en los últimos dos años en toda la Argentina, el 70% de los alumnos de quinto y sexto año (entre 17 y 19 años) no puede resolver problemas matemáticos sencillos y el 46% no comprende textos básicos. Sin aprendizaje, la educación deja de ser una herramienta útil para promover la movilidad intergeneracional y reducir la desigualdad. El reciente Informe sobre el Desarrollo Mundial 2018, Aprender para hacer realidad la promesa de la educación, elaborado por el Banco Mundial, analiza este fenómeno de “escolarización sin aprendizaje” y brinda algunas propuestas para abordar la crisis.
Para empezar, se debe medir el aprendizaje para que la sociedad como un todo entienda que atraviesa una crisis, y se movilice para solucionarla. Argentina está dando un paso muy importante al aplicar las pruebas Aprender censalmente cada año. Pero el país debe trabajar cada vez más para que los resultados de las pruebas sean más visibles para todos (funcionarios públicos, directores, maestros, padres y cualquier argentino), de modo que todos entendamos la magnitud del reto.
Los maestros tienen en sus manos una de las llaves para salir de esta crisis global de aprendizajes. Su responsabilidad es inmensa. Por ello necesitan recursos materiales y herramientas técnicas para poder inspirar a sus alumnos y llegar a resultados de aprendizaje satisfactorios, incluidas las competencias más complejas, como el pensamiento crítico y la habilidad de aprender por su cuenta; así como habilidades socioemocionales (por ejemplo, perseverancia, comunicación, creatividad, curiosidad).
Invertir más es una buena idea cuando hay una estrategia orientada al aprendizaje. Esto implica poner el acento en la formación docente, con políticas que estén basadas en evidencia. Argentina está trabajando en esto a través de la implementación de las pruebas Enseñar, que apuntan a mejorar la preparación de la próxima generación de maestros y profesores.
En contextos tan diferentes como Finlandia o Singapur, por ejemplo, la carrera docente incorpora a los más destacados graduados de la educación terciaria, a través de oportunidades concretas y atractivas de desarrollo profesional y apoyo constante para sus desempeños profesionales.
Al mismo tiempo, se precisan incentivos. No debe dar lo mismo ser un buen o mal docente. Hay demasiado en juego. En Perú, por ejemplo, se está avanzando en mejorar las condiciones salariales asociando las oportunidades de ingreso de la carrera y promoción en la misma a los resultados en evaluaciones de conocimiento pedagógico y de disciplina, el desempeño en el aula, y la formación y méritos.
Finalmente, la escuela tiene que volverse protagonista de este cambio, y ser capaz de tomar decisiones de manera autónoma. Para esto, debe acompañarse y capacitarse a directores en temas de gestión escolar. Eso ya se está iniciando en Argentina, pero no es una tarea fácil, ya que la escuela es una institución muy compleja de manejar. Hay que formar chicos con sus propias potencialidades, retos e intereses. Hay que lidiar con las expectativas de los padres. Y hay que gerenciar de manera efectiva el trabajo de los maestros, que son el eje fundamental del proceso educativo.
Alinear a todos los actores en torno al aprendizaje es posible si de verdad creemos que la educación genera más oportunidades para el desarrollo de los individuos y sus comunidades, y trae mayor bienestar social. Esta tarea es urgente en Argentina.
Fuente: Jaime Saavedra y Jesko Hentschel para https://www.bancomundial.org