viernes, abril 26, 2024
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Si no queres repetir el pasado, estúdialo, Baruj Spinoza

Baruch Spinoza, también conocido como BarujBentoBenitoBenedicto o Benedictus (de) Spinoza o Espinosa, según las distintas traducciones de su nombre, basadas en las hipótesis sobre su origen  (Ámsterdam1632La Haya1677) fue un filósofo neerlandés de origen sefardí hispanoportugués, heredero crítico del cartesianismo, considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII, junto con el francés René Descartes y el alemán Gottfried Leibniz. Fue criado en la comunidad judío-portuguesa de Ámsterdam. Desarrolló ideas muy controvertidas con respecto a la autenticidad de la Biblia hebrea y la naturaleza de la única divinidad. Las autoridades religiosas judías emitieron un cherem en su contra, lo que provocó que fuera expulsado y rechazado por la sociedad judía a los veinticuatro años (1656). Luego se radicó en La Haya, donde se dedicó a trabajar como pulidor de lentes.

En  1677 moría en La Haya Baruch Spinoza. Su obra fue uno de los más polémicos e influyentes proyectos de rebeldía, rechazo de todas las formas de trascendencia, confesional o metafísica, y reivindicación absoluta de la inmanencia. Había nacido en Ámsterdam el 24 de noviembre de 1632 y murió en La Haya el 21 de febrero de 1677. Procedía de una familia de judíos sefardíes inmigrantes de la península ibérica y fue educado en la comunidad judía de la ciudad holandesa en una época de considerable influencia del calvinismo. En su juventud leyó a algunos de los escolásticos españoles y las obras de la filosofía judía medieval. (EDICIÓN EXTRACTADA)

Pero en su formación entran también la lectura de Descartes y de Hobbes, cuya influencia se percibe respectivamente en lo que serían su ontología, su teoría del conocimiento y su teoría política. También se relacionó con algunos representantes de las heterodoxias judías españolas. Debido a esto último, en 1656, Spinoza fue expulsado de la comunidad judía ortodoxa y desterrado de la ciudad. Se tiene noticia de una Apología para justificarse de su abdicación de la sinagoga, escrita en español ese mismo año, que se ha perdido.
Después de la expulsión de la sinagoga Spinoza vivió primero en las afueras de Ámsterdam. Allí, para ganarse la vida, trabajó en el pulido de lentes para observaciones astronómicas y entró en relación con cristianos liberales también considerados heterodoxos. Para ellos o por la solicitud de estos librepensadores cristianos, entre los que tuvo varios discípulos, escribió Spinoza, hacia 1660, su primera obra conocida: un Tratado corto sobre Dios, el hombre y la salvación de su alma.
Este Tratado corto avanzaba, aunque con una forma distinta (en parte dialogada), algunas de las ideas centrales de lo que sería su Ética. Al parecer, se lo dictó a algún alumno discípulo y el Tratado corto quedó inconcluso. No se publicó en vida de Spinoza, aunque circularon copias entre sus allegados.
Al año siguiente, en 1661, Spinoza escribió otro tratado sobre la Reforma del entendimiento, que también dejó inacabado. En Reforma del entendimiento expone Spinoza su teoría del conocimiento y aborda la cuestión del método y sus reglas con una orientación deductivista y especulativa parecida a la de Descartes. Pero se ha dicho con razón que, a diferencia de Descartes, Spinoza era un moralista y estaba más interesado en las cuestiones de la moral o ético-políticas que en las cuestiones de la física y de las ciencias particulares a ésta conectadas en la época (fisiología, anatomía, etc.).
De hecho la Reforma del entendimiento arranca con una consideración sobre la necesidad de una vida nueva, en la que Spinoza, después de denunciar la búsqueda de riquezas, honores y placeres como fines en sí, defiende que si éstos son buscados sólo como medios y no rebasan cierta medida, riquezas, honores y placeres contribuyen a alcanzar el fin que uno se propone, a saber: el bien y la verdad acordes con esta “vida nueva”. Reforma del entendimiento significa para Spinoza “curarlo” y “purificarlo” para la búsqueda de la perfección humana.
Todas las ciencias particulares (desde la filosofía moral a la medicina, y desde la mecánica a ciencia de la educación) deben estar, pues, orientadas a la consecución de este único fin. De modo que de los placeres de la vida, sólo hay que tomar lo justo para conservar la salud; y en la búsqueda del dinero o de cualquier bien material, limitarse a lo estrictamente necesario para la conservación de la vida y la salud y para adaptarnos a los usos de la ciudad en todo aquello que no se oponga a nuestro fin.
En 1663, en Rijnsburg, Spinoza aceptó dar clases de filosofía a un joven estudiante de veinte años, pero al no considerarlo suficientemente maduro para la comprensión de su propio sistema, se dedicó a exponerle el sistema de Descartes. De ahí surgió la redacción de sus dos obras siguientes: Los principios de la filosofía de Descartes y Los Pensamientos metafísicos, dictadas al joven alumno con intereses teológicos y que fueron publicadas juntas, después de que el propio Spinoza corrigiera los apuntes del alumno, ese mismo año.
Aunque los Principios y los Pensamientos son formalmente una exposición, más geométrico, de las ideas principales de la metafísica y de la teoría del conocimiento de Descartes, en estas obras Spinoza aborda ya algunas debilidades de la filosofía cartesiana y adelanta su propio punto de vista al respecto. No lo hace de una forma declaradamente crítica sino al hilo de la exposición y discusión filosófica de objeciones que se le habían hecho a Descartes. La más importante de estas objeciones se refiere al carácter circular de la argumentación de Descartes sobre la certeza fundada en la existencia de Dios.
Spinoza sugiere en Los principios que no tenemos necesidad de buscar una garantía externa (trascendente) de la verdad de nuestros pensamientos, de manera que el fundamento de la ciencia no es la existencia de un Dios distinto de mí sino la presencia en mí de una idea del ser absoluto que yo no tendría si no fuera en cierto modo este mismo ser. Spinoza modifica la teoría cartesiana, cierto que para hacerla inatacable a las objeciones, pero al mismo tiempo está fundando así la teoría de la inmanencia.
Por entonces, y desde 1661, Spinoza tenía ya in mente la idea de exponer su doctrina sobre Dios según el método geométrico, que sería la primera parte de su Ética. Pero en 1663 se trasladó a Voorburg, muy cerca de la Haya, donde iba a vivir hasta 1670. En este período entró en contacto con varias personalidades influyentes de la época, como Christian Huygens o Jan de Witt y terminó la Ética. También tuvo una intensa actividad política en defensa de la república y se puso a escribir el Tratado teológico-político, cuya redacción simultaneó con la Ética.
Esta obra, en la que Spinoza expuso lo esencial de su pensamiento ontológico, gnoseológico, antropológico y moral estaba ya muy avanzada hacia 1665-1666, pero el filósofo iba a seguir retocándola durante años y no se publicaría hasta 1677, poco después de su muerte. En cambio, el Tratado teológico-político se publicó en 1670. Parece probado que Spinoza retrasó la conclusión de la Ética y luego su publicación debido a los ataques de que fue víctima cuando apareció el Tratado teológico-político, a partir del cual el spinozismo empezó a ser (y no sólo en los Países Bajos) sinónimo de “materialismo ateo”. Sin embargo, copias fragmentarias de la Ética circularon entre los amigos y discípulos en vida de Spinoza.
El Tratado teológico-político [1] fue la obra más importante de Spinoza que éste pudo publicar en vida. Pero apareció de forma anónima y con nombre de editor falso. Está considerada como una defensa de la libertad de pensamiento y de la tolerancia y algunos intérpretes la consideran también una apología de la democracia. En su trasfondo se ha querido ver la influencia de Maquiavelo y de Hobbes.
En el Tratado teológico-político Spinoza critica a la teología cuando esta trata de extender su poder fuera del ámbito que le es propio; se permite una lectura histórico-crítica de la Biblia para desde ahí elaborar una nueva teoría de lo político. La Biblia es parte de la Naturaleza y los hechos que narra desde la caída de Adán también, de manera que lo que hay que hacer es una lectura racional de la misma en la que se prescinde de lo sobrenatural [2]. A partir de ahí se puede fundar una separación clara entre el ámbito de la fe (que es el dominio de la teología) y el de la razón política, que será propio de la filosofía política. A la separación de teología y política en términos racionalistas corresponde también la separación entre piedad (correlato de la fe) y verdad (correlato de la razón).
La adhesión a lo que dice la Biblia es asunto de la fe en la revelación y esto aporta indudablemente enseñanzas como el amor al prójimo y el amor a Dios. Al negar la trascendencia y el carácter personal de Dios, la revelación tiene en Spinoza un papel fundamental. Pero la extensión de lo que se sabe a partir de ahí al ámbito de la política conduce a la intolerancia de los teólogos y al dogmatismo: lo que fue saber se convierte en mero poder con las iglesias institucionalizadas (católica, judía y protestante).
Spinoza mantiene que las iglesias deben renunciar a su pretensión de ejercer autoridad fuera de su dominio y someterse al poder civil, que es el único soberano. En ese caso la autoridad teológica se hace complementaria de la autoridad política y el Estado que es fuente de toda ley y de todo derecho, se hace realmente soberano.
Para mantener el Estado y para que los individuos obedezcan sus leyes es necesario que éste conceda a los individuos total libertad de pensamiento y expresión. Pues esta es la única forma en que el cuerpo político que los individuos se han dado a sí mismos, a través de un pacto o tratado para salir del estado primitivo, puede perdurar. Mediante ese pacto, y para su seguridad, los individuos han renunciado al derecho de actuar, legislar, ejercer la violencia, etc., pero no al derecho de pensar.
Si el estado suprime toda libertad entonces la obediencia de los individuos pierde su justificación y esto provocará una reacción violenta que destruirá al propio Estado. En esas condiciones, por tanto, el régimen más cercano a lo natural, y al mismo tiempo fundado en la razón, es la democracia, en la que el individuo dispone de libertad de pensamiento.
Las tres cosas juntas, o sea, la lectura racional de la Biblia a través de un análisis histórico-critico (que mina el poder de los teólogos), la afirmación de la libertad de pensamiento (fuera del ámbito de las iglesias institucionalizadas y como garantía frente a la tiranía estatal) y la defensa de la democracia (en la situación histórica de Europa, en 1670) motivaron gran escándalo, lo cual obligó a Spinoza a aumentar las cautelas en lo que hace a la difusión de la Ética.
De todas formas, al dar la primacía a la libertad de pensar Spinoza podía argumentar, y así lo hace realmente, que cualquier gobierno de régimen colectivo es aceptable si respeta la libertad de pensamiento y se mantiene en los límites de la razón. Esto último introduce cierta indefinición en el pensamiento político de Spinoza, particularmente a la hora de dilucidar qué sistema de gobierno aconsejaba. Este punto tampoco queda resuelto en Tratado político, su última obra, que estaba redactando meses antes de su muerte y quedó truncada justo cuando empezaba a tratar de la democracia.
En el Tratado político [3] Spinoza aborda un tema clásico. Dice nada más empezar el libro que se propone demostrar “de qué modo hay que construir una monarquía y una aristocracia para que no degeneren en tiranía y para que la paz y la libertad de los súbditos permanezcan intactas”. Y confiesa a continuación, después de criticar a filósofos y políticos y de subrayar que no hay asunto en el que la teoría discrepe tanto de la práctica, que “no pretende descubrir nada nuevo o inédito”.
De hecho el Tratado político se puede leer ahora como una continuación de la Ética, no publicada todavía pero a cuyas conclusiones (y a las del Tratado teológico-político) hace Spinoza numerosas referencias. Por otra parte, sus primeros capítulos traen a la memoria afirmaciones de Maquiavelo y de Hobbes, en particular sobre: 1) la dificultad de vivir lo político según la disciplina exclusiva de la razón; 2) la ilusión que supone tratar de fundar la seguridad del Estado en la buena fe; 3) la distinción entre virtudes privadas (fortaleza de ánimo) y virtudes públicas (la principal de las cuales es la seguridad del estado); 4) la importancia del pacto o contrato, en connivencia con la razón, para que pueda hablarse propiamente de esfera política o de res publica.
En la parte dedicada a la monarquía Spinoza critica abiertamente la monarquía absoluta y en ese contexto alaba de forma explícita a Maquiavelo, del que dice que fue “agudísimo”, “sagaz” y “gran amante de la libertad”. Interpreta la obra de Maquiavelo (contra otras opiniones muy extendidas en la época) en el sentido de que “ha querido demostrar que un pueblo libre sabe guardarse de confiar su salvación a un solo hombre”.


Fuente: Francisco Fernández Buey, filósofo comunista y ensayista español, reproducido en 

http://www.gracus.com.ar

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