“El proyecto busca evaluar el rendimiento y mejorar la obtención de harina de algarrobo blanco. La cosecha del fruto del algarrobo es una de las grandes tradiciones de las familias wichí en Formosa. Con la harina hacemos alfajores y budines, que no tienen gluten y pueden consumir los celíacos. La idea es ayudar a la gente para que pueda comer y comercializar una mayor cantidad de productos de mejor calidad.”
Así de simple, Miriam Gómez, de 17 años, resumió a Página/12 un trabajo arduo y a conciencia que comenzó hace varios años y que finalizó con una distinción internacional. En 2011, su escuela, en la localidad formoseña de El Quebracho, comenzó un proyecto para promover las prácticas profesionales de la institución que consistía en la forestización de la región, conocida por ser semiárida y con pocas lluvias, difícil para la producción agropecuaria. Junto a Cristian Medina, un compañero de cursada, los dos estudiantes wichí fueron distinguidos por la Organización de Estados Americanos (OEA) en la Feria Internacional de Ciencias Intel-Isef, que se desarrolló en Los Angeles, Estados Unidos. El reconocimiento tiene la intención de identificar y hacer visible cómo los talentos jóvenes desarrollan ideas que pueden ayudar a solucionar problemas regionales.
Miriam y Cristian pertenecen a la Escuela Agrotécnica Nº 10, un pequeño secundario público de orientación técnica, integrado por 70 alumnos. Su proyecto se había destacado antes en la Feria Nacional de Ciencias 2013, realizado en Mendoza. Esta distinción les valió que fueran seleccionados por el Ministerio de Educación de la Nación para participar del certamen internacional.
La joven, quien cursa actualmente 6º año, comentó que “proponemos cambios en el proceso productivo de la harina. En la etapa de cosecha, colocamos mallas de media sombra debajo de las copas de los árboles para que los frutos del algarrobo no lleguen al suelo y se contaminen. Al momento del secado, la costumbre suele ser dejarlos al sol. Nosotros pensamos que esto se haga en una estructura rectangular cerrada, con cuatro bastidores donde entran 10 kilos de fruta, una cantidad mayor a la que se maneja habitualmente”.
“Las familias suelen desconocer el alcance de sus cosechas. Por eso también hicimos mediciones para conocer la cantidad de frutos que producen los árboles y estudiamos el rendimiento de estos frutos”, señaló Miriam. La estudiante sostuvo que esta optimización no sólo favorece la economía de los trabajadores sino también el cuidado del medio ambiente.
El proyecto estuvo coordinado por la docente de la materia Producción Vegetal, Natalia Lupia. La profesora dijo a este diario que “el reconocimiento se dio de forma natural. Desde la escuela coordinamos actividades prácticas que atiendan los problemas de los vecinos. Esta zona se caracteriza por la cría de ganado caprino y vacuno, y la producción agropecuaria resultado de la forestización. Es difícil. El año pasado, por ejemplo, tuvimos la mayor sequía en la ciudad”.
“A los chicos les encanta. Con la escuela trabajamos 22 hectáreas en un monte, donde abrimos caminos y cada siete metros ponemos plantines de algarrobo o chauchas que nosotros mismos cultivamos. También, gracias a la ayuda de una ONG, trajimos desde Brasil un molino para moler los frutos. Lla molienda se hace con mortero. El resto de los gastos por los bastidores del secadero o los alambres para atar las medias sombras los financiamos los docentes”, explicó Lupia, quien también es ingeniera forestal.
La Feria Internacional de Ciencias Intel-Isef es una de las competencias de ciencias preuniversitaria más grande del mundo. Anualmente participan para exponer sus investigaciones independientes más de 1700 jóvenes, de 3º a 6º año del nivel secundario, de unos 70 países. La OEA reconoce a los alumnos y a sus maestros/mentores su contribución al desarrollo integral de la región en la fase inicial de sus carreras académicas y profesionales.
De los millares de trabajos que participaron, sólo 1015 fueron de América y, entre ellos, los evaluadores seleccionaron a 50 que respondían a sus criterios. Finalmente eligieron a los seis mejores, uno de los cuales resultó ser el de los chicos argentinos.
“Esta es otra experiencia que evidencia que la estigmatización que se suele hacer de los jóvenes argentinos no coincide con la realidad. Hay reservas insospechadas en las escuelas públicas argentinas. Ustedes son la exposición y la muestra del esfuerzo, la dedicación, el compromiso; y de la excelencia de la escuela pública, que puede preparar a los alumnos con los más altos niveles”, destacó el ministro de Educación, Alberto Sileoni, al recibir a los chicos premiados.
Lupia contó que “ahora estamos probando un tratamiento experimental donde les ponemos distintos geles a las plantas y probamos distintos tipos de riegos para mejorar su resistencia al clima. También vamos a hacer un taller para comentarle a la gente lo que hacemos. Queremos que ellos mismos puedan hacerlo”. Con la misma conciencia social, Miriam confesó que “mi idea es seguir estudiando. Me gustaría ser ingeniera y seguir trabajando en proyectos para poder ayudar a toda la sociedad”.
Fuente: Gonzalo Olaberría para www.pagina12.com.ar