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La noche de los bastones largos

6 - docentesSergio Morero, el veterano periodista recuerda que fue el único cronista que cubrió la toma de la facultad de Ciencias Exactas el 29 de julio de 1966 y afirma que fue el autor del titular en Primera Plana que pasó a la historia argentina. Y, efectivamente, con ese concepto se recuerda uno los estigmas del régimen del general Juan Carlos Onganía. La obra editada por Nuevo Hacer fue la más vendida en 2003 y tuvo varias reediciones. Hoy sigue siendo un libro de de consulta imprescindible.

“No me olvido más. Yo, escondido en la boca del subterráneo E, miraba cómo salían profesores y alumnos de la facultad, todos chorreando sangre. Y veía a la Guardia de Infantería de la Policía Federal que pegaba con esos bastones largos que usaban por aquella época”, afirma el periodista Sergio Morero, al describir la imagen lúgubre que tiene de la llamada “Noche de los bastones largos”, cuando él trabajaba en la revista Primera Plana.

Para ese entonces, Morero tenía 31 años y hacía “desde los cinco que era un hombre”. “Mi mamá se fue de casa cuando ya no me hacia caca ni me volcaba la sopa. Esa bronca me duró nada más 50 años”, ironiza y continúa: “Una noche soñé con ella y me desperté pensando: ‘Pobre mujer, ¡cómo habrá sufrido al dejar a un chiquilín!’, y la perdoné”, confiesa.

Cuando terminó el primer año de la secundaria, Morero dejó las sierras de Córdoba y vino a Buenos Aires “a conquistar la gran urbe”. De los 15 a los 22, hizo de todo para mantenerse: trabajó en la carnicería de su padre, en una ferretería, en una pinturería y fue cadete de oficina, hasta que consiguió convertirse en peón en los talleres de la editorial Emilio Ramírez. Por esos años, la pésima experiencia que tuvo como estudiante de violín durante su adolescencia no lo hizo imaginar que años más tarde, en 1977, formaría su propio conjunto de flauta: Concertino.

En su hogar, desde chico le inculcaron el gusto por la lectura, la música, el arte y las políticas progresistas. “Mi mamá era anarquista y yo también. Siempre estuve del lado de los humildes y los desprotegidos”, cuenta. Exigente desde chiquito, Morero era un niño al que le gustaba mucho estudiar. Sin embargo, sus dos vocaciones –la de periodista y la de flautista- no las descubrió hasta los 22 años. “Aparecieron de repente, casi en simultáneo. La vocación periodística tiene que ver con mi interés por el otro. Eso de contarle al otro lo que yo sé. Y con la música pasa lo mismo. Las partituras necesitan de un intérprete que sea el mediador entre el compositor y el auditorio”.

Para 1966, ya estaba trabajando en Primera Plana, donde “aprendió todo lo que sabe de periodismo”. Por ese entonces, el sistema universitario argentino atravesaba un acelerado proceso de desarrollo. Pero la noche del 29 de junio significó un verdadero stop a esa expansión, cuando la dictadura de Juan Carlos Onganía intervino las universidades nacionales y desalojó a bastonazos la sede de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, en Perú 222 –a una cuadra de la redacción.
Aquella fatídica noche de invierno, Morero, que escribía una columna sobre universidades todas las semanas, tuvo que cubrir una reunión del Consejo Superior en Exactas, luego de que el ministro del Interior comunicara que la facultad pasaba a depender de su cartera. “El rector no se dignó a contestar y yo fui a la redacción, que quedaba a una cuadra”, afirma. Pero al terminar de escribir su nota, ya se oían gritos y ruido de sirenas y Morero volvió a la facultad a ver qué pasaba.

“Alumnos y profesores habían tomado la facultad. La policía decía que estaban armados, pero era mentira…si estaban en asamblea”, afirma. Y enseguida, la violencia. Los uniformados, que ya habían exigido desalojar el edificio, comenzaron a romper las puertas y los vidrios al grito de “Salgan comunistas de mierda, judíos hijos de puta”, cuenta Morero. Y aclara: “Para ellos eran sinónimos”.

Cuando la Policía logró entrar, Morero mostró su credencial de periodista y se dirigió al patio central. Mientras en medio de una lluvia de gases lacrimógenos, los alumnos eran puestos contra las paredes, llevados a las aulas y golpeados a palazos, Morero seguía su camino hasta que un oficial le preguntó qué estaba haciendo ahí. “Rajá de acá, pendejo de mierda”, le exigió. Temblando, aquel joven “muerto de miedo” salió y se escondió en el subte, hasta que decidió volver a la redacción donde lo mimaron con un café negro. Y fue ahí que, según cuenta, nació el titular periodístico que después pasó a la historia argentina. “Llamé a dos redactores y les dije: ‘A mí me hizo acordar a los cuchillos largos de las S.S., pero esta vez con bastones largos”. Y así, la toma de la sede de Ciencias Exactas ya tenía nombre propio: “La noche de los bastones largos”.

Morero destaca que esa noche “no había ningún otro periodista” y que entrevistó a todos los que estaban afuera de la Universidad. “Conseguí una información fenomenal y me empezaron a llamar de todas las radios, porque el título es mío. Con el correr de las semanas, los universitarios se disputaban la revista”, asegura Morero.

Fuente: www.elarcadigital.com.ar

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