jueves, marzo 28, 2024
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La memoria afectiva de Fernando Savater

Tras cuatro años de silencio y duelo, el filósofo publica ‘La peor parte. Memorias de amor’ como homenaje a su mujer, Sara Torres. Este español marcó a varias generaciones con su aporte literario a la educación a través, entre otros libros, de «Ética para Amador» (su hijo) y «El valor de educar».

Cuando Sara Torres, su compañera de los últimos treinta y cinco años, murió tras tres meses atroces por culpa del cáncer, pensó Savater (San Sebastián, 1947) que no volvería a escribir jamás. Le faltaba “su” lectora, pero al poco tiempo comprendió que solo otro libro, el último, podría hacerle justicia. Se titula La peor parte. Memorias de amor (Ariel), y acaba de ver la luz tras cuatro años y medio en los que el filósofo ha vertido con una sinceridad y un dolor abrumadores los “recuerdos agridulces de un amor feliz”.

“Yo lo escribí como la última cosa que podía hacer por ella”, explica. ”Porque todo lo que yo hacía era para ella, todo: siempre pensaba ‘este sitio va a ser bonito para ella, esta película le va a divertir, este libro…’ Y eso me ha mantenido cuatro años con la impresión de que todavía estaba haciendo algo para ella. Así que sí, lo he escrito intentando darle gusto y creo que lo hubiera disfrutado como lo que es, como un homenaje y no como una traición a nuestra intimidad”.

Pregunta. ¿No teme que lo acusen de cierto narcisismo doliente?

Respuesta. En absoluto, porque el libro no trata de mí, no soy tan egocéntrico como para creer que el que yo esté sufriendo pueda interesar a la humanidad. Yo lo que quiero es ayudar a revelarla a quien no la conoció, ayudar a recordarla a quienes sí la conocieron y de alguna manera inmortalizarla un poco, explicar por qué ella merecía la pena. Mi dolor va por otro lado, pero como he escrito tanto sobre la alegría me pareció honrado, cuando la he perdido, explicar también por qué, recordar que la vida es estupenda pero frágil.

Comenta el filósofo, agotado tras horas de entrevistas en las que no ha dejado de remover recuerdos y ausencias, que el libro también le ha servido para descubrir, con el Faulkner de Las palmeras salvajes, que entre la pena y la nada, prefiere la pena, y que no querer vivir no implica querer morir… “Yo te confieso que eso me sorprendió, porque tenía la impresión ingenua de que las ganas de vivir y las de morir eran como vasos comunicantes, de manera que cuando bajaban unas subían las otras, pero no, mis ganas de vivir han disminuido drásticamente pero las de morir siguen igual de bajas que siempre. Y eso a pesar de comprender que el mundo ha cambiado para siempre, porque, como decía Wittgenstein, el mundo del hombre triste no es el mismo del hombre alegre, y el mío ha cambiado ya para siempre”, destaca.

«Como decía Prevert, reconocí la alegría por el ruido que hizo al marcharse. Además, a Sara le gustaba mucho este poeta francés»

P. Quizá por eso, una de las claves del libro sea una cita de Prevert que repite a lo largo del libro: “Reconocí la alegría por el ruido que hizo al marcharse”

R. Desde luego. Es que a Sara le gustaba muchísimo Prevert. Al principio, cuando nos conocíamos, me mandaba muchos poemas de Prevert, al que yo no había leído antes.

P. ¿Qué precio tuvo que pagar ella, a la que llamaba «Pelo Cohete», por su desvinculación con ETA, y por su relación con usted y con Basta Ya? ¿No fue, a fin de cuentas, otra víctima del terrorismo, de la violencia abertzale?

R. Por supuesto. Ella daba clases de Estética en la Universidad del País Vasco, en euskera, y estaba metida en todo. Era muy decidida y no se ocultaba, hablaba abiertamente de lo que pensaba, así que cuando nos dijeron que no podían garantizar su seguridad, tuvo que dejar de dar sus clases, porque no podía dejar que la matasen allí. Incluso tuvo que renunciar a la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián, que había impulsado decisivamente. Sí, poco a poco la fueron arrinconando, y ella fue perdiendo también la ilusión, en parte desencantada por mucho silencio cómplice.

P. ¿Con qué consecuencias?

R. Renunciar a todo lo que amaba, a las clases, a la Semana de Cine Fantástico, la traumatizó y quizá colaboró un poco a su muerte. Todos los médicos me lo han negado, pero yo estoy convencido de que le afectó mucho, y muy profundamente, y que contribuyó a que enfermara tan seriamente una persona que era el símbolo de la salud, que hacía todo el ejercicio del mundo, que no fumaba, que solo tomaba fruta, que no bebía, que era fuerte… Yo siempre le decía en broma que no tenía peligro de que me acusaran de violencia doméstica porque todo el mundo sabía que ella era más fuerte que yo, y que si alguien zurraba a alguien en nuestra familia, tendría que ser ella, ja, ja, ja …

P. ¿No cree que el mundo del cine le debe un homenaje, al menos la Semana de Cine Fantásticoy de Terror de San Sebastián?

R. Siempre lo he creído, y así lo ha entendido Rebordinos, que va a presentar el libro y que era buen amigo suyo. Le deben ese homenaje sobre todo los responsables de la Semana, que fue un invento de ella de arriba abajo. Tuvo otros apoyos, pero nosotros teníamos en casa a Santiago Segura, a Álex de la Iglesia… Todos se refugiaban en casa porque hacían un tipo de cine que en otros sitios no gustaba y ella en cambio lo apoyaba. Recuerdo que Robert Englund, el protagonista de Pesadilla en Elm Street, se nos metió en casa y se quedó tan enamorado de todo lo que coleccionamos de cine de terror y de serie B que no había manera de mandarlo de vuelta a su hotel, sólo decía que nuestros tesoros entusiasmarían a Tim Burton…

P. La peor parte es un libro incómodo que no duda en denunciar la “nociva imbecilidad de muchos intelectuales de izquierda con el nacionalismo”. ¿Le van a perdonar que hable de avestrucismo y de complicidades?

«Ahora todos dicen que estaban contra la violencia etarra, pero en las manifestaciones de Basta YA sólo éramos 500, no 500.000»

R. La gente que se ha portado de manera cobarde no quiere que se recuerden las cosas como fueron. Ahora todos intentan apuntarse y dicen que estaban muy en contra de la violencia terrorista, pero si hubiera sido verdad, en las manifestaciones nuestras en vez de 500 personas hubiéramos estado 500.000. ¿Qué quiere? La gente procura maquillar su pasado, que parezca que ellos también eran luchadores por la libertad cuando lo único que hicieron fue esconderse bajo la cama esperando a ver quién ganaba. Porque hay una cosa muy clara: que en el País Vasco abunda la miseria política y moral está claro porque los que pusieron más muertos allí, que fueron los del Partido Popular y tal, no tienen ni un solo voto. Será por algunos errores que han cometido allí los políticos pero sobre todo porque en el País Vasco la gente se va a los que ganan, el elemento político es el “viva quien vence”. Y esos son los nacionalistas, que son los que parecen que van a garantizar nuestros privilegios frente al resto de España.

P. En ese sentido ha sido muy valiosa la denuncia que hace Patria, de Fernando Aramburu, pero quizá más aún su anterior libro de cuentos sobre el terrorismo vasco, Los peces de la amargura…

R. Sí, más todavía. La novela está muy bien, pero los que estuvimos allí y lo sufrimos sabemos tanto del asunto que en cada página podíamos intuir la siguiente. En cambio, Los peces de la amargura son perfectos porque retratan de lo que verdaderamente estaba pasando, y lo que cuentan es el miedo de la gente, no el heroísmo sino el avestrucismo, la conveniencia de no significarse, el miedo a ser señalado…

Asegura Savater que no le ha sorprendido demasiado el blanqueamiento de Bildu en Navarra y que fue Sara Torres precisamente una de las pioneras en denunciar lo que iba a ocurrir. “En aquella época –recuerda-, mientras se consideraba que Navarra no era importante en lo que los nacionalistas llamaban ‘el problema vasco’, Sara denunciaba que era fundamental porque Navarra daba verosimilitud territorial a lo de la independencia, y que esa era la verdadera ambición de ETA pero también del PNV. En el libro cuento cuando fuimos a ver a Margarita Robles, que entonces era Secretaria de Estado de Seguridad, y mano derecha del ministro Belloch, y le parecía que hablar de Navarra era una pérdida de tiempo”.

P. Nos descubre en el libro también que «Pelo Cohete» fue una figura clave en Basta Ya.

R. Sí, porque además me ponía en marcha a mí, y siempre tenía idea increíbles. Además, se llevaba muy bien con María San Gil, con Rosa Díez, con Vanesa Gómez, daba clases de euskera a gentes del PP, y trabajaba con Maite Pagaza… De hecho, cuando atentaron contra Joseba Pagazaurtundúa, estuvieron ellas solas acompañándole mientras moría, y no dejaron pasar a nadie, tampoco a mí, porque sabían que soy muy llorón.

P. Así que no le habría gustado esa suerte de borrón del pasado y cuenta nueva que algunos pretenden hacer con ETA y los terroristas…

R. Desde luego, eso sí que le hubiera molestado. ¿Cómo que borrón, y cuenta nueva, cómo que es otro tiempo? ¿Sólo porque lo dice usted?

P. Se anuncian nuevas elecciones generales. ¿Tenemos la clase política que nos merecemos?

R. Espero que no. Eso me recuerda lo de Cela cuando decía que tenemos un rey que no nos lo merecemos, y yo pensaba que si acaso lo que nos merecíamos era a Calígula (risas). Es verdad que la clase política somos nosotros,  y que  somos culpables porque estamos votando a los peores, pero quiero pensar que el país se merece algo mejor, y que si alguna vez la educación cívica funciona elegiremos mejor.

«Estamos votando a los peores políticos, somos responsables, pero quiero pensar que el país se merece algo mejor»

P. ¿Realmente estamos ante su último libro? ¿No le dedicará a “Pelo Cohete” un último homenaje publicando El libro de los monstruos que habían soñado realizar juntos, sobre sus héroes cinematográficos favoritos?

R. No, no, ese libro dependía de ella totalmente, era la más cinéfila, e iba a ser sobre todo un libro artístico. Lo que queríamos era que mi hermano Juan Carlos, que es pintor, hiciera una especie de dioramas para los monstruos, sacarle ella las fotos y poner yo unas tres o cuatro líneas, medio poéticas, medio en broma, pero lo dejamos para más adelante y ya se sabe, no conviene dejar nada para más adelante porque no somos dueños del porvenir… En realidad lo mejor de ese libro fantasma es que le sirvió de distracción mientras estuvimos en Baltimore, con un durísimo tratamiento contra el cáncer en el cerebro. Esos tres meses espantosos hubieran sido más horribles aún sin el aliciente de recorrer la ciudad buscando documentación para el libro tras las huellas de Poe … Allí fue donde la ví reir por última vez…

P. Y ahora, ¿qué?

R. Ahora nada. Ya solo tengo pasado y recuerdos y rutina de supervivencia: los libros, los caballos, las películas, pero nunca he sido de muchos amigos, ni de muchas fiestas, lo hacíamos todo solos, nos teníamos el uno al otro y no necesitábamos nada más. Ahora, San Sebastián me arropa.

FUENTE: NURIA AZANCOT PARA HTTPS://ELCULTURAL.COM/

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