Karl Theodor Jaspers (Oldemburgo, 1883–Basilea, 1969) fue un psiquiatra y filósofo alemán, de familia noble, que tuvo una fuerte influencia en la teología, en la psiquiatría y en la filosofía moderna. Fue un referente en la reconstrucción alemana.
Reconocido como uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, Karl Jaspers (1883-1969) legó obras fundamentales para entender nuestro tiempo. A pesar de su formación en derecho, medicina y psicología (adquirida a lo largo y ancho de toda Alemania: Heidelberg, Berlín, Múnich o Gotinga), muy pronto se convirtió en uno de los máximos exponentes del pensamiento existencialista, si bien él mismo renegó en más de una ocasión de tal adscripción.
Tras algunas exitosas incursiones en la docencia después de doctorarse con el trabajo Nostalgia y crimen, en 1937 es destituido de su cargo como profesor de filosofía por el gobierno nazi a causa de su matrimonio con Gertrud Mayer (de origen judío). Todas sus obras publicadas hasta la fecha fueron retiradas del mercado y públicamente condenadas. Después de años difíciles e itinerantes (1930-1945), en 1948 acepta una plaza en la Universidad de Basilea (Suiza).
Aunque la vocación de Jaspers fue indiscutiblemente docente, también es cierto que experimentó una profunda aversión hacia la filosofía estrictamente académica, la “filosofía de despachos”, enredada en estériles debates entre especialistas que se olvidan de que lo fundamental es cambiar el mundo, ofrecer reflexiones útiles que permitan crear pensamiento vivo, y no anquilosarlo ni petrificarlo en inútiles fórmulas. El objetivo prioritario de Jaspers fue el de elaborar una suerte de “fe filosófica” que aunara, por partes iguales, verdad y razón, desarrollando para ello una monumental teoría de la historia universal que quedó plasmada en su inmortal obra Origen y meta de la historia (Vom Ursprung und Ziel der Geschichte), reeditada con mano experta por Acantilado en la clásica traducción de Fernando Vela.
La meta de Jaspers, como indica en el prólogo de este libro, es la de situar al ser humano en el momento histórico en el que estamos, en nuestro presente: “Mi libro quisiera contribuir a elevar nuestra conciencia del presente”, explica el autor alemán, un presente que, por una parte, “está henchido del fondo histórico que en nosotros se actualiza”, y que por otro se encuentra “penetrado por el futuro”. Ambas facetas del tiempo, pasado y futuro, no pueden sino contemplarse desde la asunción del aquí y ahora. Seres del límite, seres en el límite, cuyo horizonte es el futuro, cuyo pasado es el –en ocasiones pesado– recuerdo, pero cuyo pedestal desde el que todo se observa es el puro presente. Y se propone una titánica tarea:
Pero este henchido presente hinca su ancla en el eterno origen. Arribar mediante la historia más allá de la historia, a lo trascendente, que nos envuelve, es lo último que el pensamiento no puede alcanzar, pero que siempre ha de procurar rozar.
Jaspers y su esposa Gertrud Mayer en su casa de Basilea (1968)
Origen y meta de la historia es un clásico muy vivo. Una proeza intelectual que sabe conjugar filosofía, antropología, psicología, historia y literatura, que enseña y conmueve, que escruta y esclarece. Uno de los más imprescindibles textos para comprender el devenir del pasado siglo y para entender cómo hemos llegado a ser lo que somos. No en vano sentenció Hannah Arendt que Jaspers es “el mejor maestro de todos los tiempos”. Su vasto conocimiento le hizo transitar desde las ciencias positivas a la filosofía, y le convirtió en un sabio en sentido griego, en un guía casi espiritual que escribió numerosas y extensas obras pero que siempre tuvo clara la verdadera misión de la filosofía: hacer(se) consciencia de los problemas que como humanos más nos repercuten. En definitiva, reflexionar e invitar a reflexionar sobre la vida en todas sus formas.
Nadie como él supo diagnosticar, con permiso de la propia Arendt, los males endémicos del XX, ni tampoco nadie se ocupó –ni se atrevió a ocuparse– con tanta intensidad, hondura e implicación moral sobre la responsabilidad de la Alemania de la Segunda Guerra Mundial, sobre los problemas históricos, políticos, jurídicos y económicos que Europa y el mundo debían afrontar y, ante todo, sobre el análisis y la defensa de la libertad. En este sentido, la historia y su estudio son, a juicio de Jaspers, el terreno donde esa libertad puede ser ganada o perdida para siempre.
¿Qué significa para nosotros una concepción de la historia universal? Si queremos comprender la historia como un todo es para comprendernos a nosotros mismos. Para nosotros historia es el recuerdo, no sólo para conocerlo, sino para vivir en él. La historia es el fundamento ya asentado al cual quedamos vinculados cuando no queremos disolvernos en nada, sino que aspiramos a participar en el ser del hombre.
Y concluye Jaspers con una maravillosa cita digna de guardar en la memoria:
Pues no somos la divinidad que juzga, sino hombres que abren su sentido para participar en lo histórico, en aquello que cuanto más lo concebimos tanto más sorprendidos seguimos buscando.
La historia no es sólo puro acontecer, un pasar del tiempo y de los sucesos, sino también y sobre todo consciencia de ese acontecer, “es historia y saber de la historia”. La masa se define precisamente porque es “inarticulada, sin conciencia de sí misma, uniforme y cuantitativa, sin casta y sin tradición, desarraigada de su suelo, vacía”. La masa se deja dominar por la propaganda, por los eslóganes de turno, por el político progre, por el consumismo. La masa surge, aduce Jaspers, allí donde el ser humano no posee un mundo propio, es decir, confeccionado por él mismo. Los individuos de una masa son todos canjeables entre sí, intercambiables, y de ahí –asegura con duras palabras– “el angostamiento del horizonte, el vivir a corto plazo y sin memoria efectiva, la compulsión del trabajo sin sentido, la distracción en la disipación de las horas libres, la excitación nerviosa como vida, el engaño con apariencia de amor, lealtad, confianza”.
Somos, más que nunca, vulnerables, sentimos una terrible impotencia en tanto que esa masa parece cobrar una voluntad propia. Nos han hecho creer que el poder de los muchos es superior a la entrega y al sacrificio de la individualidad. Pero esto no puede suceder, pues la masa es siempre anónima, y sólo precisa de “ideas y consignas” para ser dirigida. La masa no se define sin más por ser una muchedumbre, explica Jaspers, sino porque nos reunimos como “un montón de arena que se puede utilizar, movilizar, deportar”, nos tratan como números “y según caracteres cifrados calculados mediante test”. Por ello debe resurgir la fuerza de la filosofía:
El pensamiento filosófico debe mirar a la cara esta realidad. Ella crea sólo ideas, actitud interior, valoraciones, posibilidades para los individuos; pero estos individuos pueden llegar a ser, en grado incalculable, un factor esencial en la marcha de las cosas.
Una de las más acuciantes preocupaciones de Jaspers en Origen y meta de la historia es la relacionado con la técnica: ¿cómo habitar un mundo que nosotros mismos hemos hecho inhabitable? Jaspers afirma que hemos sido arrancados de nuestro contexto natural, originario, y que vivimos –o sobrevivimos– en un nuevo contorno en el que la técnica hace que “todo dependa de la función del aparato artificial. Si el aparato falla, la vida confortable se convierte en la suma penuria, nunca conocida antes. El hombre queda entonces más abandonado que en la existencia natural del campesino”. Hemos llegado a un punto en el que no podemos sustraernos de esa técnica que nosotros mismos hemos creado. Si bien ésta nos aporta numerosas posibilidades, también es cierto que ha traído un sin número de peligros: “La técnica se ha convertido en un impulso arrebatador. El hombre se ha rendido inmediatamente a ella sin darse cuenta de que lo hacía ni cómo”. Por ello se hace tan necesario pensar sobre ella, sus implicaciones y efectos:
En todo caso, es palmario que la técnica es sólo medio, en sí ni bueno ni malo. Esto depende de lo que el hombre haga para que le sirva, de las condiciones en que la ponga. La cuestión estriba en qué clase de hombre es el que se apodere de ella, qué modo de ser del hombre termine por patentizarse mediante ella. La técnica es independiente de lo que ha de hacerse con ella; como ser independiente es un poder vacío, un triunfo, finalmente paralizador, del medio sobre el fin.
En un análisis muy similar al que realizara Ortega y Gasset en su Meditación de la técnica, si bien Jaspers lo incluye en el todo de un sistema histórico universal de mayor calado, asegura el alemán que la técnica nos ha introducido en una segunda naturaleza en la que, sin embargo, corremos el peligro de asfixiarnos: “La técnica ha modificado radicalmente la existencia cotidiana del hombre en su contorno, ha obligado al trabajo y a la sociedad a seguir nuevos caminos”, lo que nos ha arrebatado el otrora suelo firme en el que la existencia se establecía y desarrollaba. Nos hemos convertido en “habitantes sin patria de la Tierra” y, en fin, en este contexto “el espíritu se reduce a fáciles elementalidades y adiestramiento para funciones utilitarias”. Pareciera que el ser humano ha dejado, como antaño, de tropezarse con la conciencia de sus limitaciones: todo es posible (o lo será) en un mundo gobernado por la técnica. Pero avisa Jaspers, debatiéndose entre la esperanza y la desazón:
Aunque el conocimiento avanza ilimitadamente, no puede, sin embargo, aprehender la eterna existencia del ser en su totalidad. Dicho de otro modo: a través de la infinitud de lo existente se dirige al ser, que, sin embargo, jamás alcanza, y esto, que no puede alcanzar nunca, lo sabe por reflexión crítica sobre sí mismo.
Origen y meta de la historia es una obra excelsa, necesaria, magnífica, irrenunciable, uno de los estandartes de la filosofía del XX que cobra una mayúscula actualidad en nuestros días. En ella Jaspers no sólo delinea la posibilidad de trazar un sentido unitario en la historia, sino que, con brillante erudición e inmejorable pluma, desentierra miedos y despeja fantasmas no para ahuyentarlos, sino para revivirlos y afrontarlos con la fuerza de la palabra, del pensamiento y la reflexión. Sus líneas emocionan: el magisterio de Jaspers resulta en este título, quizá como en ningún otro, iluminador e intelectualmente muy placentero. Todo en nombre de horadar “el misterio del ser humano”.
Fuente: Carlos Javier González Serrano para https://elvuelodelalechuza.com/