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Albert Camus: hacia la posteridad

Albert Camus (Mondovi, 1913-Villeblevin, 1960) fue un novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia. Sus concepciones se formaron bajo el influjo de Schopenhauer, de Nietzsche y del existencialismo alemán. Se le atribuye la conformación del pensamiento filosófico conocido como absurdismo, si bien en su texto «El enigma» el propio Camus reniega de la etiqueta de «profeta del absurdo». Se lo asocia frecuentemente con el existencialismo, aunque Camus siempre se consideró ajeno a él. Pese a su alejamiento consciente con respecto al nihilismo, rescata de él la idea de libertad individual. Formó parte de la Resistencia francesa durante la ocupación alemana, y se relacionó con los movimientos libertarios de la posguerra. En 1957 se le concedió el Premio Nobel de Literatura por «el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad».

Albert Camus – Historia de vida y Semblanza – Recuerdo de aquel niño pobre y su querido maestro de enseñanza primaria

Albert Camus recibió en 1957, a sus 44 años, el máximo galardón universal de las letras, el Premio Nobel de Literatura. Se convirtió entonces, en uno de los autores más jóvenes en recibir esa condecoración. Hoy, su legado, continúa ocupando un lugar preponderante en el Olimpo literario.

Nació en la localidad argelina de Mondovi (actualmente llamada Drean) el 7 de noviembre de 1913, cuando el país africano era todavía una colonia francesa.

De familia muy humilde. Su padre Lucien Auguste Camus fue un modesto agricultor de origen alsaciano que falleció combatiendo en la batalla del Marne (dejándolo huérfano a los pocos meses de su nacimiento), durante la Primera Guerra Mundial.

Su madre, Catherine Helene Sintes, nacida en Birkadem (Argelia) de ascendientes españoles, era una mujer analfabeta y sorda, que al enviudar, debió trabajar como empleada doméstica y con mucho esfuerzo y sacrificio, luchar por sobrevivir junto a sus hijos pequeños Lucien y Albert.

Albert Camus vivió su infancia en Argel, en el barrio obrero de Bellcourt, entre árabes pobres y franceses subalternos, al cuidado de una madre y de una abuela que priorizaban una vez concluida la instrucción primaria del niño, la necesidad de trabajar para comer, limitando así sus aspiraciones de desarrollo intelectual.

Creció como un pied-noir, término utilizado para designar a los hijos de inmigrantes franceses nacidos y educados en suelo argelino.

Alumno aplicado en los estudios, pudo al fin lograr una beca para continuar sus estudios en el liceo y llegar a matricularse en la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Argel, con la esperanza de dedicarse a la docencia, enseñando esa materia.

Amante del futbol, jugó como arquero en el equipo profesional de Racing Universitaire d’Algiers; años más tarde manifestaría, en una entrevista, con el exagerado entusiasmo de su sangre española por herencia materna: «Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol».

No pudo concretar ninguno de sus dos sueños, y debió renunciar a ellos al diagnosticársele una complicada tuberculosis, que se mantendría recidivando por el resto de sus días.

Este involuntario retiro temprano, sin embargo, le permitió refugiarse en otra de sus pasiones: escribir. Una afición que cultivó intensamente y que inmortalizó con esta frase:
«…El otoño es una segunda primavera en que cada hoja es una flor. Y una novela no es otra cosa que una filosofía puesta en imágenes».

Albert Camus, fue un intelectual de profundas convicciones y muy comprometido con su época. Comparable a Rosseau y Voltaire, estuvo muy por encima de una simplista clasificación de literato o filósofo.Su obra literaria comienza ligada al existencialismo, tal cual se aprecia en su novela «El extranjero» – 1942 (Ver nota relacionada) cuyas connotaciones, al igual que en muchas de sus novelas, están ligadas a su nunca olvidada Argelia natal.

Paulatinamente, Camus fue alejándose tanto del marxismo que profesara en su juventud, como de un existencialismo del que se apartaba decepcionado; contribuyendo posteriormente y adhiriendo, a la conformación del pensamiento filosófico del Absurdismo. Estas circunstancias, lo llevaron a mantener una agria polémica con otro de los grandes filósofos franceses de su tiempo, Jean-Paul Sartre.

La sobriedad, ser auténtico, la bonhomía franca, pero carente de ingenuidad, fueron algunas de las facetas profundamente humanas de su personalidad.

Y estas cualidades se evidenciaron nítidamente en la ceremonia de premiación, al pronunciar el discurso de agradecimiento, mientras recibía el Premio Nobel; que, en palabras del comité de selección de la Academia Sueca, le fue entregado por «el conjunto de una producción literaria que pone de relieve e ilumina con seriedad clarividente los problemas que se plantean en la conciencia humana de nuestro tiempo».

Albert Camus recordó emocionado ese día, los esfuerzos que había hecho para ayudarlo, un querido maestro de enseñanza primaria: Louis Germain, que intuyó en él las capacidades suficientes que desarrolladas, le permitieron llegar a convertirse en uno de los máximos referentes de la Literatura y de la Filosofía de la Francia del siglo XX.

Por ese motivo, tiempo después le escribió además, una carta para agradecerle tantas y tan fecundas enseñanzas. La carta, traducida al español, expresaba lo siguiente:

París, 19 de noviembre de 1957
Querido señor Germain:

Esperé a que se apagara un poco el ruido de todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted.

Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y ejemplo no hubiese sucedido nada de esto.

No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continúan siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.
Le abrazo con todo mi corazón.
Albert Camus

Y aquel maestro de primaria, que tanto empeño había puesto en lograr que un alumno lleno de talento, cursara el bachillerato, venciendo la reticencia de su familia pobre y carente de recursos que necesitaba al niño aportando dinero y no estudiando. Aquel maestro que lo había preparado a conciencia; acompañándolo en tranvía al examen de ingreso y que esperó el resultado, sentado en un banco en la plaza del instituto. Que no cesó su ayuda, hasta lograr que le concedieran una beca; respondió de inmediato: “Creo conocer bien al simpático hombrecillo que eras. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. El éxito no se te ha subido a la cabeza. Sigues siendo el mismo Camus”.Ejemplos y actitudes como éstas, honran el accionar de tantos buenos y desconocidos maestros que existen y que merecerían reconocimiento y eterna gratitud por haber posibilitado que muchos niños, como Albert Camus, encontraran su destino de grandeza.

El Psicólogo y psiquiatra suizo Carl Gustav Jung, decía con sobradas razones: «Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes, pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos».

Después del mensaje de agradecimiento, Camus iniciaba su discurso ante el Rey Gustavo VI de Suecia, manifestando:

«…Al recibir la distinción con que vuestra libre Academia ha querido honrarme, mi gratitud es tanto más profunda cuanto que yo mido hasta qué punto esa recompensa excede mis méritos personales.

Todo hombre, y con mayor razón todo artista, desea que se reconozca lo que él es o quiere ser. Yo también lo deseo.

Pero al conocer vuestra decisión me fue imposible no comparar su resonancia con lo que realmente soy.

Reducido así a lo que realmente soy, a mis verdaderos limites, a mis dudas y también a mi fe difícil, me siento más libre para destacar, al concluir, la magnitud y generosidad de la distinción que acabáis de hacerme…»

Camus, uno de los espíritus más sensibles que ha conocido la Filosofía Moderna, mucho más cercano a los afectos de sus contemporáneos por haber protagonizado como hombre los conflictos desgarradores de su tiempo; intentó siempre, aunque conflictivamente, armonizar su vida, su obra y su moral.

Como autor, imaginaba a los escritores pensando según las palabras y a los filósofos, según las ideas. Como hombre vivió y relató creativamente en la paz y en las miserias de la guerra, integrando la Resistencia francesa en los tiempos dramáticos de la ocupación alemana.

Fue un ser, quizás predestinado, lleno de expectativas que se casó dos veces y tuvo además muchos amoríos circunstanciales y clandestinos, pero que tal vez encontró, el gusto intenso por la vida, cuando conoció a la legendaria actriz María Casares, con quien mantuvo una relación íntima hasta su muerte.

Esa muerte que lo sorprendió mientras trabajaba en la que sería su última obra, una novela inacabada de carácter autobiográfico que tituló «El primer hombre» («Le prémiere homme»); editada de manera póstuma en 1994.En cuidadas hojas manuscritas, describiendo a su progenitora, que fue la persona a quien más admiró y quiso, de esa mujer que nunca pudo siquiera aprender a leer, y que además padecía una avanzada sordera; de esa mujer venerada, Camus había escrito «…tenía el rostro dulce y simétrico, los cabellos de española, muy ondulados y negros, una naricita recta y una hermosa y cálida mirada castaña».

Esa relación con su madre llegó a ser tan fuerte, que marcó, en cierta manera, no sólo su vida, sino también su orientación filosófica.

Como escritor, dejó una obra impregnada de fuerza y belleza excepcionales, que su hija Catherine (nacida del segundo matrimonio con Francine Faure) publicó a partir de una cuidada selección de textos, fotografías, ilustraciones, cartas y documentos describiendo y descubriendo un apasionante y descarnado mundo.
» …mis hijos y mis nietos no lo conocieron. Por ellos he querido volver a todas estas imágenes, para recobrar la sonrisa, la vivacidad y la generosidad de aquel hombre despierto y entusiasta que me dejó vivir». confesó Catherine Camus en una entrevista.

El 4 de enero de 1960, Albert Camus, el escritor filósofo que desde la miseria más absoluta y la incultura más deplorable, llegó a ser Premio Nobel y uno de los creadores más influyentes de la literatura mundial, tenía previsto viajar a París en tren, pero su amigo Michel Gallimard le pidió que lo acompañara de copiloto en su automóvil.

Por razones no determinadas, el conductor perdió el control del vehículo y se estrelló contra un árbol.

La tragedia ocurrió cerca de Le Petit-Villeblevin, al sur de París y Camus murió en el acto. Entre sus restos se encontró un portafolios con el manuscrito sin terminar de la que sería su novela póstuma. En uno de sus bolsillos, también estaba el pasaje de tren, con en el que pensaba viajar ese mismo día fatídico.

Este hecho se prestó a especulaciones políticas, acerca de su naturaleza accidental o no y se han publicado posteriormente numerosísimas versiones, nunca confirmadas, sobre la implicación de la KGB (policía secreta de la ex URSS) en el accidente.

Camus fue enterrado en Lourmarin, pueblo del sur de Francia donde anteriormente había comprado una casa.

La vida del singular escritor y filósofo había terminado así, por un accidente tan absurdo, como ese trasfondo de la condición humana que tan magistralmente con su arte, fue capaz de describir para los ojos admirados del mundo.

Fuente: https://laplumayellibro.com

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