viernes, abril 26, 2024
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Universidad pobre

La Fundación Integrar ofrece un programa de becas personalizadas y tutorías a 370
chicos; ya suman 49 egresados; muchos son los primeros profesionales de sus familias
que, en general, son de ingresos muy bajos.
María Ugarte resume el recuerdo de su primer día en la universidad con la imagen
de dos fotografías contrapuestas: por un lado, la de Puerto Madero de noche, donde la
encandilaron las luces de las torres altísimas sobre el río; por el otro, la de su barrio, la
villa 21-24, de Barracas, una de las más pobladas de la Ciudad, a la que regresó en
colectivo y donde su mamá la esperaba en la parada.
«Esas dos imágenes me van a acompañar para siempre y de alguna manera marcaron mi
paso por la universidad. Te sentís que sos distinto, que estás yendo a contracorriente,
pero yo tuve la posibilidad de elegir y ser parte de los dos lados», dice María (22), que
cursa tercer año de la carrera de contador público en la UCA. La joven agrega: «Aquel
fue un día histórico para mi familia y para mí. Mi mamá es ama de casa y mi papá
albañil, y no tuvieron la posibilidad de terminar el secundario. Soy la primera en ir a la
universidad».
Ella es una de las 370 estudiantes que participan actualmente del programa de becas
personalizadas de Futuros Profesionales Integrar, una fundación que busca promover el
desarrollo de jóvenes de sectores socioeconómicos vulnerables, brindándoles
oportunidades para que puedan acceder a la educación terciaria y universitaria. «Los
acompañamos a iniciar, sostener y finalizar sus estudios superiores, para que se
conviertan en profesionales», explica Juan Sánchez Alcázar, presidente de la
organización.
Desde 2007 hasta hoy, participaron del programa unos 500 estudiantes y 49 ya
egresaron. Los jóvenes provienen de cinco barrios de la ciudad de Buenos Aires y el
conurbano bonaerense: la villa 31, de Retiro; la 21-24, de Barracas; la 15 (más conocida
como Ciudad Oculta), de Lugano; La Cava, en Beccar; y Las Tunas, en Pacheco. Además,
hay algunos oriundos de la provincia de La Pampa. La inmensa mayoría son, como
María, los primeros universitarios de sus familias e, incluso, en terminar la secundaria.
Según los últimos datos del Departamento de Información Universitaria del Ministerio
de Educación de la Nación, en la Argentina solamente el 29,4% de quienes inician una
carrera la terminan a tiempo y cerca de la mitad abandonan durante el primer año. Si se
pone el foco en las características socioeconómicas de los estudiantes, un informe del
Conicet y la Universidad Austral muestra cómo el quintil de ingresos más bajos tiene
una tasa de deserción promedio del 55%, contra el 25% del más alto.
Todos los jóvenes de Integrar participan de un proceso de orientación vocacional para
decidir qué y dónde estudiar. Además, son acompañados por un tutor voluntario
exclusivo (un profesional de sus áreas de estudio) y reciben un aporte económico que se
ajusta a sus necesidades académicas. «Pueden estudiar tanto en universidades públicas
como privadas: buscamos que elijan la opción que mejor les permita sostener y finalizar
lo antes posible su carrera», explica Sánchez Alcázar.
Por eso, para ella el rol del tutor es fundamental, ya que es quien acompaña en la
introducción en la vida universitaria y en la del mundo profesional más adelante. «Te
contiene constantemente, no solo en lo académico, no es apoyo escolar. Sino en hablar
de tu familia, que a veces no entiende lo que estás estudiando; de que estás nerviosa
porque vas a dar tu primer oral, o de que te entraron dudas de la carrera que elegiste.
Festeja y lamenta con vos tus logros y tus fracasos y te motiva a no bajar los brazos»,
describe la estudiante.
Por su parte, Ignacio Riva Posse, tutor de María asegura: «Ella lo encaró desde el
principio con ganas de superarse y de crecer y eso es algo que admiro. Hay muchos
desafíos y esos miedos iniciales los fuimos superando juntos».
Integrar trabaja de forma articulada con organizaciones sociales, instituciones
educativas y otros referentes, que sirven de nexo con los chicos. María, por ejemplo,
llegó a la fundación cuando tenía 18 años y cursaba el último año de la secundaria, por
intermedio de la parroquia de su barrio, la de Caacupé.
«Hoy tenemos unos 65 chicos por barrio y cuando se reúnen e intercambian
experiencias se genera un círculo virtuoso muy fuerte», detalla Sánchez Alcázar. María
agrega: «Hay un montón de cosas que a uno lo afectan, como no tener un escritorio o
una computadora en tu casa. Hay días en que se te va la luz y tenés que estudiar con
velas. Mucha gente no lo entiende, por eso, ver que otros chicos que comparten nuestra
realidad se reciben, es muy inspirador».
Sánchez Alcázar, explica: «Para sostener las becas, recibimos subsidios del Estado, que
representan un 30% de nuestros ingresados. También nos apoyan algunas fundaciones
y empresas, pero estamos en una época muy difícil y necesitamos más donantes
individuales».
Para María no hubiese sido posible ganar la seguridad que siente hoy sin el apoyo de
Integrar: «Llenaron un montón de lugares, desde prestarme un oído y un abrazo, hasta
un ‘vos podés’ o ‘a todos nos pasa, no te preocupes’. Funciona como un hermano mayor,
que sabe, que nos dice por dónde pisar y no nos suelta la mano», concluye.
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