El coronavirus ha implicado una pandemia universitaria que ha arrasado la dinámica tradicional de los sistemas universitarios llevándolos a un nuevo escenario de crisis y disrupción educativa que nunca se proyectó ni concibió incluso en los escenarios más trágicos de los análisis prospectivos. El impacto más fuerte ha sido sobre toda la educación que alcanza a cerca de 1.400 millones de estudiantes a escala mundial, pero con más incidencia en la educación primaria y secundaria, cuyos jóvenes han debido regresar a sus casas sin muchas posibilidades de insertarse en modalidades de enseñanza no presenciales, impactando además en la vida de sus hogares y reforzando el enorme confinamiento que carga la humanidad.
También la mayor parte de la educación superior a escala mundial se ha paralizado, implicando impactos a cerca de 200 millones de estudiantes y miles de profesores y administrativos. En la región cerca de 25 millones de estudiantes presenciales y la totalidad de los países han paralizado las clases con la excepción de los casi 3 millones de estudiantes a distancia, el 15% de la cobertura, que no tuvo ninguna disrupción.
Ello en tanto en la educación superior, a diferencia de otros niveles, ya existía limitadamente una pluralidad de ofertas a distancia y virtual, y en algunos países incluso una relativa existencia de sistemas educativos multimodales (presencial y virtual), que han permitido una respuesta rápida al cierre de la educación presencial mediante el corrimiento de la oferta universitaria hacia dinámicas virtuales. Así el impacto fue de menor intensidad en los países con mayores niveles y fuertes instituciones con ofertas a distancia, públicas como privadas, fundamentalmente en Brasil, Colombia, México y Ecuador y Costa Rica, cuya incidencia es superior al promedio regional de 15% y que incluso alcanza al 22% como en Brasil.
En estos escenarios las ofertas a distancia consolidadas aumentaron cubriendo parte de las nuevas demandas, pero además la mayor parte de las instituciones públicas y las de mayor tamaño y escala privadas han intentado rápidamente comenzar a ofertar en forma no presencial con muy diversos niveles de calidad, desarrollo y pertinencia. En varios países los órganos reguladores han establecido rápidamente protocolos para facilitar esas transiciones de la oferta como en Perú, Paraguay, Colombia, Argentina o Bolivia. En algunos otros países implícitamente se ha dejado a la libertad de acción a las universidades los criterios de estas reingenierías. Pocos sin embargo han mirado el proceso como algo momentáneo esperando el regreso a una utópica ya normalidad.
Esta reingeniería universitaria está llevando rápidamente a que cerca del 60% de la educación presencial se ha pasado a una modalidad de educación virtual con muy diferenciadas formas de prestación de la educación y también diversidad de niveles de calidad. Sin embargo, se calcula por parte de la Unesco–Iesalc que cerca del 40% de los estudiantes restantes, han interrumpido sus procesos de enseñanza por dificultades de las instituciones que no han tenido capacidades para ofertar en forma virtual, por escasa conectividad o equipamientos, escasos recursos humanos competentes para estas reingenierías, u otras dificultades de los estudiantes y los docentes para insertarse en la nueva modalidad sin procesos de formación, recursos económicos en el nuevo contexto del desempleo o niveles de equipamientos suficientes. Algunos han quedo expectantes ante el posible rápido regreso a las ofertas presenciales.
Las debilidades de esta falta de preparación y la velocidad de los ajustes son reales, y no siempre la política pública ha prestado la suficiente atención a la pandemia universitaria, a pesar de que en la región de América Latina, el 67% de los hogares está conectado a internet e incluso que una población mayor tiene celulares. Sin embargo estos guarismos son altamente diferenciados por sectores sociales y geográficos, determinando que la población de menos ingresos económicos y más alejados de las ciudades hayan sido aquellos más afectados negativamente para poder mantener sus trayectorias de enseñanza virtual, aún a pesar de que en la mayor parte de los países estos sectores tienen una escasa participación en la matrícula terciaria.
Una parte importante del impacto en la matrícula también ha provenido de sectores que han perdido sus empleos y que han tenido una caída de sus ingresos, teniendo dificultades de cubrir los aranceles, especialmente en el sector privado, haciendo más intenso el conjunto de estudiantes que se ha desligado de los procesos de enseñanza y abandonando los elevados niveles de cobertura que la región había logrado alcanzar en los últimos años.
A escala internacional cerca de 5 millones de estudiantes que estudiaban fuera de sus países de origen han visto el cierre de sus instituciones y de las fronteras, obligando al regreso a sus países nativos. Se calcula que cerca del 70% de estos estudiantes ha regresado a sus países, impactando fuertemente en las economías de las universidades, especialmente públicas, de Europa, Estados Unidos, Australia, cuyos ingresos en una alta proporción provenían de esos estudiantes internacionales. Tal impacto en la región ha sido muy escaso, dada la casi ausencia de estudiantes extranjeros, pero sí se ha apreciado el regreso de miles de sus estudiantes en el extranjero, y aún asiste a la situación de miles de estudiantes varados en los países desarrollados donde hoy sus universidades están también cerradas.
Es claro que las instituciones educativas no habían estado preparadas para esta pandemia universitaria ni sanitaria. Las miles de instituciones privadas más pequeñas soportadas en modelos catedráticos presenciales están teniendo problemas en su sustentabilidad financiera y requerirían una atención especial. Los empleados administrativos y los miles de docentes de tiempos parciales han perdido sus trabajos o como máximo han pasado a los sistemas de seguridad social de protección en el paro. La pandemia ha flexibilizado muchas de las exigencias de los sistemas de aseguramiento de la calidad y ha permitido recorrer el camino hacia la oferta virtual, en muchos casos con bajos niveles de calidad por ausencia de recursos de aprendizaje, profesores con escasas competencias, falta de mecanismos y de competencias docentes en los sistemas de evaluación a distancia, así como débiles plataformas y ausencia de sistemas de atención tutorial a los estudiantes tanto sincrónicos como automatizados.
Pero sin duda, han sido los gobiernos y los sistemas de regulación y de formulación de políticas quienes han estado más rezagados, tanto en la construcción de repositorios y bibliotecas virtuales, en la habilitación a estas ofertas digitales, en la formación de profesionales y tutores en la materia, o en la debilidad del desarrollo de sus infraestructuras de conectividad y transmisión, pensadas para un mundo presencial y analógico, y no para este presente, y sin duda futuro, de plataformas, banda ancha, simuladores, big data, multimedia y streaming. La pregunta ahora es si volveremos a la tradicional educación presencial, o es tiempo de poner los motores para un futuro multimodal en el cual se integran más estrechamente las opciones y permitan movilidad y diversidad de opciones de enseñanza. Pandemias volverán sin duda, pandemias universitarias no deberían existir nunca más.
Fuente: https://www.republica.com.uy/