La literatura es esa desconcertante expresión de la inteligencia que flota entre la imaginación y la realidad, entre la metafísica y el lirismo, dejando testimonio de este trance que es la existencia humana. Se vale de los recursos del lenguaje escrito y sus artífices intentan aproximarse a un uso estético de las formas verbales establecidas, siempre con el propósito de transmitir experiencias y elaborar historias, representar ideas, sueños y sentimientos que pueden ser creíbles o disparatados; pero son, por sobre todo, el medio esencial para aproximarse a un estado de la belleza que consiste en encantar las palabras. El origen de “literatura” proviene del termino latino “litterae”, que hace referencia al conjunto de saber escribir y leer bien.
En el límite de la transgresión entre lo real y lo irreal nació en el siglo pasado una corriente bautizada como “realismo mágico”, que forma parte de lo puramente fantástico de la literatura. El realismo mágico, o lo real maravilloso, se define por una preocupación estilística y por el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. El venezolano Arturo Uslar Pietri con su novela Las lanzas coloradas, publicada en 1931, fue el iniciador; luego lo seguirían el colombiano Gabriel García Márquez, los mexicano Juan Rulfo, Juan José Arreola y Carlos Fuentes, el brasileño Jorge Amado, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el argentino Manuel Mujica Lainez. Que yo sepa, en ninguna nomenclatura se menciona al ucraniano Mijaíl Bulgákov, que con una poderosa manifestación romántica abrió otro sendero en la literatura contemporánea a través de su original novela El maestro y Margarita.
Mijaíl Bulgákov, nació en Kiev el 15 de mayo de 1891. Descendía de un matrimonio de intelectuales religiosos. Su padre era traductor y profesor de la Academia de Teología de Kiev y un destacado estudioso de la Iglesia Ortodoxa. Su madre era profesora de filosofía y literatura. Sus abuelos fueron ambos clérigos. Desde su niñez, Mijail se sintió atraído por el teatro y la ópera. Se dice que escribía comedias, que sus hermanos y hermanas representaban en la casa familiar. Desde 1901 hasta 1904, Bulgákov asistió a la Primera Escuela Secundaria de Kiev, donde mostró interés por la literatura rusa y europea. Sus autores favoritos fueron por esa época Gógol, Pushkin, Dostoyevski y Dickens. Tras la muerte de su padre, ocurrida en 1907, su madre asumió la responsabilidad de la manutención de la familia. Dos años después, ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Kiev, donde obtuvo su graduación.
En 1913, cuando estalló la Primera Guerra Mundial se alistó como médico voluntario en la Cruz Roja y fue enviado de inmediato al frente de guerra, donde fue herido de gravedad al menos en dos ocasiones. Esta experiencia le inspiró el libro de relatos Diario de un joven médico. Sufriría las secuelas de estas heridas a lo largo de su vida; sobre todo, un dolor crónico en el abdomen que lo llevó a suministrarse morfina. Durante los siguientes años su adicción fue en aumento, hasta que en 1918, por propia voluntad y con firme decisión, dejó de inyectarse y nunca más volvería a hacerlo. Su relato titulado Morfina, publicado en 1926, da testimonio de esa nociva adicción. También durante esos años dirigió un pequeño hospital público en la provincia de Smolensko.
Después de la Guerra Civil y la toma del poder de los sóviets, una parte de su familia se exilió en París, mientras Mijaíl y sus hermanos se encontraban en el Cáucaso. Allí comenzó a trabajar como periodista. A pesar de su situación relativamente privilegiada durante el régimen de Iósif Stalin, cuando se le invitó a trabajar como doctor para los gobiernos de Francia y Alemania, debido al tifus, se le impidió emigrar de Rusia. Fue la última vez que vio a sus hermanos varones y a su madre.
Aunque sus primeros intentos de escribir ficción los hizo en Kiev, no se decidiría a dejar la medicina para dedicarse a la literatura hasta 1919. Su primer libro fue un almanaque de folletines llamado Perspectivas futuras, escrito y publicado ese mismo año. En 1921, casi sin dinero, Bulgákov se mudó a Moscú con su esposa. Vivió cerca de los “Estanques del Patriarca”, lugar donde después situaría gran parte de su obra.
Fue en 1928, el año en que Mijaíl Bulgákov empezó a escribir su novela que, sin concluir, él mismo destruiría en la primera versión, tras recibir la noticia de que otra de sus creaciones, Cábala de santurrones, había sido proscrita. “Si hay algo que en verdad me indigna -escribió a un amigo-, es la censura. Dejaré de escribir definitivamente; debo convencerme que lo mío es la medicina, no la literatura”. Sin embargo, con los apuntes que le habían quedado, recomenzó la novela en 1931, completando el segundo borrador en 1936, momento en el que la mayor parte de la trama de la versión final quedó estructurada. Se dice que concluyó el tercer y último borrador en 1937; aunque siguió puliéndola hasta la cuarta versión, que consideró definitiva cuatro semanas antes de su muerte acaecida en 1940.
Una versión censurada del libro, que elimina más del diez por ciento fue publicada por vez primera en 1967; un año después, en otra edición, se agregarían algunas de las partes omitidas, que habían quedado en manos de su esposa. En Rusia, la primera versión casi completa, apareció en 1973, basándose en la de principios de 1940, que quedó como referente, hasta que en 1989, una experta preparó la versión que podemos llamar definitiva con los manuscritos disponibles. La reconstrucción posterior de Marietta Chudakova es considerada la más autorizada y de ella existe una traducción al español de Marta Rebón, publicada en 2014, con revisión definitiva fechada en 2020, que es la que tengo en mis manos.
El argumento El maestro y Margarita trata sobre la interacción entre el bien y el mal, la inocencia y la culpa, el valor y la cobardía, explorando estos temas como la responsabilidad hacia la verdad cuando la autoridad la niega en un mundo que no es libre. El amor y la sensualidad son también temas dominantes de la historia; en especial, el amor que Margarita siente por el Maestro y la lleva a abandonar a su marido. Pero la trama más sorprendente es la sobrenatural, donde gira el eje de su narrativa.
En una de sus facetas, el libro es una suerte de novela de aprendizaje o formación que tiene a Iván, otro de los personajes, como centro. Su vano intento de perseguir y capturar a la banda y advertir a los demás sobre la naturaleza misteriosa y maligna de la misma, Bulgákov conduce al lector a otros escenarios casi diabólicos, como el manicomio al que Iván va a parar. En ese lugar sabemos del enigmático Maestro, un hombre amargado al que el rechazo de su novela histórica sobre Poncio Pilatos y Cristo ha conducido a una desesperación tal que quema su propio manuscrito, volviendo la espalda al mundo real, incluida su devota amada, Margarita. Los capítulos más importantes de la primera parte de la novela cuentan con otra obra maestra, que podemos incluir en la comicidad donde el espectáculo ofrecido por Satán en el teatro de variedades, satiriza la vanidad, la avaricia y la credulidad de los nuevos ricos, que culmina con la toma y ocupación del apartamento de la banda.
Finalmente, en la segunda parte, es el Diablo que con comodidad se pasea por las calles de Moscú para encontrarse con Margarita, la amante del Maestro, como representante de la pasión humana tras recibir una oferta que la convierte en bruja de poderes sobrenaturales durante la medianoche, o Noche de Walpurgis, que coincide con la del Viernes Santo, uniendo los tres elementos del libro, ya que la novela trata de la misma luna llena primaveral en la que el destino de Cristo es sellado con la crucifixión. Este segundo escenario será el de Jerusalén. El acontecimiento de ese capítulo es el encuentro entre Poncio Pilatos y Yoshúa Ga-Nozri (el mismísimo Jesús de Nazaret), que revela su reconocimiento de que existe una afinidad entre ambos, y su reluctante aunque resignada y pasiva entrega a aquellos que querían matarlo. Existe una relación compleja entre Jerusalén y Moscú a través de la novela, a veces polifónica y a veces como un contrapunto. Los temas de cobardía, confianza, traición, apertura intelectual, curiosidad y redención son prominentes en cada capítulo.
Viene a continuación el tercer escenario, aquel en el que Margarita sirve de puente. Tras aprender a volar y a controlar sus desatadas pasiones (no sin vengarse de los burócratas literarios que condujeron a su amado Maestro a la desesperación) y tomando a su criada Natasha con ella, se introduce desnuda en el mundo de la noche, vuela sobre bosques y ríos de la Madre Rusia, se baña, y purificada vuelve a Moscú como anfitriona del gran baile de primavera que ofrece Satán. A su lado, da la bienvenida a las oscuras celebridades de la Historia humana mientras brindan por la apertura de las fauces del Infierno. Sin destruirse, sobrevive al aquelarre, sostenida por su inquebrantable amor al Maestro y su inmutable aceptación de la oscuridad como parte de la existencia humana. La acción será premiada por su dolor e integridad. A la oferta de Satán se añade la de concederle su más ferviente deseo. Margarita elige entonces liberar al Maestro y vivir con él en la pobreza y el amor. En un irónico final, ni Satán ni Dios creen que eso es un tipo de vida adecuado para la buena gente (“No merecen la felicidad, pero si la paz”, concluye) y la pareja se va de Moscú con el Diablo, mientras sus cúpulas y ventanas arden en el crepúsculo del Domingo de Pascua. La trama de la novela es definitivamente genial.
Mijaíl Bulgákov nunca apoyó el régimen estalinista, y hasta se tomó el atrevimiento de mofarse de sus abusos y deficiencias en varias de sus obras, lo que le supondría diez años de ostracismo. La mayor parte de sus escritos permanecieron en los cajones de su escritorio durante varias décadas. En 1930 escribió una carta a Stalin solicitando permiso para emigrar de la Unión Soviética si es que esta se negaba a valorarlo como escritor. Como respuesta recibió una llamada personal del propio Stalin, pidiéndole explicaciones acerca de su petición. El escritor contaría en su diario cómo fue este uno de los momentos más dramáticos de su vida pues, conmocionado, no se atrevió a reiterar su petición en aquel momento, limitándose a afirmar que un escritor no puede vivir lejos de su patria. Curiosamente Stalin, por su parte, había disfrutado una de sus obras, Los días de los Turbín, por lo que le ofreció trabajo en el Teatro de la Juventud Obrera de Moscú y luego en el Teatro de Arte. Aceptó y en esos escenarios estrenaría algunas de sus obras; aunque tuvo que soportar un constante acoso por parte de la KGB, que llegó a registrar su domicilio y a detenerle en más de una ocasión, siendo boicoteada en muchos casos la publicación de sus obras.
Mijaíl Bulgákov murió a causa de un problema renal hereditario en 1940 y fue enterrado en el cementerio moscovita de Novodévichi, el más antiguo de la ciudad, que ahora forma parte del conjunto conventual de un Monasterio, que data del siglo XVI y fue, declarado en 2004 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Si existe algo cierto en este confuso mundo que hoy nos toca vivir, será cierto decir que este brillante hijo de la hoy arrasada Ucrania merece ser leído y reconocido como corresponde a su genio literario. Su nombre, ya emblemático, debe incorporarse también al de los grandes novelistas del siglo XX. El hecho, meramente histórico de ser incluido en los precursores del realismo mágico es, quizá, menos importante que la emoción que suscita la lectura de su obra.
Fuente: Roberto Alifano para https://www.elimparcial.es