“Finlandia tiene algo que deberíamos imitar, que no es justamente el puesto que consiguió en el ránking internacional resultante de las pruebas estandarizadas (PISA), sino en hacer que el Estado garantice que docentes y alumnos puedan tener una relación ‘vital’ con el conocimiento”, dijo a Télam Patricia Sadovsky, profesora de Didáctica de la Matemática en la Universidad Pedagógica (Unipe).
Hace algún tiempo, un maestro que fue alumno de Sadovsky llegó feliz a su clase y contó que no había podido dormir la noche anterior porque “estudiando y analizando los fundamentos en los que se basan los criterios de divisibilidad, se había dado cuenta de que él mismo podía inventar sus propios criterios”, relató.
“Se refería a ese saber que uno aprende casi mecánicamente acerca de si un número es o no divisible por otro, como el que dice ‘un número es divisible por 3 cuando la suma de sus cifras es múltiplo de 3’; o el que enuncia ‘un número es divisible por 4 cuando sus dos últimas cifras son múltiplo de 4′”, ejemplificó.
Sadovsky, también investigadora de Didáctica, entendió que “el maestro había comprendido que él podía crear otros criterios de divisilbilidad gracias a haber desmenuzado el conocimiento referente a los sistemas de numeración que está implicado”.
“Su alegría provino de que había producido él mismo un conocimiento, ese es nuestro desafío: entender que hay una vitalidad que proviene de apropiarse del conocimiento e incluso producirlo”, enfatizó la profesora.
“El conocimiento permite dar una respuesta diferente a la que uno daría sin él”, dijo la docente y recalcó que “la relación entre conceptos es el corazón del conocimiento”.
Por esa razón, sostuvo, “estamos en problemas si pensamos que la escuela da lo mismo que da Google. La escuela es capaz de modificar el sentido común porque pone en juego el conocimiento, que es necesario para manejar todo ese cúmulo de información que circula en los medios”.
Para Sadovsky, “si hay algo que Finlandia logró tener, es una muy buena educación involucrando a los docentes y a los alumnos en la experiencia que debe pensarse en y desde el aula, esa usina donde el saber fluye” y produce nuevos sentidos.
“Si tomo los criterios de divisibilidad sólo como saber instrumental, será cuestión de memorizarlos y aplicarlos cuando los necesite; seguramente serán útiles, pero estoy perdiendo la posibilidad convertirme en productor de otros criterios, los que puedo crear si comprendo cómo interviene allí la organización del sistema de numeración”, explicó la profesora de Matemática.
Adrián Cannellotto, rector de Unipe, hizo hincapié en que “la educación no funciona en el vacío” sino que opera sobre y bajo una realidad social.
“Para estas comparaciones, hay que partir de la base de que la escuela no puede hacer el trabajo que no hace la política económica y social en un país”, opinó.
El documental, que se viralizó por las redes sociales, muestra niños jugando en espacios amplios, horneando torta, construyendo estructuras en madera, cosiendo telas a máquina, entre otras actividades hechas en un clima relajado y ameno.
“Estamos hablando de Finlandia. Debería ocurrir esto en todos lados”, señala un docente de España en tono crítico respecto a la educación que, dice, “no consigue” tener su país.
El comentario no se distancia demasiado de los de otros expresados desde Panamá, Perú, Ecuador y Argentina, sobre la película que circula por las redes a través de Youtube.
Los alumnos finlandeses tienen la jornada y año más cortos del mundo occidental, no llevan prácticamente tarea para el hogar, y casi no tienen que responder exámenes sobre la currícula, afirma el material de Moore.
Basan su pedagogía en la toma de decisiones, la autonomía y la búsqueda de la felicidad a través de la experiencia con un alto grado de libertad, conducidos por un docente que potencian el conocimiento.
“No tengo que pedir un pase para ir al baño: cuando quiero ir, voy”, diceun adolescente en el video.
Cocinar, trepar a los árboles, manejar una máquina de coser, arreglar una bicicleta, construir una escalera serán también oportunidades para compartir, escuchar, dialogar, respetar, proponer.
En esa relación con el saber, un desafío que tiene el Estado es inyectar el deseo en alumnos y docentes, lo que se consigue asumiendo al conocimiento como un poder que trabaja sobre la transformación de uno mismo, como alguien que produce conocimiento a través de la experiencia educativa, coincidieron Sadovsky y Cannellotto.