Vacuna argentina contra COVID-19

La vacuna argentina contra la covid-19 ya tiene nombre propio: Juliana Cassataro, directora de la investigación de la ARVAC Cecilia Grierson que ya está en etapa pre clínica.

Salud, ciencia, tecnología, producción, soberanía; esa es la transversalidad del proyecto de la vacuna argentina que se está desarrollando con éxito en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad de San Martín y de CONICET, junto a la colaboración del Ministerio de Ciencias. Y así lo piensa la doctora Juliana Cassataro, directora del proyecto que defiende a puro trabajo, voluntad y feminismo. Ella, que desde chiquita se fascinaba con la biología y los libros de Jacques Costeau que le daban sus abuelos -que la criaron después de que su mamá y su papá fueran secuestrados y desaparecidos por la última dictadura- dice que la vacuna es memoria. “Porque el cuerpo recuerda y es esa respuesta la que te salva”.

En el centro y con su pelo largo, Juliana Cassataro al frente de su equipo de investigación. (Fuente: Jose Nico)

ARVAC Cecilia Grierson. La vacuna argentina para covid-19, que se encuentra en etapa de desarrollo preclínica, ya tiene nombre. El de la primera médica argentina. Un equipo del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad de San Martín y de CONICET, que lidera Juliana Cassataro, terminó en diciembre con los ensayos de laboratorio y desde entonces llevan adelante negociaciones con una empresa nacional para empezar con las fases posteriores, que requieren mayor financiamiento, todo con la participación del Ministerio de Ciencia y la Agencia Nacional de Promoción Científica.

 Juliana rechaza la idealización, considera un engaño pintar mundos perfectos. “Poné la verdad. Que no soy ninguna perfecta, que soy tremenda, que soy exigente”, pide al final de una conversación con Las12 sobre el proyecto que hoy ocupa la mayor parte de sus días, el feminismo y su historia. Obtener una vacuna argentina es una cuestión de soberanía, una decisión estratégica, y ella lo defiende a puro trabajo. Sus dos hijas adolescentes se las arreglaron solas con la organización de la casa durante los meses que la investigación se llevó muchas horas diarias. 

“La otra cosa que te voy a contar, que te va a encantar, es que mi tatarabuela es una de las primeras feministas de la Argentina. Eso lo descubrimos hace dos años, se llama María Abella y es una de las primeras periodistas de La Plata”, cuenta sobre su linaje. Juliana nació en 1974. Junto a su hermana Rosana -a la que nombra varias veces- estuvieron secuestradas 46 días desde el 6 de diciembre de 1977, cuando su papá y su mamá, Héctor y Alicia, fueron desaparecidos por fuerzas conjuntas de seguridad en Tres de Febrero. Las encontró su abuelo paterno en la Casa del Niño, en La Plata. Juliana es reacia a mezclar los temas, prefiere separarlos, aunque las preguntas resultan insoslayables. “Yo nunca quise ser una víctima”, dice conmovida y un rato después abunda: “Y por eso es casi todo lo que hago”.

Juliana vivió en Mar del Plata durante gran parte de su infancia y adolescencia y luego se mudó a la Ciudad de Buenos Aires, donde terminó la licenciatura en Ciencias Biológicas y realizó el doctorado. Participó en HIJOS. Durante siete años formó parte de la comisión Barrios, en apoyo escolar. “Cuando me llaman por el proyecto, quisiera hablar de su importancia. No importa que yo sea hija de desaparecidos. Lo importante para la Argentina es la vacuna para poder sustituir importaciones, no importa quién sea yo. Esto es un proyecto estratégico. Entonces, me conflictúa un poco el balance, quisiera que se desvincule. Tampoco me interesa que a la gente le interese un proyecto porque yo sea hija de desaparecidos. Lo importante es lo otro. O lo contrario, que alguien que deteste nuestra historia, deteste un proyecto nacional porque lo está llevando adelante una hija de desaparecidos. Eso también puede pasar”, reflexiona.

Casi antes de empezar, Juliana se define como “lo contrario de la heroína”. “Siempre trato de desmitificar, decir que no salen todas las cosas bien. Cuando vos pensás que todo es perfecto, es muy difícil encontrarte con la realidad de todos los días. Por lo menos para mí, con mi personalidad es mucho mejor saber que no voy a poder o que algo no va a funcionar. Entonces trabajo. Cuando uno transmite sólo discursos de que todo es fácil, de la heroína perfecta, de madre perfecta o de trabajadora perfecta, eso después en la realidad del día a día es terrible, porque uno solo siente que es uno el que no puede, porque tiene una falla”, plantea sobre las dificultades cotidianas que significa proponerse un objetivo difícil –como lograr una vacuna argentina—y llevarlo adelante.

Juliana subraya que el trabajo por la vacuna se realiza en equipo. “No te olvides de nombrar a la doctora Karina Pasquevich, doctora Lorena Coria, técnica, Laura Bruno, doctor Diego Alvarez, doctora Eliana Castro, licenciado Lucas Saposnik y licenciada Celeste Pueblas”, manda un whatsapp tras la entrevista.

Tiene dos hijas, de 14 y 17 años. “Eso es la gran diferencia. La pandemia me agarró casi en el mejor momento, porque ellas se organizaban solas, yo iba a trabajar todos los días y ellas estaban acá, se hacían las comidas. Y, además, justo por ser adolescentes, la diferencia es que cuando empiezan a ir al colegio, yo pienso dónde están, qué colectivo tomaron. En cambio, durante la pandemia estaba sabiendo que estaban encerradas en casa, las pobres, y yo estaba re tranquila en el trabajo. Entonces, también me hizo estar súper concentrada. Volvía y sabía que estaban las dos ahí, con las consecuencias que tiene para ellas haber estado así, encerradas. Se organizaron bárbaro. Mi marido también trabajaba todo el día, así que ellas dos se hacían la comida, limpiaban, todo…”, relata. 

–Si tus hijas hubieran sido más chicas, habría resultado más difícil…

–En el grupo nos pasó. Una cosa que se discute mucho de nuestro grupo, que todo el mundo destaca, es que son mayoría mujeres y yo siempre digo que en ciencias biológicas y ciencias médicas, nuestro grupo representa lo que pasa en general. La mayoría de los becarios y las becarias son mujeres. Lo que no pasa es que no están en la mayoría de los puestos de liderazgo, ahí se invierte la proporción. Lo que llama la atención es eso, no es que seamos tantas mujeres. Pero es inevitable que lleguemos.  La palabra es inevitable. Porque somos tantas que es una fuerza ya imposible de parar.

Más tarde, Juliana vuelve sobre el tema. “Yo tuve la suerte de que me agarró la pandemia en este momento, pero las chicas del grupo no. Lorena tiene un nene de un año y medio, los de Carina tienen creo que 5 y 8. Laura tiene un nene de 5 años y medio. Ellas fueron a trabajar desde el día cero, todos los días, sin parar. Con marido, sin marido. Los maridos ayudaron muchísimo, seguro, pero todas lo resolvieron y fueron a trabajar”, destaca.

–¿La maternidad te hizo ver las inequidades en la carrera científica?

— Es verdad, yo hasta el momento de tener mis hijas pensaba que era lo mismo, que yo no tenía ningún tipo de cuestión de género que me cambiara mi trabajo, y es verdad que cuando nacieron mis hijas, bueno, al otro día de que nació, una se da cuenta de que ahora no puede ir a trabajar. Es increíble, porque mi mente realmente no estaba preparada. Yo no sé qué pensaba, por ahí porque yo no tenía ningún formato, no había escuchado. Cuando yo di mi tesis doctoral, estaba de ocho meses y medio. No había armado el bolso hasta el otro día. Nadie me estaba diciendo “mirá que ahora tu vida cambió”. Lo fui viviendo con la práctica, con lo que me fue pasando. Y siempre fui muy exigente con el trabajo, y al día de hoy lo soy. Esto lo hablé en una charla de feminismo. Nosotras tenemos todos los derechos, pero tenemos que también saber que al no estar en el trabajo, perdemos. Tenemos que tomar como un gran derecho poder estar ahí. Si una quiere estar ahí, ese es el tema muy complicado para el liderazgo. Una reivindicación importante, o algo a que luchar, para mí, es que la licencia por maternidad sea obligatoria para los dos sexos. No sólo tener la licencia, sino que sea obligatorio que la tomen ellos también, entonces ahí sería igualitario.

–¿Cómo nació el proyecto de desarrollar una vacuna propia?

–Cuando empieza la pandemia, nos llamaron desde el Ministerio de Ciencias a todos los investigadores con este problema. En esa primera reunión, lo que necesitaba Argentina muy rápido era test de diagnóstico porque no había. Se habló de eso y se habló de vacunas. Yo siempre trabajé en vacunas, en desarrollo de vacunas, compuestos para la administración de vacunas. Desde mi tesis doctoral hasta el día de hoy, en diferentes tipos de vacunas, contra la brucelosis y contra otras enfermedades infecciosas. Nuestro grupo siempre trabajó en estos temas. La verdad es que en ese momento no se sabía mucho del virus. Yo iba a trabajar en lo que fuera para aportar. Había que hacer diagnóstico, estábamos todos tratando de ver en qué podíamos ayudar, si bien ese era nuestro expertise, no propuse una vacuna porque una sabe que es un proyecto que necesita mucho financiamiento, muchos recursos, puede ser a largo plazo. Ni me animé a poner eso sobre la mesa. Sí dije “para cualquier cosa que necesiten, nosotras somos inmunólogas, así que si hay que poner a punto técnicas… bueno, trabajemos en lo que haya que trabajar”.

Pero después se abrió el llamado a Proyectos covid, y ahí eran estrategias para covid. Y la verdad es que nosotras pensamos en qué podemos ayudar. Sí ahí era nuestro expertise. Ahí sí propusimos un proyecto para generar las herramientas para desarrollar una vacuna. No pusimos humildemente desarrollar una vacuna, porque para eso se necesitaba mucho más financiamiento del que se daba en ese subsidio. Y mucha más gente, pero bueno, sí de cómo generar las herramientas, que en ese momento no había, para hacer estudios para una vacuna. Estudios de respuesta inmune en ratones, producir las proteínas recombinantes en laboratorio, todas las cosas que hicimos… Probamos diferentes prototipos todo el año pasado, tratando de buscar en ese momento cuáles eran las capacidades de Argentina, dónde se podía producir eso. Porque realmente nunca lo pensamos a ese proyecto desde un trabajo de paper, sino en qué cosas se podían hacer en la Argentina. Creamos las herramientas para estudiarlo y, acompañados por la Agencia Nacional de Promoción Científica y el Ministerio de Ciencia, en reuniones con diferentes laboratorios, para ver quiénes podían empezar a producir el prototipo y más o menos en diciembre empezamos a trabajar con una empresa argentina, que están produciendo los prototipos que nosotros encontramos en el laboratorio y empezando a ver cómo se escala y se produce. Cuando se termine la fase preclínica, con ensayos de toxicidad y cosas que se piden, se podrá empezar una fase uno en humanos, lo más pronto que se pueda. Para eso también se requiere mucho más financiamiento del que tenemos y eso es lo que estamos tratando de buscar.

–Sé que no te gusta hablar de tiempos, pero debo preguntar si hay una estimación.
–Hay que tener mucho cuidado con los medios, ante esa pregunta. Si todo sale perfecto, si consigo todo el financiamiento, si fuera un estado perfecto y todas las capacidades, uno dice un año y medio. Pero después te encontrás con la realidad, y no es eso.

–¿Ustedes también se encargan de buscar el financiamiento?

–La verdad que sí. Siempre tenemos el acompañamiento del Ministerio, de la Agencia, pero no es lo mismo. Ellos tienen un montón de proyectos, y bueno, nuestra cabeza está todo el tiempo pensando en el plan A, plan B, plan C. Entonces, si ahora hacemos esto, estoy viendo ahora cómo hacemos en seis meses para conseguir la plata para la fase siguiente. La verdad que sí. Ahora, con las reuniones con la empresa, somos el grupo entero viendo, de una forma más coordinada, más contenida, cómo se van a hacer esos ensayos clínicos, cuántas personas se van a necesitar, dónde se van a hacer. Ahí ya tenemos más infectólogos y gente más especializada, además de nosotros y nosotras. Todavía no tenemos para delegar y que yo me encargue solo de la mesada y me olvido porque… Para nosotros, realmente es algo que creemos que es posible, pero la única forma posible es ponerle todo, todo lo que podamos.

–¿Qué tipo de vacuna es?

–Se parece a la de hepatitis B, que se dan los chicos o a la de HPV. Son proteínas recombinantes puras, con un compuesto coadyuvante. Son más clásicas, es tecnología convencional, que ya se usó en bebés, en embarazadas, es un formato muy conocido.

–¿Alguna vez te imaginaste desarrollando una vacuna en medio de una pandemia?

–No, yo nunca me imaginé nada de lo que soy ahora. Cuando miro para atrás, sí veo que mi vocación era muy profunda, porque yo leía, y era el lugar donde me sentía segura y tranquila, el mundo de la biología, los libros de las plantas y de Jacques Cousteau. Era un mundo que a mí me tranquilizaba, donde yo estaba tranquila y muy contenta. Cuando voy para atrás miro y digo: qué impresionante. Los libros que yo leía, veo a mis hijas que no leen esos libros. Era algo que me encantaba, y creo que me tranquilizaba, me sentía muy cómoda en ese lugar. Pero a diferencia de mucha gente que dice “yo dentro de 20 años quiero ser director de esto” o “yo quiero ser ministro”, o habla de su futuro en un lugar de liderazgo, yo nunca lo pensé así. Siempre es lo que quiero en el momento, muy decidida, en el sentido de que esto me encanta y ahora, como grupo, queremos hacer esto y me parece que es importante, pero nunca pienso  en mí como persona de acá a diez años.

–Resulta inevitable preguntar por la vacuna Soberana, de Cuba…

–Ese ejemplo sirve para Latinoamerica, justamente porque con tan pocos recursos, pero con una decisión política muy fuerte y con todos los recursos puestos en eso y la gente trabajando para un objetivo común, no se quedaron esperando que el problema se lo solucione otro. Al pensar o saber que nadie lo va a resolver, se avanza con un plan A, B, C. Para un país, es importante. Es importante lo que pasó en Argentina, donde se van a producir vacunas de afuera. Perfecto. Me parece bárbaro. Yo me puse muy contenta. Pero tener un plan B para un futuro por si esto no funciona, es re importante y un plan C, además de esto, por si nosotros tampoco avanzamos. Hay que tener diferentes opciones.

–Esa decisión se resalta a la luz de las dificultades que hay en el mundo para la distribución de vacunas.

–Seguro. Justo estuve hablando con el Ministerio de Salud. Y ellos mismos me dijeron eso. Yo les decía que para mí este proyecto involucraba todas las áreas. Es un plan estratégico que es transversal, porque es salud, es ciencia y tecnología, es defensa y es producción. Y me dijeron: “Y es economía, Juliana, también” y yo dije “sí sí, es verdad”. Pero hay que pensar nosotros no trabajamos para la semana que viene, porque es imposible hacer una vacuna en esos tiempos. Sí podemos trabajar de una forma acelerada para un año y medio, porque tampoco sirve hacer una vacuna de covid para cinco años, como antes pensábamos una vacuna de Chagas o de tuberculosis. En este formato sí tenemos que acelerar de alguna forma el trabajo y el financiamiento, hay que hacerlo tranquilos, pero tampoco para dentro de cinco años, porque no tiene tanto sentido.

–¿Considerás que sería una solución la liberación de patentes?

Me parece que en una cuestión de pandemia, compartir todas las tecnologías tiene un sentido humanitario fundamental. Igual las empresas van a seguir ganando, porque la gente tiene que saber que por más que vos liberes las patentes, la tecnología fina, el formato de cómo hacerlo no es tan fácil. No es que porque uno lea la patente lo puede hacer. A nosotros nos pasó que cuando desarrollábamos la vacuna, que nos teníamos que fijar. Si está patentado, eso no lo podemos usar porque después va a ser muy complicado. Y sí nos frenó en el diseño de la nuestra, para que después que no tengamos problema de patente y no podamos usarlas. Eso es verdad, pero la verdad es que no es tan fácil copiar, por más que Moderna libere la patente de cómo lo hacen, es muy difícil poder hacerlo. Sí es verdad que usar la idea y pensar para algo, mejor o peor, sí es bueno. No es que liberan las patentes mañana y Argentina puede hacerlas. Eso no se puede. Lamentablemente, si vos sabés cómo trabajan las empresas, cómo son las tecnologías, el grado de control y formato de cómo se hacen las vacunas, es algo muy fino, que no se hace de un día para el otro.

Lo mismo nos pasa a nosotras como investigadoras. Nosotras si hacemos algo de la vacuna, va a ser el diez por ciento del proceso de una vacuna, lo que uno puede hacer en un laboratorio de investigación es muy chico en comparación del proceso que sigue después, en una empresa. Ojalás se pudiera hacer en el Estado pero no están esas capacidades actualmente, para todo el proceso de producción y escalado del producto que es una vacuna. Eso lleva otras capacidades muy grandes, recursos, una planta con aprobaciones de ANMAT, con producción de buenas prácticas de manufacturas. No es como hacer un producto de galletitas, es distinto, es algo con un proceso tecnológico muy fino. Es importante remarcar es que nosotros podemos ser buenísimos investigadores, pero después hay otra parte de un trabajo muy grande, que es toda la capacidad de producirla, de manufactura. Y si te fijas, el problema que está habiendo en el mundo es que no están llegando a producir las cantidades que se necesitan, porque eso requiere también puestas a punto, un montón de tecnologías y cosas que no son fáciles de hacer en un mes.

–Se escuchó en los últimos tiempos un discurso antivacunas que permea en una parte de la sociedad ¿qué respondés a eso?

–Yo creo que siempre hay que hablar con datos, y me parece que los datos son abrumadores. Si uno ve los datos, las curvas desde que se aplica una vacuna en el calendario en el mundo y cómo se baja la incidencia de una enfermedad, me parece que no hay discusión posible. En el sentido de que es 100 por ciento o 99,9 por ciento. Es abrumador cómo baja la muerte y la incidencia de una enfermedad luego de la aplicación de la mayoría de las vacunas que nos damos con el calendario. Con lo cual, mirando esos datos, no sé qué discusión puede haber. Me da lástima, pero creo que esta pandemia muestra eso. Mi generación es una generación que no vio, o hasta ahora no había visto cómo una enfermedad infecciosa disminuía con la vacuna. Porque la generación de mi abuela vio la polio, vio a su hermano morir de polio y después a sus hijos no morir de polio, gracias a la vacuna. Es una generación que vio que luego de la aplicación de una vacuna, la gente se dejó de morir y de tener secuelas. Ojalá veamos cómo con la aplicación de esta vacuna disminuye la enfermedad, que ya se está viendo en Israel. Me parece que la discusión ya va a ser más ficticia. Porque la decisión de las vacunas es una decisión como comunidad. No somos individuos, somos parte de una comunidad y por más que mi hijo tenga una buena respuesta inmune, si el compañerito que va al jardín no la tiene, la decisión no la tengo que tomar yo como familia, la tengo que tomar como sociedad. Las vacunas son una forma de hacer justicia social.

–¿Quién promovió esa inclinación por la ciencia de tu infancia?

–Mi abuela y mi abuelo… Ellos, siempre. En la primaria, sobre todo, porque yo en la secundaria dejé de ser tan nerd, para poder insertarme en la sociedad. No leí libros de ciencias. Pero sí me acuerdo en la primaria que yo tenía el libro del investigador, la lupa, todo eso. Mi abuelo me acompañaba, íbamos a la librería juntos, y yo me quedaba horas con él mirando los libros y después él alguno me compraba. En mi casa, en lo único que les interesaba gastar era en libros. Risas.

–¿Cuánto tiempo estuviste secuestrada cuando eras niña?

-Esa cuenta no la saco todavía. Pero le puedo preguntar bien a mi hermana y después te digo, yo tengo un tema con olvidarme las cosas, se ve que es a propósito. Pero casi dos meses. No sabemos dónde estuvimos. O sea, no sabemos.

–¿Declaraste en algún juicio?

–Fuimos para hacer la causa de Campo de Mayo, pero después no nos volvieron a llamar. Hice una declaración. Después voy a sacar bien la cuenta y te la voy a decir exacta, porque mi hermana se enoja. Hasta hace poco, yo ni siquiera decía que nos habían secuestrado a nosotras, decía que mis padres fueron secuestrados. Y mi hermana me dice: “Juliana, nosotras también”. Ah bueno, sí sí sí. Es como que lo olvidaba. En realidad, saben que aparecimos ahí el día que nos encuentran. No es que aparecemos. La historia es que mi tío abuelo Pochocho estaba buscando porque su hija había desaparecido con el marido, y el nieto, Arturo, tenía un mes. Entonces, él estaba llamando a todas las comisarías, a todos lados, averiguando por el nieto, que ya se lo había quedado un comisario y lo recuperó. Y en la Casa del Niño, de La Plata, le dicen acá en este lugar hay dos hijas nada más. Y corta. Y la esposa le dice “¿vos no preguntaste cómo se llamaban las chicas?”. No. Llama de nuevo y ahí les dicen Juliana y Rosana. Y ahí se dan cuenta de que habían desaparecido mis papás. Porque como estaban escondidos, ellos estaban clandestinos, ya no tenían contacto con la familia. Y ahí al otro día nos fueron a buscar y éramos nosotras.

–Para mí es muy simbólico que vos, con tu historia, seas quien está desarrollando esta vacuna.

–No sé, creo que hay mucha gente como yo, aunque no tuvo la historia, que tiene la misma forma de pensar. Creo que yo nunca quise ser una víctima… Por eso es casi todo lo que hago.

Juliana responde las preguntas, y también se queda pensando. “Esto que te digo de no ser víctima también lo aplico con todo. Me parece que empoderarse también es decir bueno, con todo esto que me pasa, y con todo esto que me cuesta, aunque tenga hijos y sea difícil, voy a tratar de hacerlo. No el pensamiento ‘ay bueno, porque yo, pobre, entonces no me queda otra’. Me parece que nuestro derecho casi es el hacer lo que queremos, lo que nos gusta”. Y destaca que eso es siempre con dificultades.

Casi al final, Juliana regala una reflexión. “Otra cosa interesante desde el punto de vista de la biología, que es lindo, es que en realidad, lo que vos generás con las vacunas es memoria. Justamente, entonces si hacés un juego de palabras, sí tiene que ver un poco con mi historia. Porque justamente el cuerpo recuerda, y es la respuesta de memoria la que te protege. Entonces, también hay una cosa ahí, si la querés mezclar. Sin haberlo querido, porque yo esto nunca lo pensé. Siempre me gustó hacer esto, trabajar en vacunas, en algo de la vida y de salvar, independientemente de quién sea. Pero si lo pensás, justo es una palabra que usamos los inmunólogos todo el tiempo y que también define a mi familia”. 

Fuente: Sonia Tessa para www.pagina12.com.ar

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