Los desafíos estructurales de la educación en la Argentina se profundizaron durante la pandemia: no se trata sólo de que el ciclo lectivo haya transcurrido casi enteramente de manera remota -y por lo tanto, de que muchas y muchos no hayan accedido a la cursada virtual-, sino también de la pérdida de distintos espacios y vínculos relacionados con la presencialidad.
La falta de conectividad, de dispositivos aptos, de lugares adecuados en los hogares y de recursos materiales para acompañar el aprendizaje afectaron no solamente a las y los estudiantes, sino también al personal directivo y a docentes de todo el país.
En Infancia en Deuda nos propusimos una serie de entrevistas para analizar las problemáticas históricas y coyunturales vinculadas con el derecho a la educación, para poner la lupa sobre las políticas que se llevaron adelante hasta ahora, y para pensar las necesarias para el futuro.
En esta cuarta entrega conversamos con Cora Steinberg, especialista en Educación en UNICEF y Profesora en la Universidad Pedagógica (UNIPE). Realizó investigaciones sobre desigualdades sociales, territorio y educación con el enfoque puesto en datos georreferenciados y análisis multidimensional.
¿Cuál es su balance sobre la gestión educativa durante el ciclo lectivo 2020? ¿Qué aprendizajes dejó un año de educación casi enteramente virtual?
Hacer un balance sobre la gestión es todo un desafío, porque 2020 conllevó la reorganización del servicio educativo en un contexto de emergencia epidemiológica. A la distancia, se valora el enorme esfuerzo que se hizo. En la Argentina hay heterogeneidad y desigualdad de condiciones, la enseñanza y el aprendizaje se dan en contextos muy desiguales. El desafío durante el año pasado fue sostener el contacto.
Tenemos elementos muy robustos para dar cuenta que, a pesar de la dificultad, hubo logros. Desde UNICEF llevamos adelante tres encuestas a hogares que nos permitieron tener una muestra nacional amplia, no solo en materia educativa sino también en la forma en la que la pandemia impactó en otras dimensiones. Hubo un impacto muy concreto que se dio sobre todo en la situación de los lugares de menores recursos. Algunas políticas sociales cumplieron un rol muy importante, pero también se comprobó que hubo un crecimiento en la pobreza y la indigencia que fue muy significativo: se habla de “infantilización de la pobreza” porque hoy 6 de cada 10 chicos viven en situación de pobreza.
En materia educativa se identificó una capacidad importante del sistema de sostener la continuidad educativa en condiciones excepcionales, porque lo que pasó el año pasado fue una situación de emergencia, no una educación a distancia pensada y planificada. Los datos muestran que en más del 95% de los hogares, las chicas y los chicos continuaron vinculados a las escuelas. Esto es un logro que evidencia el esfuerzo de las y los docentes, no docentes, directivos y las gestiones educativas en todo el país. Pero la evidencia también muestra que chicos y chicas de contextos marginalizados o zonas con baja conectividad, como las rurales, no lograron continuar actividades pedagógicas con frecuencia significativa. Se estima que un millón de chicas y chicos no logró continuar. Esta es la antesala del abandono escolar.
¿Cuáles son los principales desafíos para el 2021?
Hacia el final del 2020 se evidenció que los países que no cerraron las escuelas tuvieron una tasa muy baja de transmisión de virus en el contexto escolar. Tanto entre niños y niños, como entre niños y adultos. Ese fue un aprendizaje muy importante. Respecto del impacto de la situación emocional de los chicos más chicos y de los adolescentes, aprendimos que, en estas situaciones, la salud mental de los niños se va comprometida. Desde UNICEF alertamos muy tempranamente sobre esta realidad, y, cuando empezamos a medir estos impactos, vimos que entre un 40 y un 50% de los chicos y las chicas cambiaron sus hábitos alimenticios durante la cuarentena. Además, un 47% mostró tener pensamientos negativos. Todas estas variables afectan mucho las posibilidades de aprender.
La escuela es el espacio de encuentro donde se consolidan los procesos de enseñanza y aprendizaje. El bienestar es una de las partes claves del desarrollo de niñas y adolescentes. Nosotros estamos empujando la importancia del encuentro, la presencialidad, el sostenimiento del contacto. Con toda la evidencia sobre la mesa, ya no hay discusión sobre la prioridad de la vuelta a las clases presenciales.
Como usted describió, la situación en la Argentina es muy desigual en materia económica y de acceso a la educación y la conectividad. ¿Qué sectores y comunidades están en mayor desventaja?
Las políticas educativas siempre tienen que ser equitativas y generales garantizando la presencialidad para todas las escuelas, pero en contextos más comprometidos es difícil asegurar los recursos que necesitan los chicos y el acompañamiento que requieren. Además de los sectores urbanos, donde hay grandes concentraciones de pobreza, existen grupos específicos como el de los chicos y chicas con discapacidad, que requieren de acompañamiento y cuidados particulares. En ese sentido también identificamos grupos indígenas que frente a la situación epidemiológica y a no contar con servicios sanitarios próximos, se han distanciado de la oferta de los servicios educativos. El ámbito rural, que lo conocemos mucho, dispone de pocos recursos y las distancias son muy grandes. Es prioritario llegar con los distintos materiales y estrategias. Otro grupo vulnerable es el de los hijos e hijas del personal esencial, sobre los que se habla poco. Es importante asegurar que puedan sostener un servicio educativo que sea afín a su situación familiar.
¿Con la vulneración de qué otros derechos interactúa la falta de acceso a la educación?
La escuela no es sólo el espacio de consolidación de los procesos de aprendizaje, sino también de cuidado y garantía del bienestar. Hay un porcentaje importante de escuelas en sectores vulnerables donde los chicos y las chicas se aseguran sus comidas diarias, por ejemplo. Un segundo derecho tiene que ver con la mirada del cuidado: muchas veces la presencia de la escuela da seguimiento a vulneración de derechos como la violencia sexual y el abuso. Hay profesionales en las escuelas que pueden detectar e intervenir en estas situaciones. Esa mirada de los docentes sobre la situación de las chicas y los chicos se cortó.
¿Qué rol considera que deberían tener las organizaciones y la sociedad civil en este contexto? ¿Cree que se ha transformado este rol durante el último año?
Hay muchas situaciones de emergencia que no son nuevas, que son históricas y, en algunos casos, lamentablemente, crónicas. La sociedad civil de base siempre tuvo un rol importante en acompañar y trabajar con las escuelas. Me parece que el rol no ha cambiado especialmente, ha sido enorme el trabajo que han hecho y también hay un nuevo desafío que tiene que ver con identificar estos chicos y chicas que se distanciaron de la oferta educativa para poder volver a construir esos puentes y asegurar que cumplan con su derecho a la educación. El 2021 ese entramado de organizaciones va a ser central para acompañar y apoyar en el marco de las distintas políticas que se están llevando adelante.
¿Qué particularidades tiene la región latinoamericana en materia educativa y qué cree que distingue su situación de la de otras regiones?
Lo que nosotros vemos desde una organización global, en las distintas reuniones que fuimos manteniendo, es que hay cuestiones muy comunes que atraviesan a varios continentes donde la característica saliente son las desigualdades por la pobreza. Hay un gran esfuerzo en todos los países por generar la confianza y los roles en pos de asegurar el derecho de los chicos y las chicas. Los desafíos más grandes giran en torno a asegurar y proteger los recursos, y la inversión en el sector educativo. Eso nos atraviesa a nosotros como región y a otras regiones: hay que garantizar y sostener condiciones seguras en las escuelas, también acompañar el trabajo de los directivos y los docentes, acelerar el proceso de integración de las nuevas tecnologías para potenciar lo que estas herramientas traen para cerrar brechas de desigualdad entre docentes y estudiantes.
¿Qué modelo de gestión educativa en el contexto de la pandemia considera rescatable? ¿Hay alguna medida en particular que se haya tomado en otros países que sería pertinente aplicar en la Argentina?
Una estrategia que nosotros venimos empujando desde UNICEF es el trabajo en red entre las escuelas. Cuando las escuelas arman redes y comunidades de aprendizaje y trabajan de manera conjunta para resolver los desafíos, hay avances muy significativos. Esa es una pista que en muchos países se está llevando adelante: democratizar el acceso a los servicios y recursos digitales, plataformas que permitan promover espacios virtuales de enseñanza y aprendizaje. Hace falta avanzar en la digitalización de algunos de los recursos, lo cual ayuda a sostener la educación en lugares donde aún no llega bien la conectividad. Cuadernillos, libros, útiles escolares, radio y televisión son estrategias que completan estos procesos.
En este contexto la posibilidad de darle más autonomía a los centros escolares es muy importante. En un contexto de gran disparidad de realidades territoriales, quienes más conocen de cada una de sus instituciones son los directivos y sus equipos de docentes. Hay que volver a la conversación de lo local y lo central, pilar importante volver a construir un espacio de diálogo con cada una de las instituciones.
Fuente: http://infanciaendeuda.org