domingo, abril 28, 2024
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La escuela cruje, Alberto C. Taquini

Después de siglos con éxito, la escuela como célula del sistema cruje y va hacia un cambio radical. En esta cuarta parte del siglo XXI se ha acelerado el desarrollo científico-tecnológico, democratizado, entre otras cosas, por la tecnología exponencial (relación potencia-costo), la conectividad y la inteligencia artificial.

En simultáneo, esta aceleración convivió con el sentir mundial durante la pandemia de Covid-19, que ha marcado un punto de inflexión hacia el cambio de era que se vislumbraba a fines del siglo XX. La pandemia y su pausa dieron tiempo de reflexionar y de redefinir muchas actividades para reiniciar una nueva vida social. También potenciaron la vivencia de las personas como partícipes de sentir el mundo a través de la comunicación virtual que superó el cara a cara.

La pandemia sentenció el game over a la inercia retardataria en las reglas de instituciones que limitan la acción humana. Algunos sectores superan la resistencia a evolucionar y muestran nuevos rumbos, otros todavía están adormecidos. La educación formal es uno de los ámbitos más inmóviles; sin embargo, en su sector no formal ya emergen nuevos y eficientes formatos. Es necesario hacer borrón y cuenta nueva para la vieja educación. Disipar la incertidumbre sobre las herramientas novedosas para el aprendizaje es clave para dar respuesta a los desafíos. Reiniciar sin cambio sería malo. Hay que barajar y dar de nuevo hacia nuevas realidades.

Las personas de contextos heterogéneos, unidas en comunidades virtuales que superan las culturas y fronteras nacionales, generan nuevas formas de experimentar su relación global. Esta mirada global aparece desde diversas aproximaciones. El papa Francisco, en la encíclica Laudato si’, propone el cuidado de nuestra casa común construyendo una comunidad fraterna. Pero también Xi Jinping entiende la globalización económica como requisito objetivo para el desarrollo de la capacidad productiva de la sociedad y un resultado del progreso científico y tecnológico.

Por eso es clave preguntar para qué sociedad se quiere educar y cómo hacerlo en un contexto cultural y tecnológico en el que la información no solo reside en las personas o los libros. El acceso personalizado a la nube y sus múltiples contenidos es un componente fundamental en la democratización cultural y en el aprovechamiento y registro de los aprendizajes. Como ejemplo se dispone de un soporte tecnológico capaz de almacenar y registrar en tiempo real la caracterización y los movimientos de la población mundial con sus desplazamientos internacionales. Procedimientos equivalentes son de aplicación para el uso trasnacional de contenidos y aprendizajes con el correspondiente registro y la acreditación de logros con la huella.

La inteligencia artificial (IA) ha permeado significativamente la vida cotidiana, transformando la forma en que interactuamos con el mundo y convirtiéndose en un elemento omnipresente en lo cotidiano. Entre otras cosas, la IA ha transformado cómo se interactúa con la tecnología en el hogar con dispositivos domésticos inteligentes; en el ámbito de la salud, ha demostrado su valía en el diagnóstico médico, permitiendo una detección temprana y precisa de enfermedades, y también resultó eficiente como asistente virtual en nuestros teléfonos y en la optimización de nuestras experiencias en redes sociales. La computación cuántica es crucial en el manejo de la nube, por su capacidad para realizar cálculos exponencialmente más rápido, brindando soluciones más poderosas a los desafíos tecnológicos y, por ende, potenciando la IA para concentrar la búsqueda y sistematización de contenidos de calidad.

En el ámbito educativo, la IA revolucionará el proceso de aprendizaje. Plataformas con inteligencia artificial ya procesan cursos de lengua y matemáticas para niños de 6 a 9 años, que con amigabilidad, estética y empatía captan el interés del aprendiz. Estas plataformas son de aplicación a materias y cursos, lo que las extiende a todo contenido. La secuencia registrada de los logros se convierte en evaluadora de metas. La existencia de estos recursos determina un enfoque del sistema educativo inverso al tradicional, ya que se llega al contenido por la plataforma y el aprendiz interactúa directamente con ella –herramientas como el ChatGPT y Google Bard habilitan el diálogo sin programación rígida–. Por ende resulta necesaria una reforma en el rol docente para atender al niño en los aspectos que encaucen y potencien las habilidades blandas con apoyo socioafectivo. La formación docente debe redefinirse por estas nuevas demandas y enfocarse en el acompañamiento de este proceso donde la instrucción no tiene un rol central.

En este sentido, lograr la libertad académica y normativa es determinante para destrabar la resistencia al cambio educativo. El reciente ejemplo chino, que prohíbe la formación extraescolar, ilustra las políticas educativas monopólicas y centralizadas que, atendiendo a múltiples intereses, retardan la transformación y la diversidad educativa. Por eso los procesos desreguladores aceleran el inexorable avance tecnológico, habilitando experiencias transformadoras de rápida aplicación. En el contexto político de la Argentina, donde las elecciones se avecinan, es alarmante que estos enfoques disruptivos no estén en la agenda de los líderes políticos ni en el debate público. Parece que la urgencia impide pensar y actuar para abrirse a un futuro que es una realidad en otros sectores y llegará pronto a la educación. Esta falencia excluye a los ciudadanos de la formación necesaria para actuar en las transformaciones en el empleo, el entretenimiento, la salud y la vida cotidiana en general.

La lentitud en los cambios en la educación formal y la capacidad creadora de los individuos ha abierto espacio para la aparición de la educación no formal, y en la actualidad existe una significativa competencia entre ambas formas de aprendizaje. No todo se reduce a lo que ocurre en las escuelas y las universidades. Se aprende en plataformas de idiomas, tecnología, diseño, comunicaciones, etc. La calle golpea la puerta del Palacio Pizzurno desde hace tiempo diciéndole mal don, vamos por otros caminos. La formación del capital humano es la clave para el progreso de una sociedad, por eso se necesita una visión propositiva y política que avance hacia la innovación educativa.

El futuro de nuestra nación depende de cómo se responda a este game over al sistema educativo, en la búsqueda de nuevos y distintos caminos para lograr la necesaria transformación educativa. Para estás metas asumamos el reto de Ortega y Gasset: “Argentinos, a las cosas”, y avancemos.

Fuente: www.lanacion.com.ar

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