Hay bastante consenso, entre especialistas educativos de la más diversa extracción, en que la gestión educativa nacional del macrismo ha sido hasta el momento la peor desde 1983. Con poco menos de cuatro meses por delante de gobierno, y con la continuidad de Mauricio Macri seriamente cuestionada por los resultados en las PASO, se puede hacer una caracterización general de esta gestión.
Podríamos afirmar que el sistema educativo argentino está sobrefederalizado. Con esto quiero decir que, a partir de las leyes de transferencia de los servicios educativos (las escuelas) a las jurisdicciones provinciales (que analizamos acá), el sistema educativo argentino quedó bastante desarticulado en 24 subsistemas. Esto llegó al colmo en la década a caballo entre los siglos XX y XXI, momento en el que esto había llevado a que un niñx que comienza su escolaridad, supongamos, en sala de 5 de nivel inicial, podía tener más de 50 recorridos diferentes, según qué provincia y qué escuela dentro de cada provincia.
La Ley de Educación Nacional aprobada en 2006 –con el apoyo de buena parte de lo que hoy es Cambiemos– se concentró en reorganizar el sistema, unificar la oferta en todo el país, y reconcentrar funciones en el Ministerio de Educación de la Nación, que a partir de los 90 se había transformado en un “ministerio sin escuelas”. Junto con eso, y con la inédita inversión y dotación de personal técnico del Ministerio nacional durante el kirchnerismo, el Estado nacional recobró un protagonismo que había sido abandonado. Esto redundó, en términos generales, en un acompañamiento más personalizado (de la Nación a las provincias, que es donde están las escuelas) de un catálogo muy amplio de programas socioeducativos, pero también en distribución de material. El Programa Conectar Igualdad, aunque no fue –ni mucho menos– la única iniciativa educativa del kirchnerismo, es el ejemplo más paradigmático. También pueden mencionarse el Canal Encuentro y Paka Paka como usinas de contenidos audiovisuales con un sentido educativo claro; el programa de formación docente continua “Nuestra Escuela” que ofrecía cursos gratuitos para docentes de todo el país, mediante plataforma virtual y desde el Instituto Nacional de Formación Docente, entre muchas otras líneas de acción.
Pues bien, como explicamos acá, a partir de febrero de 2017 comenzó un proceso de desmantelamiento total de esta estructura. Los programas socioeducativos quedaron reducidos a una expresión técnica mínima, y funcionan a demanda de las provincias. Los fondos destinados a ellos, para decirlo en términos simples, se redujeron pero además se giran a las provincias sin compromiso de que se utilicen efectivamente para estas iniciativas. Por otro lado, se eliminaron las direcciones de niveles (inicial, primaria, secundaria) y modalidades (jóvenes y adultos, contextos de encierro, educación intercultural bilingüe, entre otras). El Instituto Nacional de Formación Docente y el Instituto Nacional de Educación Técnica fueron completamente vaciados de sus capacidades técnicas y de asistencia.
En los hechos, esto devuelve a las provincias la completa autonomía sobre su accionar. De manera que las provincias más ricas –y/o con mayor voluntad política jurisdiccional– quedaron libradas a sus capacidades y voluntades para formar mejor a sus docentes, fortalecer su educación común, técnica, especial, etc. Por otro lado, las provincias perdieron las referencias técnicas nacionales para implementar acciones aprobadas por el Consejo Federal de Educación –organismo central decisor de la política educativa nacional–. Esto devolvió –como a principios de los 90– a las provincias a una situación de desigualdad técnica y presupuestaria. Luego de los esfuerzos reorganizadores y centralizadores de la década 2006-15, Argentina volvió a ver fragmentado su sistema educativo en 24. Y Pizzurno (junto con sus dependendencias en avenida Santa Fe y calle Saavedra de la ciudad de Buenos Aires) se convirtió en un páramo.
Los números más importantes del presupuesto educativo analizados, a excepción del destinado a Evaluación, están en rojo. Lo describimos acá, con información dura aportada por Alejandro Morduchowicz, Leandro Bottinelli, Mercedes Montaña y varias universidades nacionales. A modo de síntesis:
Presupuesto total: En 2015 el presupuesto educativo a cargo del Estado nacional fue del 1.59% del PBI (el resto estaba a cargo de las provincias, hasta alcanzar el récord histórico de 6.07%). En 2019 el presupuesto educativo a cargo de Nación equivale al 1.24% del PBI (-22%). Además, se confirma una tendencia elocuente: en 2019, por cada peso destinado a la educación, se destinan 3.3 al pago de la deuda externa.
Becas Progresar: Se pasó de 790.000 asignadas en 2015 a 536.000 en 2018 (-32%). Además, los montos de la beca permanecen congelados en los de 2018.
Formación Docente: De $ 1.345 millones en 2016 a $ 483 millones en 2019, en términos reales. Además, se promovió el cierre de institutos de formación docente a nivel federal, política que llevaron adelante las provincias más alineadas con Cambiemos: Jujuy, Mendoza, Provincia de Buenos Aires y CABA.
Salario docente: Reducción de un 67.1% real (tomando como parámetro la Canasta Básica Total) desde que asumió el macrismo, si tomamos a una maestra madre soltera. Para el caso de una familia “tipo” (con ambos cónyuges docentes), la pérdida fue del 43.6%. Por otro lado, un informe de la Universidad de Belgrano en base a datos de la OCDE (que toma las pruebas PISA y elabora su ránking) sostiene que los salarios de los docentes argentinos se ubican en el puesto 36 de los 37 países relevados.
La única función que el macrismo pensó para el ministerio nacional fue avanzar a fondo con los operativos de evaluación. A pesar de que la evaluación de los aprendizajes es la política educativa de bandera del macrismo, se realiza periódicamente desde 1993. De manera que, en primer término, estas iniciativas no son una novedad de Cambiemos. Sin embargo, y en ausencia total de otras políticas, se transformó en la única línea de acción visible del Ministerio de Educación de la Nación. La encargada de esta área es Elena Duro, una de las solitarias técnicas de carrera en un ministerio con funcionarios sin trayectoria en el campo educativo. Su designación es elocuente y, en vistas a cómo se desarrolló la política educativa, comprensible: la única línea de acción fuerte está a cargo de prácticamente la única funcionaria política formada en todo el Ministerio de Educación de la Nación.
En 2019 el macrismo presentó con euforia una “mejora en los resultados de Lengua” en las Pruebas Aprender (el nombre que le dio esta gestión al antes llamado Operativo Nacional de Evaluación). Lo cierto, como argumentamos acá, es que no había ninguna posibilidad de que esa mejora se debiera a políticas educativas de Cambiemos. La funcionaria a cargo no hizo declaraciones públicas acerca de cuáles podían ser las causas de esa “mejora”. Extraoficialmente, obtuve información de diversas fuentes acerca de cambios en la metodología: “retocando” el instrumento de evaluación, los resultados “mejoran”.
Por otro lado, proliferaron de forma inédita las organizaciones no gubernamentales gestionando servicios educativos, frente al abandono estatal. Las ONG, a juicio de quien escribe, no son a priori perniciosas para el sistema educativo, si estuvieran reguladas y efectivamente cubrieran espacios a los que –por especificidad y flexibilidad territorial, digamos– al Estado le resultara difícil llegar. Lo cierto es que en Argentina, durante el macrismo, las ONG funcionaron como agencias tercerizadoras, fundamentalmente, de formación docente continua. El Estado nacional –y varios provinciales– delegaron en ellas, muchas veces sin ningún tipo de control, líneas de acción que deberían poder ser encaradas sin mayores problemas por el gobierno de forma directa (en función del personal docente y su capacidad profesional que, aunque heterogénea, tiene sectores tan fuertemente dinámicos como desaprovechados). Ana Castellani, del Observatorio de las Élites del CITRA, publicó un informe riguroso y completísimo acerca de cómo funcionan las redes oenegeístas dentro de la educación macrista.
Incluir en este apartado el tema ONG, Evaluación y estadísticas no es caprichoso. Volviendo a Elena Duro, ella es la encargada directa de garantizar el respeto al artículo 97 de la Ley de Educación Nacional, que protege estrictamente los datos personales –nominalizados, es decir, con nombres, apellidos, dirección, etc.– de todos los alumnos del país, además de los indicadores por institución. A pesar de ello, su propio gobierno, por medio de iniciativas legislativas, intentó modificar ese artículo para crear ránkings públicos de escuelas, e incluso algunas ONG de fuerte presencia empresarial ejercen lobbies para romper esa barrera. Y como si todo esto fuera poco, el propio Presidente de la Nación pidió violar la ley que su funcionaria educativa más capacitada trata de defender. Contradicciones de la burocracia estatal.
El macrismo tomó a los docentes como una de las “mafias” que se proponía desarticular con su épica del “cambio cultural” en Argentina. Se personalizó la guerra en la figura de Roberto Baradel, secretario general de SUTEBA (el sindicato docente más grande de la Provincia de Buenos Aires), para contraponerlo mediáticamente a la figura santificada de María Eugenia Vidal. Una serie sostenida de declaraciones agresivas –caída en la escuela pública, mafias, vagos, brutos, reemplazables por tuiteros si hacen paro, desactualizados, entre muchos otros calificativos– por parte del gobierno de la triple corona (Nación, Provincia de Buenos Aires y Ciudad de Buenos Aires) terminaron, podríamos hipotetizar, por minar la confianza de los docentes en Cambiemos. En la Provincia de Buenos Aires hubo problemas infraestructurales severos que terminaron con la muerte de dos compañeros que le preparaban el desayuno a sus alumnos en Moreno.
La contracara de esta agresividad fue coordinar con una corporación educativa mundial –la Fundación Varkey– la elección de un docente argentino para participar del “Nobel de la Educación”: el Global Teacher Prize. Por otro lado, también organiza el concurso “Maestros argentinos” al mejor equipo de trabajo. Indudablemente el reconocimiento de las buenas prácticas educativas siempre es positivo, pero cuando eso se transforma en una carrera de supervivencia del tipo “los juegos del hambre”, a falta de políticas de acompañamiento y valorización de la tarea cotidiana, termina siendo una puesta en escena banal y frívola que busca esconder una gestión gris que combina destrucción con intrascendencia.
El macrismo gestionó su educación como si estuviera en campaña, en vez de efectivamente gobernar el sistema. Dio completa libertad de acción a las provincias y utilizó el giro de partidas presupuestarias para disciplinamiento fiscal. Aunque esto no es una innovación del macrismo, desde ya, la gestión se limitó básicamente a eso desde diciembre de 2015.
Esteban Bullrich fue muy claro en dos de las oportunidades en que se expresó como ministro de educación, acerca de cómo se piensa la escuela desde el macrismo. Fue célebre su “No les hablo como ministro de Educación, sino como gerente de recursos humanos” en la 22ª Conferencia Industrial Argentina, en noviembre de 2016. Meses después, en el panel “La construcción del capital humano para el futuro”, en el CCK, lanzó su segunda “definición de doctrina”: “Tenemos que educar a los niños y niñas del sistema educativo argentino para que hagan dos cosas: o sean los que crean esos empleos […] crear Marcos Galperín [CEO de MercadoLibre y promotor de la desregulación laboral], o crear argentinos que sean capaces de vivir en la incertidumbre y disfrutarla”.
Como marco teórico, estas afirmaciones podrían debatirse para contraponer posturas, pero el gobierno cambiemita no fue jamás afecto, desde su asunción, a convocar a los diversos actores del sistema educativo para pensar la educación democrática y consensuadamente. Más bien se refugió en sus círculos de pertenencia –el empresariado– para lanzar sentencias aplaudidas por los propios (reflejo endogámico, nobleza obliga, que es un vicio usual en los distintos clusters del ambiente educativo). Lo cierto es que el sistema educativo real, y la escuela como institución emblemática tiene, como buena institución moderna, ciertas lógicas conservadoras que la “ponen a salvo”. No sólo de las malas ideas y de los espejitos de colores de quienes vienen a presentar –y vender– con nombres estrafalarios lo mismo que hacemos hace 100 años sino también, nobleza obliga nuevamente, de buenas ideas. El punto de esto es que hubo mucha inflación contradiscursiva frente a los dichos de Bullrich en función del poder de fuego real de una gestión que, justamente por sus propias limitaciones, tenía capacidades nulas de permear esos discursos a las prácticas de las aulas, a las ásperas realidades de las escuelas. Pero esto sería objeto de otro escrito.
El Frente de Todos, gran ganador de las PASO, es el único espacio político que avanzó en reuniones multitudinarias específicamente centradas en la agenda educativa. Muchos de los principales referentes de esas reuniones públicas formaron parte de la gestión kirchnerista, sobre todo de Cristina Fernández. De obtener la victoria en las elecciones generales, cabría suponer que los lineamientos macro intentarán retomar algunas iniciativas centrales desmanteladas por el macrismo. El desafío es, esta vez, la restricción económica: se vienen años en los que habrá que buscar soluciones creativas al endeudamiento macrista en un mundo muy diferente al que transitó el kirchnerismo.
Por otro lado, también sería deseable avanzar sobre algunas modernizaciones, especialmente de la carrera docente, para hacerla más dinámica y adecuada a las trayectorias académicas actuales, acompañando genuinamente y escalando las buenas prácticas detectadas, sin resignar los derechos adquiridos. Parece una quimera, e implica discusiones incómodas que todos los actores admiten en off pero omiten en on. Es opinión –completamente personal– de quien esto escribe que, de contar con un escenario favorable, se avance sobre algunos aspectos que le den un futuro más abierto y promisorio a los millones de chicas y chicos de nuestro país. De esa manera podríamos pasar de las políticas de inclusión física a una inclusión con educación de calidad (invirtiendo el sintagma “calidad educativa” donde el sustantivo es la calidad, para poner a la educación en primer plano).
Ojalá tengamos más días tan soleados.
Emilio Petorutti, “Pan y vino” (1941)Fuente: Manuel Jerónimo Becerra para https://fuelapluma.com/