Educación equitativa

La pandemia de COVID-19 (coronavirus) está generando una interrupción sin precedentes de la educación que pone en peligro el aprendizaje actual y los ingresos futuros de millones de niños de todo el mundo. Necesitamos con urgencia nuevos enfoques para respaldar inversiones, así como reducciones de la deuda para que los países puedan financiar la escolarización básica que se requerirá en los próximos años.

Incluso antes de la pandemia, ya existía gran preocupación por la magnitud generalizada de la “pobreza de aprendizajes”, es decir la incapacidad de los niños de 10 años de leer y entender un texto sencillo. 

En los países de ingreso bajo y mediano, alrededor del 53 % de los niños carecían de dichas habilidades básicas, y la proporción podría aumentar al 63 % después de la crisis. En el largo plazo, la actual generación de estudiantes puede perder ingresos por valor de USD 10 billones como resultado de la educación que habrán dejado de recibir.

Las consecuencias inmediatas para la educación son igualmente sombrías. Para 2021, las consecuencias económicas de la COVID-19 podrían sumir en la pobreza extrema a 150 millones más de personas, que se sumarían a los 689 millones que existen actualmente, con el consiguiente aumento del número de niños que no volverán jamás a la escuela. El aumento de la pobreza, en combinación con el cierre de escuelas, constituye una amenaza específica para las niñas.

Los datos iniciales indican que las tasas de deserción están aumentando, y que la probabilidad de que las niñas no regresen es mayor.  Se necesitan medidas urgentes ahora. Si no se adoptan iniciativas con determinación, el aumento de las desigualdades en los resultados educativos alcanzará un punto crítico.

La falta de medidas para abordar la deuda en la actualidad privará a una generación de niños de la educación y las oportunidades que les permitirían generar prosperidad para ellos y para sus familias.

Las excesivas cargas de la deuda y la disminución de los ingresos están obligando a los países en desarrollo a reducir las inversiones en capital humano. 

Los Gobiernos del Grupo de los Veinte (G-20) han realizado avances en materia de transparencia y alivio de la deuda. Este año, a través de su Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda, el G-20 ha implementado medidas temporarias con el objeto de poner en pausa el servicio de la deuda y liberar espacio fiscal para cubrir las necesidades urgentes relacionadas con la pandemia. No obstante, en ausencia de acciones más permanentes, las perspectivas de pobreza y los avances en educación siguen siendo sombríos.

La participación en las iniciativas de alivio de la deuda dista mucho de ser completa. Los Gobiernos del G-20 deben seguir instando a todos los acreedores de su jurisdicción, tanto públicos como privados, a que adopten medidas. Entre ellas, la modificación de las leyes que brindan protecciones excesivas a los acreedores e impiden reducir la deuda.”La falta de medidas para abordar la deuda en la actualidad privará a una generación de niños de la educación y las oportunidades que les permitirían generar prosperidad para ellos y para sus familias”.

El Banco Mundial está trabajando con países de ingreso bajo y mediano para acelerar la vuelta a la escuela y para sentar las bases de sistemas educativos más adecuados, más resilientes y más equitativos.  A través de su apoyo, el Banco pone énfasis en cuatro áreas:

  • En primer lugar, es necesario cerrar la brecha digital a fin de promover el uso eficaz de las herramientas en línea para el aprendizaje híbrido, y reducir las grandes desigualdades en los sistemas educativos.
  • En segundo lugar, los países deben acelerar su inversión en docentes calificados, proporcionándoles formación práctica para mejorar el aprendizaje y las habilidades.
  • En tercer lugar, la educación debe reflejar la importancia de las familias y la situación en el hogar, y garantizar la continuidad del aprendizaje tanto en el aula como en la comunidad.
  • Por último, la educación debe estar integrada en políticas más amplias orientadas a invertir en los jóvenes y protegerlos, y que contengan medidas para abordar la explotación, el abuso y el acoso sexual.

En todo el mundo, los países se están poniendo a la altura de este desafío, y están implementando nuevos enfoques e innovaciones. En Jordania, Filipinas y Turquía, se están elaborando nuevos contenidos digitales y televisivos, y se llega a un mayor número de niños en sus hogares.

En Rwanda, la radio y el lenguaje de señas se utilizan ampliamente para aumentar la accesibilidad. En Pakistán, se brinda acceso a plataformas en línea a más de 1 millón de estudiantes universitarios, y en Brasil se están mejorando las conexiones a internet y el material didáctico digital.

En Guyana, el Banco Mundial pone el acento en las habilidades básicas que necesitan los estudiantes para avanzar al siguiente nivel en su educación; la formación de los docentes, y la modificación de las evaluaciones nacionales con el objeto de reflejar las necesidades de salud pública y el tiempo perdido.

El Banco Mundial trabaja en 62 países a través de proyectos nuevos y reestructurados, que ascienden en total a USD 11 500 millones y abarcan el ciclo completo que va desde la primera infancia hasta la educación superior.  Hasta ahora, estas iniciativas relacionadas con la COVID-19 están beneficiando a más de 400 millones de estudiantes y a más de 16 millones de docentes.

Los resultados en materia de aprendizaje sientan las bases para generar capital humano y son el motor que impulsa el crecimiento y la productividad de cada país. Los avances de capital humano logrados con tanto esfuerzo durante la última década —como se señala en nuestro informe sobre el Índice de Capital Humano 2020— corren peligro.

Por esta razón, durante los primeros 100 días de la respuesta a la pandemia, cerca de la mitad de todos los compromisos operativos del Banco —un total de USD 16 700 millones— se destinaron a prioridades relacionadas con el capital humano, como la educación y la salud.

Un mayor grado de alivio de la deuda, junto con un aumento de la recaudación tributaria y una mejor priorización y gestión del gasto público, liberarán recursos que los países en desarrollo podrán destinar a la educación de sus habitantes y la reconstrucción de sus economías.

Los sistemas educativos más inteligentes y equitativos y con mayor nivel de resiliencia ante las crisis, como la causada por la COVID-19, son los pilares básicos en los que se asentará el éxito de los niños.  Aunque este es un plan de acción a largo plazo para el aprendizaje, la pandemia ha acelerado el futuro y debemos encararlo hoy.

Este artículo se publicó originalmente en Financial Times.(i)

Fuente: David Malpass para https://blogs.worldbank.org 

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