Continuidad pedagógica

Días difíciles. Incierto es el adjetivo en orden creciente y se diseminan ansiedades temores y no saber bien cómo ni cuándo. Si además encendemos la TV podemos sufrir un paro espectáculo-respiratorio con consecuencias impredecibles.  Por lo cual es necesario, y desafío constante, pensar dos veces, ampliar horizonte informativo antes de hacer algunas jugadas. 

Anticiparse con celeridad, eso hizo el gobierno como máxima responsabilidad en el cuidado de la sociedad, más que acertado si hacemos un paneo de otras latitudes. Es fundamental cuidarnos y permanecer en esta cuarentena, que parece se irá flexibilizando. Y señalar el factor determinante que es la presencia del Estado en las decisiones que priorizan a las mayorías menos protegidas, así como la salud por sobre la economía. Miremos si no, allí donde el Estado está a merced del mercado y la salud es solo asunto de privados.

Pero también es necesario advertir que las formas de vida en nuestro país son muy desiguales y que esta circunstancia las complica aún más. Por eso me parece importante subrayar la intención de continuidad pedagógica como imperativo de gobierno educativo, pero también ofrecer algunos argumentos para que nadie se crea abanderadx de la pedagogía de la continuidad. Lo que estamos viviendo es una ruptura, si, un quiebre repentino e involuntario respecto de cómo veníamos viviendo. Por tanto, me parece fundamental señalar que este momento es excepcional y transitorio, aunque podríamos aprovecharlo como oportunidad y que se transforme en complementario.

Así como no es lo mismo alguien que posee recursos para comunicarse virtualmente que quien carece de ellos, tampoco es igual para una institución que estaba equipada y tenía una cultura de la virtualidad (en redes, campus virtual, dispositivos diversos, etc) que otra institución ajena a dichas prácticas. Si esta pandemia nos agarró a todxs en off-side, imaginemos a quienes están en peores condiciones. Ojo, hay quienes naturalizan su propia situación como si fuese idéntica al resto. Tenemos que advertir dicha limitación al mismo tiempo que disputar esas representaciones que existen en la cultura escolar respecto de las vidas familiares, muchas veces reforzada por ese sentido común clasemediero que reina en los medios. Muchas veces las familias no son ni viven acorde a las representaciones que tenemos lxs adultos escolares en torno a ellas.

Aquello que debe ponerse por delante en este momento es la imperiosa continuidad de un vínculo, ver las mil y una manera de hacer lazo entre escuela y familias, conscientes de todos los límites, pero con la convicción de intentar sostenernos en la empatía, en abrir una ventana para escuchar y ser escuchadx más allá de mi familia. Y las operaciones con números, los pronombres y algunas revoluciones son buenísimas invitaciones a seguir participando, son maneras de salir de casa en tiempos de encierros. Habrá que estar atentxs a no resbalarnos y caer en la voracidad de la evaluación cuando solo quiere vigilar y calificar. La evaluación en estas circunstancias debe amortiguar su impulso de calificación para hacerle un lugar a la devolución. Devolver para acompañar, y seguir comunicados. La evaluación tal como la conocemos volverá cuando volvamos a encontrarnos de cuerpos presentes.

 Se activan los encuentros virtuales, y explotan las pantallas con nuevos dispositivos para reunirnos, hierve el googledrive con las tareas escolares, y el zoom copa los pasillos de la virtualización. ¿Será porque repone algo de esa simultaneidad que es cimiento y sostén de nuestra escuela moderna ?, ¿será porque nos ubica a cada uno en un casillero para no alejarnos de esa secuencia y linealidad que nos ordena hace rato? No quiero, ni mucho menos, desmerecer las bondades del zoom, hay otros similares, que resuelven y mediatizan la continuidad escolar, laboral incluso ayudan a celebrar cumpleaños y otras alegrías. Lo que me parece necesario es señalar dos cuestiones:

Por un lado, estar atentos a no resbalarnos en esa virtualización compulsiva que le agrega tensión y exigencia a una situación actual de mucha fragilidad para todxs. Exigencias que solo construyen impotencia. Virtualización compulsiva que excede la posibilidad de la docencia, que encara esta inédita situación, intensificando una tarea que hay que acompañar y supervisar en el todos juntos y lo individual, al mismo tiempo que los asuntos de su propio hogar. Virtualización compulsiva que es funcional a esa idea del docente reemplazado por un voluntario, que fue una pretensión del gobierno bonaerense[1] frente al reclamo docente por mejoras de las condiciones de trabajo.  Así como no podemos pretender que lxs adultos familiares reemplacen a lxs docentes, tampoco podemos pretender que los docentes mantengan la escolaridad en las casas de lxs estudiantes. Habrá que pilotear este momento como un estado de excepción que logremos aprovechar del mejor modo posible.

Así como desde quien conduce la nación se privilegia la salud por sobre la economía, en educación habrá que priorizar el vínculo y su sostén por sobre el rendimiento y los resultados académicos.  Y quiero ser claro con algo, no se trata de opciones binarias, sino prioridades en un momento excepcional y transitorio. En condiciones ordinarias es la economía y la salud, así como en la escuela es el vínculo y aprendizaje efectivo de los contenidos, al mismo tiempo.

Por otro lado, me parece importante señalar que lo virtual no es un reemplazo mecánico de lo presencial. Tiene sus propias lógicas, su entorno, sus reglas, sus temporalidades y por tanto su propia cultura. Podríamos afirmar que existe toda una subjetividad de la virtualidad educativa.[2] Vengo trabajando hace décadas con propuestas de formación virtual y podría decir que es necesario adentrarse en sus propias lógicas para comprenderla y aprovechar su potencia. Mi primer trabajo fue colaborar con profes de educación física en enseñanza de la natación en nivel inicial y primaria, y lo llamábamos Ambientación (en el medio acuático). Allí nos dábamos cuenta que el entorno, el medio ambiente condiciona los modos de estar de cada unx y con los demás. Lentificándose al ir y venir o conteniendo la respiración al sumergirnos. Algo similar ocurre cuando nos lanzamos a estas experiencias de virtualización educativa. Por lo tanto, habrá que estar atentos a chapotear en la virtualidad y aprender al mismo tiempo que enseñamos.

Habrá que corroer ese carácter aún vigente de excesiva centralidad en la palabra docente reproduciendo modelos bancarios donde el otro es un depositario de mis intereses o espectador pasivo y no un sujeto activo que me interpela y puede sorprenderme, ampliar mi horizonte informativo y hacerme pensar y dudar con sus preguntas. Más que un video de 2 horas del docente y un TP para que del otro lado devuelvan el copy paste, habrá que pensar en acortar el video, intercalar (y multiplicar) recursos y habilitar el intercambio. La virtualidad ofrece una oportunidad de horizontalidad bien interesante, promueve el trabajo cooperativo, un hacer con otrxs para incorporar otros puntos de vista, y fortalecer lo común es un imperativo de la mediación y/o coordinación. Un hacer en tiempos diferidos, que, muchas veces, acompaña mejor los ritmos y posibilidades tan diversxs de quienes aprenden, ni hablar en tiempos de cuarentena resolviendo tantas otras cosas al unísono. Es una ventaja en la economía de acciones y esfuerzos, así como una ocasión para el propio proceso de apropiación de contenidos e información.

Finalmente me interesa volver a señalar que esta circunstancia es excepcional y transitoria, pero no para promover pasividad sino para ver si podemos aprovecharla como oportunidad, y que lo virtual nos mantenga vinculados ahora y se torne una opción de enriquecimiento complementario de aquí en adelante.

Fuente: Gabriel Brener, especialista en Gestión y Conducción del sistema educativo (FLACSO), para https://www.alainet.org

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