El reclamo docente de políticas públicas inclusivas y situadas. “No nos ha llegado ninguna propuesta a nivel estatal”, claman los maestros porteños. En la Ciudad hay unxs 6.500 estudiantes excluídxs del sistema educativo por problemas de conectividad y por situaciones dramáticas que se vieron amplificadas en esta cuarentena, número que apenas expresa una desigualdad crucial. Después de medio año de clases virtuales gracias al trabajo afectivo y en red de familias y docentes, las respuestas estatales les siguen dando la espalda a los territorios, los verdaderos caídos del sistema.
En el cordón sur de la Ciudad de Buenos Aires (Villa Lugano, Bajo Flores, Villa Soldati , Pompeya y Parque Patricios) la conectividad es la punta del iceberg en un sistema educativo que no se aísla de los contagios exponenciales en los barrios, del hacinamiento, de la imposibilidad de acceder a los servicios esenciales, de la crisis de cuidados, de la violencia dentro de los hogares y de la falta de inversión en infraestructura que tienen las escuelas de la ciudad pre pandémica. “En este tiempo han muerto familiares de nuestrxs alumnxs y desde la escuela se acompañó como se pudo, sin la palabra cercana ni la posibilidad del abrazo. Una alumna perdió a su mamá, a su tío y quedó al cuidado de sus hermanxs, apenas mayores de edad”. Estas oraciones dolorosas las compone la voz de Melisa Correa, docente de Matemáticas y Ciencias Sociales de sexto y séptimo grado de la escuela N° 10 de Parque Chacabuco, donde la comunidad que asiste es mayoritariamente del Bajo Flores: “Acompañamos y armamos redes afectivas y barriales para contener y dar respuesta a aquello que el Estado no da importancia. En este sentido, no podemos pensar que lo fundamental es que les estudiantes accedan a un contenido de Matemáticas o de Prácticas del Lenguaje. Ya vimos cómo han crecido los contagios en las villas debido a que el Gobierno no garantiza que se cumplan los derechos esenciales, ni implementa políticas de salud situadas. Esto provocó muertes y familias desintegradas. La escuela ´virtual´ fue recibiendo e intentó contener todo este desguace”.
Descargar los megas, comprar datos, la fibra óptica y el laberinto de la conectividad llevan a perder de vista el eje de los vínculos y el sostén en un mundo que no es el de antes: “Mi propuesta es incentivar a que aparezcan sus voces en cuanto a qué les está pasando en este contexto, a que se puedan leer entre elles. Pero no hay un contacto fluido, es diferido y discontinuado y a través de una pantalla. No nos ha llegado ninguna propuesta a nivel estatal. La frustración y la impotencia es muy grande cuando escuchamos anuncios como el de la semana pasada, que dicen que tienen identificados con ´nombre y apellido´ a quienes no han tenido contacto con la escuela y que ´los van a ir a buscar. Hace meses que venimos manifestando la necesidad de conectividad y dispositivos móviles tanto para estudiantes como para docentes, y de esta manera poder llevar a cabo una educación a distancia como la que requiere este contexto”, repone Estefanía Barone, docente de los primeros años de escolarización en la materia Prácticas del Lenguaje de la escuela N° 19 José Martí, del barrio Ramón Carrillo, de Villa Soldati. Sus docentes han realizado un relevamiento por familias, y obtuvieron respuesta del 50 % de una matrícula de 750 estudiantes de primaria de jornada simple, con comedor. Entre los aspectos relacionados con la conectividad, el relevamiento da cuenta de que el 80 % utiliza el celular de un adulto y el 13 % dispone de una computadora del Plan Sarmiento. El 10 % de esas computadoras funciona correctamente y el resto está rota, bloqueada o no tiene cargador. Estefanía sostiene el vínculo con sus estudiantes a través de WhatsApp: “Es una comunicación completamente mediatizada por las familias, ya que el dispositivo pertenece a la persona adulta. Cada quince días llevo un cuadernillo que planifico; esa entrega coincide con la repartición de bolsones enviados por el Gobierno de la Ciudad, que de base es insuficiente. Mis estudiantes no han tenido posibilidad de videollamada ni tampoco pudieron acceder a las plataformas digitales que se dice están a disposición de todes. En ese sentido, nuestro vínculo es a través de audios y videos que tienen que ser lo más cortos posibles, porque pesan y no los pueden descargar”.
Cuando desde el Gobierno de la Ciudad dicen “ir a buscarlos” se refiere a más de 5.000 estudiantes que según sus estadísticas se cayeron del sistema educativo, esto significa que en los 150 días que lleva el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) no establecieron contacto con la escuela. Dentro de esta estadística, ser parte de quienes sí han tenido contacto con la escuela es haber respondido un WhatsApp o haber hecho la entrega de un trabajo práctico.
La población estudiantil de la Ciudad de Buenos Aires entre escuelas públicas y privadas es de alrededor de 700.000, y 35.000 tenían acceso a la educación pública antes de la pandemia. Desde el Ministerio de Educación de la Ciudad anunciaron la semana pasada que además de “ir a buscarlos”, les van a dar acceso a las computadoras en los establecimientos educativos a través de turnos. Según la ministra Soledad Acuña, la medida podría ponerse en práctica los primeros días de septiembre, a la espera de acordar con el Ministerio de Salud nacional los protocolos de cuidado que deberían aplicarse.
Antes de entrar en el debate sobre presencialidad o turnos para habitar los establecimientos educativos, se requieren políticas públicas situadas que aborden la crisis educativa de manera integral: “Incentivar que en pleno pico de contagios las familias de los barrios populares, las que tienen que movilizarse para ir escuelas cuyas condiciones edilicias no garantizan el cuidado exigido por la emergencia sanitaria, es seguir promoviendo que esas familias sean las que más se exponen al virus. En principio se deben conocer las especificidades del territorio, saber que lxs estudiantes de Bajo Flores no sólo necesitan una computadora, necesitan que su barrio tenga una red de acceso a Internet, necesitan que se les garantice la posibilidad de salir del barrio con los cuidados que requiere una situación de pandemia. Tener en cuenta los deseos y expectativas de lxs pibxs del barrio, y para eso es importante que la ESI sea primordial y con ella el acceso a los servicios de salud y educación, que se promueva un acompañamiento”, dice Melisa Correa.
¿La conectividad garantiza todos los requerimientos de una educación virtualizada? ¿Cuáles son las urgencias de las escuelas públicas en los barrios populares? Después de medio año de clases virtuales, las respuestas estatales resultan escasas: cuadernillos a color y unificados para toda la Ciudad de Buenos Aires sin tener en cuenta la especificidad de cada territorio, y la promesa de ir a buscar a quienes se cayeron del sistema por no tener acceso a Internet o un dispositivo que les permita ingresar a las clases virtuales. Si llegáramos a ese mundo de conexión estable para todes, ¿de qué manera se contiene y se responden todas esas preguntas que surgen en las mentes de niñes y adolescentes en cuarentena? Desde el Frente Docente Disidente (FDD), organización que milita el espacio educativo, se plantea la urgencia de pensar políticas educativas orientadas a la Educación Sexual Integral como eje para abordar las problemáticas vinculadas a las violencias que se viven en los hogares, las consecuencias del encierro y qué emociones desata la virtualidad: “Las preguntas que nos hacemos están vinculadas a cómo podemos construir lazos colectivos a la distancia, cómo ser refugio de infancias más vivibles y libres, cómo encontrar tramas que nos lleven a construir deseos que escapen de los contenidos mínimos prioritarios que impone un diseño curricular. Las aulas posibilitan crear otras formas de nombrarse sin ser observadxs por las familias. ¿Cómo podemos recuperar y transformar, a la distancia, una ESI que nos posibilite producir otros sentires y emociones? El derecho a la educación implica producir conocimiento colectivo, junto a otras experiencias y saberes. Parece que pensar, crear, recrear y producir conocimientos situados, no son parte de la política educativa de los gobiernos, como tampoco llevar adelante programas que apunten a una educación sexual experiencial, amorosa, no binaria, que dispute deseos que no estén confinados”.
Las organizaciones sociales, los sindicatos y docentes que se encuentran con el problema detrás de la pantalla a diario, vienen alertando desde hace tiempo sobre la necesidad de implementar políticas públicas que aborden el problema de la conectividad sin dar por sentado que estar “online” resuelve los problemas del sistema educativo. En este contexto, dar acceso a las clases virtuales no es solamente una computadora, un celular y un modem. Constanza Setrini es maestra de primer grado en una escuela pública de Parque Patricios y además es parte de la Lista Granate de UTE: “Remarcamos la necesidad de incluir a les maestres en lo que se piense para la vuelta a clases, sea ahora o el año que viene. Sólo quienes estamos en las escuelas podemos decir cuál es la mejor forma de hacerlo. En este tiempo, les docentes hemos sostenido un diálogo, un acompañamiento con las familias, poniendo en juego una multiplicidad de prácticas. Nos acercamos los días de entrega de viandas a dejar cuadernillos impresos con nuestros recursos, incluso armando redes para dejar materiales en las casas o pidiendo donaciones de celulares para entregarlos. La escuela no es un cyber, es un lugar donde socializar, intercambiar con otres, alojar identidades múltiples en pos de proyectos comunes, lugar donde les niñes y adolescentes se animan a tomar la palabra. La cuarentena hace que mucho de lo que sucede en la escuela no se pueda dar. Es evidente que lo que este ministerio entiende por desconexión no es lo que entendemos les docentes. Nosotres hemos desplegado decenas de herramientas para lograr dialogar y estar en contacto con nuestres estudiantes, la estadística de 6.500 sin contacto con la escuela no da cuenta de las dificultades de continuidad del vínculo pedagógico”, dice Constanza, y agrega una pregunta que todavía no arroja respuesta: ¿Qué entiende el Gobierno cuando habla de escuela?
Desde el FDD manifiestan que en medio de la pandemia quedan expuestas las barreras históricas para el acceso igualitario de derechos y que las únicas respuestas surgen de la lucha y la organización colectiva: “El vínculo con les estudiantes que solía ser situado, corporal y de confianza, hoy está atravesado por pantallas. Nos preocupa qué conocimientos se producen hoy en la virtualidad, cómo podemos recuperar saberes y experiencias de nuestrxs estudiantes. Cómo contener y acompañar en este contexto de mayor vulnerabilidad social. Nos surgen más preguntas que respuestas para pensar cómo garantizar el derecho a la educación en plena crisis social, educativa y económica. ¿Cómo se aprende en contextos familiares donde no hay posibilidad de acompañamiento?¿Qué pasa con el conocimiento que se producía en las escuelas?”
¿Se piensa en cómo les adultes en el hogar complementan la educación de les estudiantes? “Los encuentros virtuales no son un acceso al derecho a la educación, son más bien limitaciones hacia la población estudiantil que históricamente ha sido excluida del sistema educativo”, exponen desde esta agrupación, de manera colectiva.
Dentro del debate sobre la conectividad, el rol de la escuela pública se pone en relieve, es un lugar donde no sólo circulan contenidos curriculares, lxs docentes -que también forman una primera línea frente a la pandemia- se encuentran con interrogantes que van más allá de la cantidad de megas. Lorena Sastre Alaniz es docente del Bachillerato Popular N° 20 de Flores y convive con estudiantes de nivel secundario, donde de 33 acceden 18: “Es primordial garantizar un acompañamiento pedagógico. No es simplemente enviar un cuadernillo o un trabajo práctico, ya que la educación implica promover el pensamiento crítico y reflexivo, y para eso se necesita pensar y aprender colectivamente. Si no es sólo una transmisión vertical del conocimiento. Ese paradigma de la educación donde lxs docentes bajan el conocimiento a les estudiantes, de a poco lo hemos ido transformando, hoy día intentamos trabajar conocimientos a partir de la experiencia y saber previos. Todo esto se perdió con la virtualidad de envío de trabajos”.
Paula es directora de una escuela del sur de la Ciudad, y sobre las medidas anunciadas por el Gobierno se pregunta: “¿A cargo de quién estarían los distintos grados en un solo espacio? La respuesta pareciera ser que a cargo de las conducciones de los establecimientos. Como si la tarea ya no la tuviéramos recargada dentro de una labor profundamente femenizada, ahora se nos sumaría la atención de un cyberespacio. Se estigmatizan y se reproducen las distancias entre quienes miran y quienes son mirados, soportando ser una vez más quien no tiene, quien no puede, y hasta casi quien no es. Estas políticas de exclusión no equiparan condiciones ni garantizan derechos. La brecha educativa queda ensanchada por no poder acceder a la justicia curricular, por no lograr sostener la continuidad pedagógica”, afirma la directora, que trabaja en escuelas de barrios populares desde hace más de 25 años. Responde las preguntas de esta cronista pasada la medianoche, intentando poner palabras a su primera línea frente a la pandemia, que es de las de muchxs docentes que entienden que conectarse no es una cuestión de megas.