Silvio Huberman, mi homenaje, por Horacio Finoli

A los 74 años, murió este martes (24/9/19) en el sanatorio Fleni de Belgrano, a las 6,15, el periodista Silvio Huberman, después de someterse a una angiografía coronaria en la que los médicos detectaron que tenía buena parte de sus arterias tapadas, aunque el desenlace no se preveía y fue súbito. Su mujer, Mabel Wagner, junto a un puñado de sus amigos, lo cremaron y enterraron en el cementerio de Hudson, unos 40 kilómetros al sur de la ciudad de Buenos Aires.

Recién hoy, setenta y dos horas después que empezaste tu gira definitiva, dear, dear dogor, puedo testimoniar todo lo que significaste en mi vida, a partir de la sempiterna manía generacional de creer que la autorreferencia sirve a alguien más que a nosotros, propietarios de un océano de conocimientos, ya sabes: con un centímetro de profundidad.Nos conocimos, casualmente, en el invierno del 72, cuando con el móvil de radio Continental fuiste a entrevistarme a la Pequeña Compañía de María (hoy Mater Dei), en Palermo; después de la baleada que sufrí en Rawson a manos de un oficial de la policía de Chubut tan tosco como imbécil, en la semana de la masacre de Trelew durante la cual mataron a 22 muchachos que optaron por los fierros.No estoy seguro que este racconto aporte algo, porque -según me enseñaste- hay que dudar de todo para honrar este oficio tan manoseado estos años por mercenarios de toda laya, empeñados en creer que hacer periodismo es revolver cloacas, etiquetar políticamente al que está en la vereda de enfrente y cobrar en todas las cajas; asumiéndose, eso sí, como fiscales morales.Nuestro derrotero audiovisual (canal 9 en los ochenta, radio Del Plata en los noventa, radio América al despuntar el siglo XXI) estuvo signado por lecturas y música; siempre respetando mi adicción al folklore, sobre lo que repetías la frase atribuida a Borges de ese género: “está gustando ahora mucho en el campo”, dicen que dijo.Los que tenemos sólo formación autodidacta (y los otros también) sabemos que da lustre adjudicar algo a Borges, aunque nadie puede certificar que sea verdad, para prestigiar lo que estás narrando. Tu oficina de Sarmiento al 1500 primero y Viamonte y Ayacucho después, es testigo cierto del conocimiento literario que volcaste en tu historia de los judíos entrerrianos (“Los pasajeros del Weser”, editorial Sudamericana) y de la década del 30.Tu CV oficial dice que entrevistaste a 21 jefes de Estado, entre ellos el Papa Juan Pablo II y que cubriste destinos periodísticos en Roma, Santo Domingo, Washington, Montevideo, Cartagena de Indias, París y asambleas de las Naciones Unidas en Nueva York; además de dirigir las revistas Nuevo País, Fórmula XXI y Carreteras, en casi todas ellas me llevaste como redactor.Cuando la vida me sopapeó lindo, a mediados de los noventa con la temprana muerte de mi mujer; el psicoanálisis, los amigos y vos -aunque no en ese orden- fueron las banderas que pude alzar para enfrentar el temporal, que se hizo más débil por tu talante jovial siempre encontrándole un resquicio irónico al difícil laburo de seguir en esas condiciones.

Pusiste, como nadie, empeño en aconsejar actividades para llenar vacíos, incluir tangos que no son para mí los mejores (“Lluvia de estrellas”, por Osmar Maderna) sólo para provocarme y armar la discusión sobre la mejor década de ese género en el siglo XX, que nadie -ni vos- dudan que fue la del 40, por Canaro, Firpo, De Caro, Fresedo…hasta que apareció Troilo, claro. Célebres y enriquecedoras nuestras tenidas radiofónicas, a partir de “La buena nueva”, los sábados de 9 a 13 en LS-10, que copó el rating de tu mano con Juan Torrado (gastronomía), Marcelo Canton (Economía), Ema Cibotti (Historia), Eduardo Aulicino (Política), Miriam Chames (locución), Alicia Capelletti (productora), Horacio Finoli (Educación).Tu departamento en Punta del Este, con tu mujer de entonces la exitosa abogada Mercedes “Mechi” Casasnovas en los noventa, fue refugio ideal de los encuentros gastronómicos en los que aprendimos juntos a cocinar, con amigos a quienes no se les pedía ADN ideológico, en un espectro que iba del radicalismo histórico hasta el peronismo sensato, en todas las variantes, mas varias expresiones del socialismo vernáculo.

La semana previa a tu último viaje cenaste con una figura de la más pura cepa UCR, Jorge Ferronato, alma mater del CBC de la UBA desde su creación en la incipiente recuperación democrática de los ochenta, quien, como todos, estuvimos acompañándote por el dolor que te producía el ostracismo profesional; “primera vez en 48 años que estoy sin aire”, demandabas.

Cómo disfrutamos cada momento, dear dogor!…aquella entrevista que hicimos telefónicamente a Ginebra con el querido educador Juan Carlos Tedesco, jefe del Bureau International of Education (la oficina por la que pasó Piaget), cerrándola con la anécdota del turista que pide en una librería porteña: “Racing, campeón”. El empleado contesta: “ciencia ficción, no vendemos”.Cuántas preguntas que nos quedan, Silvio! ¿Tu hermandad masónica tiene origen en tu formación socialista o es por el antifascismo de la Gran Logia? ¿Cómo se recuperarán estos años de canalladas en nuestra profesión por tantos turritos que saben de memoria todos los números del Billiken y el catecismo gubernamental, pero no han leído un sólo clásico? ¿Qué generación levantará esos pagarés? .

El viernes último, cuando por ws me escribiste que no hacía falta que te acompañara el lunes al Fleni para ese examen que tanto tiempo ocupaba tu ansiedad, contaste la prueba psicológica que te hicieron en el Hospital Rivadavia para renovarte el registro; no paramos de reírnos durante un rato largo, por la reacción de los profesionales y la tuya.Tu mujer me contó después tu alegría porque en nuestro último encuentro empezamos, por enésima vez, a hacer proyectos profesionales pensando en los meses venideros, con un poco de ese oxígeno que todos esperamos; porque de eso se trata, en este oficio hay que optar cada 24 horas, por un CD, una noticia, un colega decente, el mejor libro, el feca con amigos. Te cuento que el abrazo entre Mechi y Mabel, fue histórico.

Esas dos batallas que diste denodadamente, contra la obesidad y para vencer la muerte gozando cada minuto de la vida, me guían ahora todo el tiempo: agarro fuerte ese mástil y porto las banderas, porque ya se sabe que lo más importante no es ganar, sino pelear hasta quedar sin aliento; que las convicciones nos enaltecen.Me acuerdo ahora de Armando Tejada Gómez, que escribió “un amigo es la vida dos veces”.
Loco, ¿sabes cómo te quise?, haf.

Horacio Finoli para www.ahoraeducacion.com

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