La escuela no puede sola, Alberto C. Taquini

El 73 por ciento de los estudiantes argentinos de 15 años no alcanza niveles básicos de comprensión lectora.

Históricamente, la Argentina ha destinado una parte sustantiva de sus presupuestos provinciales a la educación -en los últimos años algunos superan el 40% del gasto público total-. Sin embargo, los resultados no acompañan hoy ese nivel de inversión.

Los últimos datos de las pruebas PISA (2022), muestran que el 73% de los estudiantes argentinos de 15 años no alcanza niveles básicos de comprensión lectora, y el 81% está por debajo del nivel mínimo en matemática. Estos datos colocan al país, que fue por mucho tiempo líder indiscutido en América Latina, por debajo del promedio regional en indicadores clave.

A esta situación educativa se suma un contexto social que condiciona profundamente las trayectorias escolares: el 52,7% de los niños en Argentina vive en situación de pobreza monetaria, según el INDEC (segundo semestre de 2024).

Esta realidad implica no solo carencias materiales, sino también limitaciones en el desarrollo temprano de los niños, acceso reducido a estimulación adecuada, entornos familiares vulnerables y mayor exposición a situaciones de violencia o desamparo.

En este escenario, seguir ajustando contenidos o intensificando la capacitación docente resulta insuficiente. Pero antes de avanzar con soluciones directas, conviene mirar el sistema desde otra perspectiva. Tal vez el problema no sea únicamente de rendimiento o recursos, sino de la concepción actual del sistema educativo formal.

La escuela, tal como la conocemos, parece haber llegado a un límite funcional. Durante décadas, hemos encomendado a ella dos misiones de enorme complejidad —enseñar y cuidar— como si fueran una sola, y como si un único actor pudiera hacerse cargo de ambas.

Esta superposición, lejos de resolver los problemas, multiplica las tensiones internas del sistema y lo vuelven ineficiente por falta de pertinencia técnica de los prestadores. Quizás ahora no se trate de hacer más de lo mismo, sino de repensar desde cero cómo y para qué organizamos la experiencia escolar.

Es necesario distinguir con claridad estas dos misiones, quién y cómo las brinda. Por un lado, una educación centrada en garantizar aprendizajes fundamentales —lectura, escritura, pensamiento lógico-matemático, ciudadanía digital—. Por otro, un sistema de desarrollo humano integral que articule equipos interdisciplinarios —promotores de salud integral, psicólogos, trabajadores sociales, talleristas— para contribuir a desarrollar un niño sano física, emocional y socialmente.

Estas tareas no corresponden a los docentes. Se trata de dos tareas distintas, pero igualmente esenciales, que hoy se superponen y, en muchos casos, se obstaculizan mutuamente.

Un nuevo modelo de escuela debe asumir esta distinción y traducirla en una organización renovada: gobierno y administración, roles, tiempos y recursos. Separar funcionalmente las tareas de enseñanza y cuidado permitiría abordar de manera más precisa la salud física y emocional de los estudiantes, promover vínculos entre pares y, al mismo tiempo, afrontar con mayor eficacia desafíos como la personalización del aprendizaje, la diversidad de trayectorias y rendimientos y la integración de tecnologías digitales en el aprendizaje.

Esta transformación también exige repensar el uso de la infraestructura escolar. Una opción que podría ser deseable es redefinir los edificios escolares como espacios comunitarios 365×24, bajo una gestión centralizada de gobierno que administre el uso de los espacios y los grupos autónomos enfocados en cada tarea. En lugar de seguir sobrecargando al sistema educativo con funciones imposibles, se trata de rediseñar para articular mejor aprendizaje y cuidado, dándole idoneidad e independencia a los actores.

En lo referido a la enseñanza, hoy nos encontramos ante una coyuntura en la que la revolución digital y el avance de la inteligencia artificial están transformando las formas de ubicuidad y acceso, procesamiento y aplicación del conocimiento.

Esto permite diseñar experiencias educativas significativas en menos tiempo presencial, combinando modalidades sincrónicas y asincrónicas, presenciales y virtuales. También, los aprendizajes no formales, desarrollados para todas las edades, son una herramienta de uso cotidiano e impacto en el sistema.

En este nuevo marco, la jornada escolar puede repensarse para que el tiempo entre estudiantes y docentes sea realmente valioso y transformador. Deberíamos avanzar hacia un sistema nacional de desarrollo humano que contemple el bienestar integral desde la primera infancia hasta la adolescencia. Este sistema incluiría dos subsistemas independientes: uno centrado en los aprendizajes escolares, y otro enfocado en el cuidado y el desarrollo personal.

El edificio escolar actual seguiría siendo un nodo clave de encuentro, pero transformado en su lógica de gobierno y funcionamiento: jornada extendida, participación de múltiples actores, horarios diferenciados, gobernanza diversa y articulación con políticas de salud, niñez, alimentación y cultura.

Esta reconfiguración implica un cambio cultural y normativo profundo: exige nuevas formaciones profesionales, marcos normativos flexibles, financiamiento colaborativo y, sobre todo, voluntad política.

La sobrecarga del sistema educativo no es solo un problema pedagógico, sino también coraje político. Cuando la escuela fracasa, es porque la gestión política ha decidido mirar para otro lado. No faltan diagnósticos ni evidencia. Lo que falta es decisión para actuar. Hoy el modelo de oferta educativa no es adecuado para la ejecución de las tareas necesarias que requiere el desarrollo y cuidado de los niños y la correcta aplicación de los recursos con que esto se logra. Por eso decimos Game Over al monopolio del sistema educativo actual. Es hora de habilitar y acreditar nuevos modelos para acelerar el cambio en el cuidado y educación de los niños.

Lo que falta es decisión para actuar. Hoy el modelo de oferta educativa no es adecuado para la ejecución de las tareas necesarias que requiere el desarrollo y cuidado de los niños y la correcta aplicación de los recursos con que esto se logra. Por eso decimos Game Over al monopolio del sistema educativo actual. Es hora de habilitar y acreditar nuevos modelos para acelerar el cambio en el cuidado y educación de los niños.

Fuente: www.clarin.com

 

Ahora Educación

Writer & Blogger

Considered an invitation do introduced sufficient understood instrument it. Of decisively friendship in as collecting at. No affixed be husband ye females brother garrets proceed. Least child who seven happy yet balls young. Discovery sweetness principle discourse shameless bed one excellent. Sentiments of surrounded friendship dispatched connection is he. Me or produce besides hastily up as pleased. 

Edit Template