viernes, abril 26, 2024
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Feria del Libro: duro discurso inaugural

Guillermo Saccomanno en la Feria del Libro: un discurso que vino a poner nombre y apellido. Con una fuerte crítica las condiciones de producción de la industria editorial, y a una lógica comercial que atañe también a este espacio, el escritor abrió el gran evento cultural. 

Después de dos años interrumpida por la pandemia, la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires volvió a abrir sus puertas y a habilitar, de ese modo, uno de los eventos culturales más importantes de Latinoamérica, por su tamaño, la enorme cantidad de gente que convoca, y por el peso de las y los escritores, ilustradores, editores que protagonizan las más de 1600 actividades programadas hasta el próximo 16 de mayo. Con el impulso de la celebración del reencuentro vivido en el predio de la Rural, la ceremonia tuvo la marca contundente del discurso inaugural del escritor y columnista de este diarioGuillermo Saccomanno, de fuerte tono crítico hacia las condiciones sociales y de producción de la industria editorial en la Argentina, del oficio de escritor en particular, y además a una lógica comercial que atañe también a esta feria. 

Como es tradición, dieron también sus discursos el ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer, el de Ciudad, Enrique Avogadro, el presidente de la Fundación El Libro, Ariel Granica, y también Tatiana Viera, en representación de La Habana, la ciudad invitada de este año. 

Con un discurso que puso nombre y apellido a muchas de las cuestiones que suelen sobrevolar los debates en torno a la cultura en la Argentina, Saccomanno se lanzó a hacer planteos infrecuentes en este ámbito. Antes que de ideas abstractas sobre la literatura y el poder de la lectura, en una feria donde se pone en juego el mercado del libro, eligió hablar de libros y de sus condiciones de producción, en este aquí y ahora.

«¿Es una paradoja o responde a una lógica del sistema que esta Feria se realice en la Rural, que se le pague un alquiler sideral a la institución que fue instigadora de los golpes militares que asesinaron escritores y destruyeron libros?», preguntó, por ejemplo. «En lo personal, creo que esta situación simbólica refiere una violencia política encubierta», avanzó en responder.Al «problema del papel», lo insertó en variables locales muy concretas que se suman a las de la pandemia o la guerra: industria oligopólica, inflación, falta de regulación estatal. También le puso nombre y apellido: «La falta de papel se debe a la menor producción de las dos empresas productoras de papel para hacer libros. Una es Ledesma, propiedad de la familia Blaquier/Arrieta, una de las más ricas del país, apellidos vinculados con la última dictadura en crímenes de lesa humanidad, además de relacionados con la Sociedad Rural, escenario en el que hoy estamos. La otra empresa es Celulosa Argentina. Su directivo es el terrateniente y miembro de la Unión Industrial José Urtubey, conectado con la causa Panamá Papers. Los oligopolios han producido menos por problemas internos y por la pandemia». 

Dio números y habló de costos de edición e impresión, del trabajo del escritor y su remuneración («apenas el 10% del precio de tapa de un ejemplar», dijo tal vez tomando un ejemplo virtuoso). Contó que al ser convocado a la apertura planteó, inéditamente, el pago de honorarios por su trabajo. «No creo que mencionar el dinero en una celebración comercial sea de mal gusto. ¿Acaso hay un afuera de la cultura de la plusvalía?«, preguntó. «Me imaginé en el supermercado tratando de convencer al chino de que iba a pagar la compra con prestigio», planteó también al mencionar un habitual «pago» para este y otros trabajos. «Quienes me precedieron en este lugar, comprometidos con la defensa del libro, nunca habían cobrado. El uso que de estas figuras hizo la Feria en función de su propio prestigio ha sido mala fe ideológica y no se debe obviar. Por tanto, soy el primer escritor que cobra por este trabajo«, completó.

«La literatura que me gusta no baja línea. Y, lo que escribo en esta hoja, tampoco baja línea. Simplemente soy descriptivo, estas son las cosas que se juegan para quienes elegimos este oficio. Inexorable, la tensión me impulsa hacia un nervioso desorden enumerativo. Asumo el riesgo de ser malentendido y juzgado como aguafiestas», advirtió el autor de Cámara Gesell. «Pero, a pesar del frenesí y la euforia de la organización y su expectativa en la facturación, nuestro presente no tiene mucho de festivo«, concluyó. 

Bauer habló de que “la cultura es sanadora” y sentó posición ante “la gravedad que significaría que en diciembre caduquen asignaciones destinadas a promocionar actividades culturales”, en referencia a la Ley 27.432 propiciada por el gobierno de Mauricio Macri en 2017, modificando los impuestos destinados a la financiación del cine, el teatro, la música y las bibliotecas populares. “Queremos dejar en claro nuestro compromiso para revertir este legado que resultaría gravemente perjudicial para las diversas prácticas culturales”, consignó.

El acto había arrancado con palabras de Ariel Granica, que se inauguraba como presidente de la Fundación El Libro: “Logramos revertir la desesperanza. Tuvimos que enfrentar números que parecían imposibles de superar, pero volvimos a apostar a las palabras y a los libros y hoy estamos aquí”, dijo Granica. Y recordó que no solo la pandemia afectó a la industria: “A mediados de 2019, la macroeconomía volaba por los aires y las ventas perforaban los subsuelos”, dijo. Y luego, el coronavirus: “Asistimos a un freno de la actividad sin precedentes. Se desmoronaron las publicaciones y los tirajes, las importaciones y las exportaciones, quedaron en el camino más de 10 millones de ejemplares de producción. Vivimos la mayor transformación de las prácticas de trabajo y comerciales. Todo el sector tuvo que reinventarse.”

Granica también iba a hablar de plata: “A pesar de producir el acontecimiento indispensable donde todo esto comienza, siguen siendo muy pocos los autores que pueden vivir de sus obras. En La Fundación defendemos que se valore y se remunere el trabajo de autores y autoras como corresponde, que se dé fiel cumplimento a los compromisos con ellos”, dijo. Y encaró el centro de su discurso: la industria enfrenta dificultades para importar por cuestiones de balanza comercial. Entonces propuso: “Nuestra visión sobre la cuestión del comercio exterior es que la Argentina exporta pocos libros, no que importa muchos”.

Entonces, para no perdernos de leer lo que hay que traer de afuera, dijo, hay que salir más. Y para eso “por una parte, hay que internacionalizar a nuestros autores, cada autor y cada autora argentinos reconocidos en Latinoamérica y en España son una promesa de exportaciones sostenidas: eso requiere altos presupuestos que las editoriales no tienen. Por la otra, dar apoyos a las traducciones locales con el fin de que las editoriales argentinas aumenten la contratación de derechos de autores extranjeros para toda la lengua española. No es más que lo que hacen o han hecho los países con los que competimos”.Después de Granica llegó el turno de Tatiana Viera Hernández, por La Habana, la ciudad Invitada de Honor. además de recordar su propia feria, señaló: “La Habana y Cuba acude a la Feria en circunstancia extraordinarias: a los efectos económicos de las crisis mundial desatada por pandemia que nos ha golpeado a todos, se añaden los efectos del Bloque Económico, Comercial y Financiero de EUA en la cultura y su impacto en la industria del libro y en la publicación de las obras de los escritores cubanos”.
Aplausos, silencio, una música sale de los parlantes y aparece la cara de Juan Forn, el querido escritor y editor que murió en junio de 2021. Es un homenaje a los que fueron y también están, entre otros, Tamara Kamenszain, José Pablo Feinmann, Carlos Busqued, Vlady Kociancich, Sergio Chejfec y hasta Quino. “Es la primera Feria sin Quino”, susurra alguien en el público. Es raro eso.

Le toca el turno al ministro porteño Enrique Avogadro: “No sé ustedes pero probablemente están sintiendo la misma emoción de volver a la feria, de volver a nuestra feria”… dirá. Y enumerará las acciones que se hicieron desde su ministerio en los años de pandemia.

Algo parecido a lo que va a hacer enseguida el ministro de Cultura nacional, Tristán Bauer. Que para arrancar transmite los saludos del presidente Alberto Fernández y luego recordará que, a partir de una modificación hecha en el gobierno de Macri, si no se deroga el artículo 4 la ley 27.432, fondos de emergencia que sostienen actividades culturales como el cine, el teatro, la música y las más de mil bibliotecas populares, cambiarán de rumbo e irán a Rentas Generales. Vienen de la venta de entradas de cine, sorteos y concursos deportivos. “La cultura es sanadora”, sentenció el ministro.

Pero Granica, los ministros, la funcionaria cubana irían antes que Saccomano. Su discurso duro y a veces irónico -”No creo que mencionar el dinero en una celebración comercial sea de mal gusto”, dijo en un momento- era el comentario general después de los aplausos finales.

Fuente: www.pagina12.com.ar y www.infobae.com

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