viernes, abril 26, 2024
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Construcción, Miguel Levy

Perdido en el aburrimiento del eterno infinito Dios se acercó esa vez al jovencísimo
lugar donde había decidido producir, siguiendo sus propias reglas, una nueva
criatura.
Hacía miles de siglos que había comenzado a funcionar el sistema elegido para que,
en un momento dado, apareciera en el universo una experiencia inédita,
superadora de cuanta otra se hubiera reproducido hasta entonces.
Dios, que lo sabe todo, no tenía prisa. En esta etapa le preocupaba más la
escenografía que la historia que iba a representarse y cuidaba en sus detalles las
características de cada uno de los sitios donde vivirían, gozarían, sufrirían y
morirían sus futuros habitantes.
En principio le pareció realmente magnífica la imagen de los fiordos, hipnotizante
la vastedad de los mares y seductora la magia de los desiertos. Estimó que los ríos
expresaban claramente la protección requerida para el mantenimiento de la vida y
vio en los cascos polares la metáfora eterna del cierre del círculo.
En su camino visitó valles y alturas y andando por inmensas llanuras sintió la
poderosa atracción de los lugares vacíos, de la soledad donde la mirada se pierde
en el horizonte y donde el cielo es referencia única. Dios estaba satisfecho o, más
bien, casi satisfecho.
Faltaba algo
Sabía lo vano de sus esfuerzos y que, cualquiera fuera la perfección de su obra su
destino sería invariablemente y por siempre el mismo, el fin del tiempo, la nada,
pero no quería someterse a lo inevitable sin agregar a su construcción el detalle
ausente.
De pié en árido territorio decidió una curiosa maniobra. Como su conocimiento
abarcaba no solo el pasado y el presente sino también el futuro recorrió de un
vistazo los siglos venideros y se posó en un momento de la historia azotado por
cruentas guerras. Con sigilo se apropió del espíritu de dos hombres y les dijo
“vengan conmigo”. De regreso con sus invitados al lejano pasado llegaron a un
extraño lugar y allí Dios ordenó, “Esta parte la terminan ustedes”
Aquellos dos visitantes pusieron manos a la obra. Se repartieron la zona en
sectores y trabajaron en ellos con la auténtica inspiración que poseen los grandes
maestros.
Al cabo de un tiempo Dios regresó al lugar y observando con alegría los resultados
del trabajo realizado dijo “Ahora si, el proyecto está terminado”.
Los artistas elegidos por Dios habían sido Henry Moore y Antoni Gaudí y el lugar
que ellos acababan de construir se llama la Capadocia.

Fuente: adagio.levy@gmail.com

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