jueves, abril 18, 2024
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Café sólo, Manuel Vicent

Manuel Vicent Recatalá (VillaviejaCastellón1936) es un escritor español. Después de obtener la Licenciatura en Derecho por la Universidad de Valencia -previamente había realizado un par de cursos de Filosofía-, se trasladó a Madrid, donde cursó estudios de Periodismo en la Escuela Oficial y comenzó a colaborar en las revistas Hermano LoboTriunfo y otros medios. En la capital de España conoce a numerosos intelectuales y artistas; entre otros, al también periodista y escritor Francisco Umbral, que más tarde lo definiría como «calvo y joven, judío de ojos claros, experto en pintura, irónico y gélido». Sus primeros artículos sobre política los publica en el diario Madrid y, posteriormente, escribe en El País -medio en el que continúa colaborando- unas crónicas parlamentarias que le hacen famoso entre los lectores. Su obra comprende novelasteatrorelatosbiografíasartículos periodísticoslibros de viajes, apuntes de gastronomíaentrevistas y semblanzas literarias, entre otros géneros. Sus novelas Tranvía a la Malvarrosa y Son de mar han sido adaptadas para la gran pantalla de la mano de José Luis García Sánchez y Bigas Luna, respectivamente. Vicent compagina su labor como escritor con la de galerista de arte, una de sus más conocidas pasiones. 

Sé perfectamente que el día en que me muera no echaré de menos los grandes acontecimientos que pude haber vivido, sino el perfume del café con tostadas y algunas pequeñas sensaciones, por ejemplo, estirar la pierna hacia el lado fresco de la sábana en las madrugadas de primavera cuando cantaba el mirlo en el jardín. 

Si me da un poco de pereza morir es porque ya no podré ir por las mañanas a comprar el periódico ni contemplar de camino en la parada del autobús los rostros frescos de las adolescentes que tienen aún todo el amor por delante. 

Mi lucha por la existencia consiste en que a la hora del desayuno sea mucho más importante el aroma del café que las catástrofes que leo en el periódico abierto junto a las tostadas.

También es muy placentero llamar por teléfono a algún amigo a media mañana para que te cuente los últimos rumores. Por un lado, está la Crítica de la razón pura, de Kant, y por otro están los chismes. 

Supongo que los chismes de las tertulias será lo último que uno recuerde con una marca más indeleble que cualquier filosofía, y junto a ello estará la suavidad de un paseo vespertino, algunas puestas de sol, las lecturas de noche en la cama con la amorosa luz de la mesilla. 

Quisiera saber qué hace llorar a los moribundos más sabios. Sin duda, sus lágrimas no se deben a los triunfos que consiguieron ni a las grandes tragedias que soportaron sino a los sencillos placeres que experimentaron, a la gente buena que conocieron, a los alimentos que degustaron con parsimonia entre amigos. 

¿Qué es la muerte? Tal vez la muerte consiste en no tomar ya más una cruasán crujiente con el café por las mañanas junto al ventanal ni enterarse ya nunca jamás de los resultados del Campeonato de Liga cada domingo. 

Al final de todas las religiones y filosofías, en medio de tantos dioses, héroes y sueños, resulta que la vida no es sino un conjunto de chismes y un nudo de aromas, una pequeña costumbre cuyos pilares tan sólidos son de humo y salen de ciertas tazas frente a las cuales uno ha sido feliz.

Fuente: www.elpais.com

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