No llego ni a la pre

Escuelas pre-universitarias: casi el 70 por ciento de los aspirantes no logra entrar. El sistema universitario cuenta con 51 escuelas secundarias, con una matrícula cercana a los 36 mil alumnos. El 67,18 por ciento de los aspirantes no supera los distintos sistemas de ingreso. Los datos surgen de un estudio encargado por el CIN y publicado por la Unicen.

Las 51 escuelas secundarias dependientes de las universidades nacionales tienen alrededor de 36 mil alumnos, pero tendrían una población superior a los 105 mil si todos los aspirantes a ingresar pudieran hacerlo. Es decir, casi el 70 por ciento de los estudiantes no pasa los distintos sistemas de ingreso. Los datos surgen de un exhaustivo informe elaborado por Tomás Landivar, especialista en ciencias de la educación y director de la Escuela Nacional Ernesto Sabato de la Unicen, quien realizó el primer estudio sistemático sobre los colegios preuniversitarios nacionales.

“Es un estudio exploratorio y de interpelación, de análisis y debate para repensar las escuelas que tenemos”, señaló Landivar en diálogo con PáginaI12. El trabajo fue encargado en 2014 por el Consejo Interuniversitario Nacional, ante la falta de información sobre estas instituciones. Ahora, el resultado de la investigación acaba de plasmarse en el libro Las escuelas secundarias de universidades nacionales argentinas, publicado por la editorial de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires.

Originalmente, el estudio tuvo como primer objetivo responder dos preguntas centrales, de las cuales no había datos concretos. ¿Cuántas son las escuelas de nivel secundario que poseen las universidades nacionales? ¿Cuáles son las características generales de esas escuelas?

El informe se basa en una recopilación de datos de 51 escuelas dependientes de universidades nacionales. Destaca que estas escuelas “atienden a nivel nacional una significativa matrícula estimada en 35.869 alumnos, la cual se encuentra en ascenso, ya que varias escuelas aún no completaron los 6 años de escolaridad, dada su reciente creación”. Además de constatar la cantidad de estudiantes, señala que el 67,18 por ciento de los que aspiran a ingresar no lo logran, en general por los exámenes o cursos de ingreso. Los aspirantes rechazados son unos 14 mil cada año. 

En ese sentido, el autor se pregunta por qué se excluye a tantos alumnos. “¿No será esta exclusión la razón fundamental que subyace en la idea de que las escuelas son instituciones de calidad?”, plantea.

Landivar indaga y aborda los diferentes tipos de ingreso y los propósitos perseguidos por los mismos. “En poco más de la mitad de las escuelas, los alumnos ingresan por examen de ingreso en sus diferentes formas o por los promedios obtenidos en el nivel anterior. Estas son en general las escuelas más antiguas. Contrariamente, las más nuevas optan por un ingreso por sorteo”, señala el investigador, quien considera que “los tipos de ingreso dan cuenta de modelos educativos diferentes, con finalidades distintas en el proceso formativo”.

Por otro lado, el trabajo destaca que las actividades de extensión y de investigación tampoco caracterizan a las escuelas preuniversitarias, pese a que se trata de tareas centrales para la universidad pública, junto con la enseñanza. El 88,23 por ciento de las escuelas no realizan actividades de extensión acreditadas y el 92,16 por ciento no realiza actividades de investigación acreditadas. La lógica imperante parece ser distinta a la de las universidades.

El estudio presenta también gran cantidad de información acerca del acceso a los cargos directivos en las escuelas; distribución de las cargas horarias; existencia y tipo de evaluación del desempeño docente, de evaluación institucional; promoción y repitencia; capacitación docente; sistema informático de gestión y comunicación institucional; ciudadanía universitaria; entre otros.

Según Landivar, este trabajo “abre una gran puerta para iniciar procesos reflexivos y debates de fondo que den respuestas a las tantas preguntas que emergen de los datos comparados”. “Además, muestra que existe una amplia diversidad y heterogeneidad entre las escuelas secundarias. Hay modelos antagónicos, escuelas progresistas que se ajustan a las necesidades de la época y otras escuelas que mantiene estructuras clásicas”, señala. En esa línea, considera que “la diversidad de datos disparan reflexiones y nuevas preguntas que aventuran hipótesis de trabajos futuros”.

 Fuente: Constanza Bonsignore para www.pagina12.com.ar

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