Trabajo social de la UBA

4 - universidadEstudiantes y docentes de las facultades de Agronomía y de Farmacia y Bioquímica de la UBA trabajan con organizaciones sociales para brindar acceso al agua potable y concientizar sobre la problemática en barrios de la cuenca Matanza Riachuelo.

Un trabajo conjunto entre vecinos del partido de Esteban Echeverría, organizaciones sociales, estudiantes y docentes de las facultades de Agronomía y de Farmacia y Bioquímica de la UBA apunta a concientizar sobre los problemas asociados a la calidad del agua en barrios ubicados junto a la cuenca Matanza Riachuelo, una de las más pobladas y contaminadas del país. Desde 2009 realizan experiencias donde todos participan en tomar muestras de agua, analizarlas en el laboratorio y difundir la problemática en la comunidad.

La iniciativa se inscribe en la línea de las prácticas sociales educativas que la UBA prevé incorporar como obligatorias a sus planes de estudio a partir de 2017, mediante un programa de extensión que hoy busca brindar acceso al agua potable en esta cuenca que incluye 14 partidos del conurbano bonaerense y parte de la Ciudad de Buenos Aires, y cuyos habitantes están expuestos a un gran riesgo sanitario debido a la contaminación de los cursos superficiales del río y, muchas veces, de las napas.

“La mayoría de estas personas tiene necesidades básicas insatisfechas por la falta de acceso al agua potable”, señaló Martha Bargiela, una de las coordinadoras del proyecto de extensión desde la cátedra de Química Analítica de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), que dirige Alicia Fabrizio de Dorio.

Desde hace casi tres décadas, este grupo de docentes lleva adelante diferentes líneas de investigación sobre la calidad del agua y “laboratorios abiertos” donde los alumnos pueden hacer análisis de las muestras que toman para sus estudios, en el marco de las asignaturas que dicta la cátedra.

La primera experiencia conjunta entre la universidad y el barrio de Esteban Echeverría se realizó en 2009, con el proyecto de voluntariado “Construyendo el acceso al agua potable”, bajo la dirección Iorio y de Alfredo Gallegos, de la cátedra de Toxicología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, junto a estudiantes de la agrupación FANA, la asociación SerCuPo y el Espacio Interbarrial de Esteban Echeverría. Luego se sumó un programa de extensión financiado por la UBA (UBANEX), que finalizó recientemente.

“El proceso fue muy rico porque los mismos compañeros del barrio se fueron apropiando de las herramientas que estudiamos en la facultad, como el muestreo físico – químico o los análisis microbiológicos del agua. Las muestras fueron tomadas junto con los vecinos y las organizaciones en los puntos más importantes del barrio y evaluadas por nosotros en el laboratorio”, dijo Camila Mantiñan, estudiante de Ciencias Ambientales de la FAUBA e integrante del FANA.

“Trabajamos desde el centro comunitario y fueron ellos quienes determinaron en qué lugares era prioritario realizar las muestras, que se tomaron en la escuela secundaria, en la sala de salud, en el centro comunitario, en casas de familia y en un arroyo cercano”, agregó Belén Mayer, quien también es estudiante de Ciencias Ambientales e integrante del proyecto.

Tomás Lynch, otro de los alumnos y voluntario de la iniciativa, afirmó: “Los estudiantes podemos ser factores de cambio dentro y fuera de la universidad. Este trabajo de extensión me hizo cambiar la visión de para qué estudio y hacia dónde puedo orientar mis conocimientos. Una de las principales reflexiones que nos hacemos es entender que somos un actor más dentro de un proceso de transformación. Fueron los vecinos los que decidieron cómo participaron. Es una manera también de bajarnos de un pedestal, como universitarios, y compartir saberes”.

Los análisis del agua realizados en el laboratorio de la FAUBA arrojaron resultados muy variados. “En la salita encontramos una contaminación bacteriana que podría provenir de cañerías sucias. Entonces recomendamos que se limpiaran. En el pozo del centro comunitario hallamos algunos problemas de calidad, pero se debían a que estaba recién hecho”, detalló Bargiela.

“En las charlas que hicimos en el centro comunitario para evaluar los resultados, armamos una especie de GIS (Sistema de Información Geográfica) con crayones, donde íbamos poniendo los datos y las manzanas a las que correspondía cada muestra. Y fueron los mismos vecinos quienes se dieron cuenta que estaban elevados los niveles de nitratos en las muestras que se tomaron cerca del arroyo del barrio, que tiene un frigorífico ubicado aguas arriba”, recordó la profesora.

Y añadió: “Hicimos un informe con información sobre la ubicación del pozo en cada casa y en los espacios cercanos, una cartilla de difusión para seguir trabajando en lugares que no fueron muestreados y una lista consensuada con los vecinos con cosas imprescindibles que habría que hacer para tener una mejor calidad de agua. Ese fue el mejor fruto del proyecto: el intercambio y el trabajo común para detectar los problemas”. Hacia el futuro, los docentes de Farmacia y Bioquímica propusieron incorporar a los estudios la seguridad en los alimentos.

La experiencia de docentes y estudiantes de las facultades de Agronomía y de Farmacia y Bioquímica, junto a vecinos y organizaciones barriales, se inscribe en las “prácticas sociales educativas” que la UBA prevé incorporar como obligatorias a los planes de estudio en 2017, pero que en la FAUBA podrían comenzar antes, de manera opcional.

En estas prácticas se apunta a fomentar el trabajo voluntario desde una perspectiva innovadora porque, además de buscar que los estudiantes tengan una experiencia profesional como voluntarios, también se apunta a generar un aprendizaje para los alumnos y la sociedad, generada en el intercambio de conocimientos y experiencias.

Según Bargiela, este tipo de iniciativas se denomina “aprendizaje servicio” y es una tendencia que está creciendo fuertemente en América latina. “Tratamos de abarcar un problema social a partir de la experiencia profesional, que incluye una formación desde la teoría, un trabajo de campo y una evaluación final”, concluyó.

Fuente: www.agro.uba.ar

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