Uno de los temas más interesantes –o preocupantes– en la actualidad es la educación, particularmente la crisis de las universidades. Las universidades, que durante varios siglos fueron el centro de la vida cultural e intelectual de la civilización humana, se han convertido en los últimos años, muy rápidamente, en sólo formadoras de profesionales de la ciencia y la tecnología, abandonado o por lo menos dejando en segundo o tercer plano a las humanidades. Al mismo tiempo, y como parte esencial de este paradigma, las universidades han entrado en una complicada relación con los grandes gigantes de la tecnología, particularmente con Google, consorcio que comenzó por volverse la biblioteca más grande del mundo y que, poco a poco, por medio de otras plataformas y tecnologías, ha alterado la forma en la que nos acercamos al saber y lo que consideramos que es el conocimiento.
A grandes rasgos, lo que vivimos es un cambio de significado en las nociones tanto de conocimiento como del sentido de la universidad. Actualmente, las universidades son sobre todo “negocios” que forman individuos con la finalidad de que éstos encuentren un trabajo. La intención que las anima es más bien utilitaria y ya no un modelo basado en la sabiduría o en una formación integral de los concurrentes en tanto personas pertenecientes a una comunidad y al género humano en sí.
Si la educación se trata solamente de encontrar un buen trabajo al final del curso y una buena educación es la que asegura un buen salario, entonces Google y otras empresas están seguramente mejor equipadas para este servicio que las universidades, pues ellas mismas dominan el área laboral. Además, las universidades son muy caras y seguramente menos efectivas en entrenar a una persona para un trabajo específico. Google tiene todos los datos y la experiencia en este sentido.
Google empezará a ofrecer certificados de carrera (Google Career Certificates) en línea, los cuales tomará como equivalentes de una licenciatura de cuatro años, al menos en cuanto a sus políticas de contratación. Estos cursos costarán una suma económica mucho menor de lo que cuesta no sólo una carrera sino incluso un semestre de universidad, y se podrán completar en seis meses o un poco más. Según el vicepresidente de Asuntos Globales de Google, Kent Walker, la idea es ofrecer programas de fácil acceso orientados a resolver problemas de trabajo.
De esta manera, Google preparará a los jóvenes para, fundamentalmente, convertirse en ingenieros, diseñadores de productos, analistas de datos y project managers, nombres de puestos que suenan más de lo que son y que, por supuesto, cubren un rango sumamente limitado de las actividades humanas, aun cuando dentro de pocos años sean posiblemente sean los únicos empleos disponibles.
No será raro que Google empiece entonces a formar alianzas con países que quieren ser “distruptivos” (por usar el anglicismo preferido del medio tecnológico) y que conciben que la educación debe estar alineada con la economía, como recientemente ha ocurrido con Australia: el gobierno australiano anunció que las universidades técnicas y científicas costarán menos y las humanidades costarán el doble, en una medida que busca hacer más eficiente la educación, colocando a los estudiantes en áreas donde pueden encontrar trabajo más fácilmente. Si esta tendencia continúa, en los próximos años dedicarse a la literatura, a la filosofía o a la historia será un lujo (aunque Google seguramente contratará a unos cuantos profesionales de dichas áreas para que le ayuden a conceptualizar algunos productos estratégicos).
¿Acaso no está Google de esta manera entrenando a la fuerza laboral del futuro, el músculo destinado a que sus jefes sean las máquinas, los robots y los algoritmos? Personas entrenadas para realizar ciertas funciones menores dentro del sistema, para ser meros engranes en la línea de ensamble de la gran maquinaria del dataísmo y la utopía transhumana del gigante de Mountain View.
Fuente: Luis Alberto Hara para https://pijamasurf.com