No te preocupes

El estoicismo es un filosofía que busca, ante todo, la tranquilidad y la serenidad de espíritu. Para Epicteto, el sabio –y feliz– es aquel que acepta de buena gana todas las circunstancias de la vida, sin desear otras. 

Epicteto es uno de los filósofos más célebres de la corriente filosófica conocida como estoicismo, de gran popularidad en la Grecia helenística y en la antigua Roma. Vivió casi toda su existencia como esclavo, sin embargo, tras quedar en libertad, se convirtió en uno de los filósofos estoicos más famosos del mundo. Ante todo, serenidad de espíritu.

Su doctrina se centra básicamente en la ética, en la mejor manera de vivir la vida,y sus enseñanzas han pasado a la historia como unas de las mejores maneras de alcanzar la paz interior. Tanto es así que cuando hablamos de «tomarnos las cosas con filosofía», por lo general nos referimos a las ideas estoicas, y por tanto, a las de Epicteto.

1 Destino predeterminado. Esta es una de las enseñanzas básicas del estoicismo, y por ello también de Epicteto. El ser humano no es libre, sino que su existencia está predeterminada. Nacemos y morimos bajo un plan divino que no podemos cambiar. Por ello, nuestro filósofo determina que no tiene sentido que sintamos preocupaciones, angustias o frustraciones, puesto que todo lo que nos ocurre, todo lo que acontece, no puede ser de otro modo. Como si de un viaje en tren se tratara, nuestra vida discurre por una senda marcada de antemano, de modo que nuestra libertad de acción no ha de centrarse en buscar tal o cual fin específico, sino en aceptar las reglas del juego y tratar, sencillamente, de vivir lo más cerca posible de nuestra propia naturaleza.

2 Tranquilidad de espíritu (ataraxia). Relacionado con lo anterior, el sabio es aquel que acepta de buena gana todas las circunstancias de la vida, pues comprende que no tiene otra opción. No está en su mano controlar los sucesos de la existencia y por ello puede permitirse relajarse y aceptar lo que la vida le ofrece.

De este modo, asumiendo y aceptando la incapacidad de controlar los sucesos a los que se enfrenta, el ser humano puede alcanzar la ataraxia, la tranquilidad de espíritu. Como el mismo Epicteto afirmaba: «Compórtate en tu vida como en un banquete. Si algún plato pasa cerca de ti, cuídate mucho de meter la mano. En cambio, si te lo ofrecen, coge tu parte. Haz lo mismo con tus riquezas, amigos, parejas, familia o cualquier otro aspecto. Si puedes lograrlo, serás digno de sentarte a la mesa de los dioses. Y si eres capaz, incluso, de rechazar lo que te ponen delante, tendrás parte de su poder».

El sabio es aquel que acepta de buena gana todas las circunstancias que la vida trae consigo en cada momento

3 Vivir en el ahora. No preocuparnos ni por el pasado ni por el futuro, sino vivir siempre en el presente, único período sobre el que tenemos algún control. La vida centrada en el futuro complica la misma, pues el anticipo de aquello que puede ocurrir causa en nosotros temores (muchas veces infundados) y preocupaciones que pueden desembocar en problemas como la ansiedad o el estrés. Del mismo modo, la vida en el pasado, evocando lo que fue, comparándolo con lo que podría haber sido, desemboca a menudo en depresión, otro grave problema para el ánimo.

Por ello, Epicteto apuesta por una vida plena en el único momento sobre el que podemos tener algún poder de decisión: el ahora. Sólo el momento presente es nuestro realmente y a él hemos de dedicar nuestra atención y esfuerzo. Y no dejemos que ni el pasado ni el futuro nos atormenten –dice el filósofo–, pues el primero ya no existe y el segundo lo afrontaremos con la misma ecuanimidad y virtuosismo que el hoy.

4 Imperturbabilidad. No debemos celebrar nuestros logros ni llorar nuestras pérdidas, pues ambos son parte de lo que el destino ha trazado para nosotros.

«Nunca digas respecto a nada: ‘lo he perdido’. Piensa: ‘lo he devuelto’»

Básicamente lo que nos pide Epicteto es que no cedamos el control de nuestra vida a nuestras emociones, que no son parte de un comportamiento basado en la razón. El sabio se conoce a sí mismo, su propia naturaleza, sus fortalezas y debilidades. Por ello, no cede ante la irracionalidad de las pasiones, ya sean estas de alegría, tristeza, orgullo, etc. Al contrario, acepta lo que ocurre como parte del plan divino al que está sometido y se pliega a este. Un perro que pasea con una correa tiene dos opciones: luchar por liberarse y marcar el paso, o dejarse guiar por su amo, que le dirige y vela por él. Epicteto nos anima a vivir del mismo modo.

5 Razón ante todo. Los estoicos respetaban ante todo la razón, despreciando la irracionalidad y la representación de esta: las pasiones. Puesto que la racionalidad es la característica básica de la naturaleza del ser humano, es conforme a ella que hemos de vivir, repudiando todo aquello que no sigue su senda.

El sabio ha de tener dominio absoluto de sus pasiones y mantenerse imperturbable ante cualquier suceso. Sabe que el control de las mismas es la base de su tranquilidad de espíritu, de manera que pone todo su esfuerzo en vivir con la herramienta con que para ello se le ha dotado: la racionalidad.

6 Mirada al interior. Epicteto, como estoico que es, no presta atención a lo que sucede en el mundo, en el exterior. ¿Por qué? Por la simple razón de que sabe que no tiene control alguno sobre lo que en este acontece. Sólo presta atención a lo que depende de sí mismo: sus pensamientos y sus acciones. El ideal estoico es un hombre vuelto hacía sí mismo que encuentra la paz en su interior. De este modo, trata de conocerse, de analizarse, de comprender por qué es como es. Busca aumentar sus virtudes y vencer sus vicios, esforzándose día tras día para mejorar y acercarse al ideal del sabio.

7 Libertad. Todo esto que venimos diciendo no tiene otro fin que el más ansiado objetivo de la filosofía estoica: la libertad. Epicteto, lo mismo que Séneca, Zenón o Marco Aurelio, persigue lo que él considera la esencia de quien es verdaderamente libre, que no es otra cosa que el total control y conocimiento de sí mismo. Nada puede dañarle o hacerle perder su imperturbabilidad, nada puede afectarle emocionalmente, ningún deseo tiene que pueda ser insatisfecho. De este modo, impasible ante los accidentes de la vida, el sabio estoico es plenamente libre, pues nadie más que él está al mando de su alma.

Epicteto persigue lo que él considera la esencia de quien es verdaderamente libre: el total control y conocimiento de sí mismo

8 Confianza en los sentidos. Los estoicos seguían la teoría aristotélica de que nuestro conocimiento nos llega a través de los sentidos –nuestra experiencia sensible–, cuya información pasa más tarde a ser analizada y abstraída por nuestra razón (como ya hemos dicho, la herramienta principal con la que cuenta el ser humano para vivir en el mundo), sacando entonces conclusiones generales.

Marco Aurelio, el "emperador filósofo" que tomó muchas ideas de Epicteto. Gobernó el Imperio romano desde el año 161 hasta el año de su muerte, en 180 (Busto de Marco Aurelio. Museo Metropolitano)

Marco Aurelio, el “emperador filósofo” que tomó muchas ideas de Epicteto. Gobernó el Imperio romano desde el año 161 hasta el año de su muerte, en 180. 

9 Dios. Epicteto defiende la idea de una o varias divinidades, superiores a los humanos, que se encargan de regir nuestros destinos y organizar las leyes que gobiernan la naturaleza. Así, el ser humano nunca está solo, pues vive conforme al plan que Dios ha establecido para él. Esta visión de la divinidad de los estoicos tuvo una fácil reinterpretación por la mayoría de las religiones, que adaptaron a ese “guía” que marca nuestro destino y nuestra naturaleza a sus respectivas divinidades.

Para los estoicos, es irrelevante qué Dios es el que está guiando nuestros pasos, sino el hecho de que sea así. Llamémoslo Dios, ley natural, logos, Tao, karma… No importa. Sólo hemos de aceptar la idea de que nuestra vida no depende exclusivamente de nosotros y que, por ello, la misma nunca podrá plegarse totalmente a lo que queremos. Por eso, lo mejor es permitirla fluir y dejarnos llevar por ella, anulando nuestras expectativas y confiando en el buen hacer de quien ha fijado nuestro rumbo.

10 Naturaleza. En esencia, toda la filosofía estoica se basa en vivir comulgando con las leyes establecidas por la naturaleza. Por ello, hemos de vivir racionalmente y confiando en el plan que se ha establecido para nosotros. Sólo así el ser humano puede lograr vivir una buena vida. No una llena de placeres y desenfrenos, sino una vida feliz, ausente de dolor y caracterizada por la tranquilidad.

Palabra de Epicteto

–«Solo el hombre culto es libre»
–«La felicidad no consiste en adquirir y gozar, sino en no desear nada, pues consiste en ser libre»
–«No se llega a campeón sin sudar»
–«La prudencia es el más excelso de todos los bienes»
–«No pretendas que las cosas ocurran como tú quieres. Desea más bien que se produzcan tal como se producen y serás más feliz»
–«Filosofar es esto: examinar y afinar los criterios»
–«Si no tienes ganas de ser frustrado jamás en tus deseos, no desees sino aquello que depende de ti»

Fuente: https://www.filco.es

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