Avelino Porto: el adiós a otro amigo, Horacio Finoli

Veinticuatro horas después que fundaste, en 1964, la más importante universidad privada no confesional del país y eso te costó una guerra soterrada con las jerarquías católicas locales que no se bancaban la existencia de una casa de estudios particular que no podían manejar, te fuiste de esta tierra dejando un legado a imitar desde la verdadera libertad, la tolerancia, el respeto a todos los cultos y la sumisión, sólo, al dios del conocimiento.
En 1987, en tu querida casa del barrio originalmente más cheto de Buenos Aires -la UB- diste el paso fundamental para sentar a la Argentina universitaria en los foros mundiales del pensamiento: la creación del Proyecto Columbus, de intercambio académico entre la vieja Europa y la  creciente América Latina, así como de fortalecimiento institucional . Desde mucho antes de escribir estas líneas, vos y yo sabemos que no hay novias feas ni muertos malos, ¿no?.
Esa consigna es verdaderamente así cuando se pasa revista a tu historia, tronchada ayer a los 88 años después que en los últimos días los que te queremos apelamos, incluso, a las artes orientales de la medicina china, para sacarte con acupuntura los dolores que te tenían quebrado. “No sabes lo mal que estoy”, dice tu último mensaje x ws que me enviaste la pasada semana.
Nuestra historia atravesó muchos momentos memorables y su sola enumeración es rica de por sí: en los setenta, desde las páginas de “La Opinión”, siempre tuve primicias por tu aporte como fuente secreta; cuando me quedé sin trabajo, me llamaste para ofrecerme la corresponsalía periodística de la UDUAL (Unión Universidades de América Latina, México), fuiste el segundo argentino en acceder a ese cargo, el primero había sido Risieri Frondizi.
En los ochenta, ya cuando estaba en “Clarín”, la historia no nos daba tregua: un tiempo antes, una bomba que pusieron manos guerrilleras en la puerta de la universidad que por entonces estaba en Fedrico Lacroze al 1900, al lado de la vieja sede de FLACSO y del colegio Washington, hizo añicos un auto estacionado en la puerta y mató al vice-rector Alberto Campos.
En esos años y dada mi permanente magra economía familiar (ya sabes que nunca trabajé, SIEMPRE FUE PERIODISTA, x eso estaba con los bolsillos flacos) me convenciste que fuera de “vacaciones” al campo de Deportes de la UBA, en la ciudad bonaerense de Moreno, donde el bar se llama “Crámer y Sucre”, la pensión de esa esquina fue la primera sede de la UB.
Seguiste siendo mi benefactor: cuando mi primera y difunta esposa decidió agarrar los libros de grande y estudiar Derecho, jamás permitiste que pagara las cuotas y estuvo gratis toda la carrera; también fuiste un día al Washington, donde mi hija Micaela hizo el primario y secundario, para “ordenar” a sus autoridades que no le cobraran nunca. Ahí me enojé y dí marcha atrás: siempre aboné el arancel.
Empero, lo más grosso vino después: en 1984 fundaste la Academia Nacional de Educación y luchaste contra todos los talibanes para que en su conducción convivieran figuras notorias como la gran pedagoga Berta Perelstein de Braslavsky, conocida militante del PC, así como otros destacados educadores provenientes de distintas ideologías.
Ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que fuiste re-elegido al frente del Consejo de Rectores de las Universidades Privadas (CRUP) que, x ley “asesora” al ministro de turno.Tu impronta multifacética te llevó a ser ministro de Salud y Acción Social en la Argentina noventosa de Menem, el día antes de asumir hablamos x teléfono. “Te parece que hago bien”, preguntaste. “Si bailas el tango como el Turco x TV, sí”, respondí.
Los principales capitostes de la derecha vernácula, de tanta presencia en el campo educativo, lo siguieron a pies juntillas, salvo en los momentos de su larvado enfrentamiento con los jerarcas eclesiásticos, donde “el Gallego” -como le decíamos sus amigos- tenía un socio de hierro: Alfredo Manuel “Pacha” van Gelderen, el hombre que sin ser un orgánico de la Iglesia Católica fue quien más defendió sus intereses, muerto en 2021.
Poco antes de la cuarentena por el coronavirus iniciada en marzo/20, los “tres mosqueteros” de la educación superior -Juan Carlos Pugliese, Alberto Taquini (a quien el Gallego llamaba TT, Tito Taquini) y quien esto escribe- tuvimos un fantástico encuentro gastronómico con otro viejo bucanero de estas lides, el hombre que acaba de dejarnos.
Josefina Bazterrica Baigorria, su actual mujer, hija del fundador de la Clínica Bazterrica, lo acompañó firme en todos estos años, particularmente en los numerosos viajes que debió hacer a París, sede de Columbus, que maneja en la capital francesa el sociólogo argentino Daniel Saimolovich, que estuvo radicado 12 años en Heidelberg, sede la universidad más antigua de Alemania y una de las más prestigiosas de Europa; ahora vive en Francia.

Ahora Educación

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