La mirada de Enrique Raab, Claudio Zeiger

Claudio Zeiger sostiene en esta nota que postular la actualidad de Enrique Raab no pasa por preguntarse qué hubiera pensado de los realities o de las redes sociales como dadoras de fama y protagonismo veloz y efímero, sino entender que aquello que lo llevaba a ejercer un periodismo de cruces y comparaciones ofrece puertas de entrada a los desafíos de la cultura popular del presente.

Por Claudio Zeiger*

(para La Tecl@ Eñe)

Las redacciones de los años 60 y 70 vieron pasar a toda una generación de periodistas muy preparados, cultos y audaces. Pero casi todas las redacciones de entonces –de ConfirmadoPrimera Plana y Análisis a Siete DíasClarín o La Opinión– vieron pasar a Enrique Raab.

Como si fuera poco, su militancia en el Partido Revolucionario de los Trabajadores, el áspero PRT, lo llevó a integrar también la redacción clandestina de la revista partidaria Nuevo Hombre.

Escribía de todo. O casi de todo. Sobre casi todo. La pasión por la cultura argentina y el espectáculo masivo que atraían a las clases medias y a los sectores populares por igual en tiempos de inusitada expansión de las industrias nacionales del libro, el cine y la TV, se complementaba con una constante comparación entre lo nacional y lo universal. Raab podía y sabía poner en escala todo eso que lo atraía. Dueño de una mirada crítica a veces impiadosa, la curiosidad lo volvía al sendero de la comprensión y la objetividad.

Enrique Raab vivía con su pareja gay cuando fue secuestrado la noche del 16 de abril de 1977. Su pareja fue liberada. Raab es desde entonces un desaparecido.

Hoy puede decirse que Enrique Raab es una referencia esencial para un periodismo cultural que se pretenda plural, heterogéneo, dúctil. Pero su obra es poco conocida. Desde 2015 está disponible una recopilación de artículos seleccionados y comentados por María Moreno: Enrique Raab: Periodismo todoterreno. En la tapa blanco y negro aparece la foto de un hombre con un ligero parecido a Luis Sandrini, un personaje que seguramente le habrá interesado mucho. Este libro se suma así a Enrique Raab: Claves de una biografía crítica de Máximo Eseverri y Crónicas ejemplares (textos de Raab, selección y prólogo de Ana Basualdo).

Hoy, la actualidad de Raab está dada, a mi entender, por dos ejes: el primero, es que, a pesar de obvias diferencias, el periodismo de los años 70 pre golpe militar y los años actuales, enfrentan encrucijadas similares a causa de que las dos épocas exhiben una formidable expansión de técnicas, recursos, formatos y géneros. Piénsese en todos los desafíos que se le presentan actualmente a la crónica y a la entrevista, que subsisten cuando la virtualidad los hace absolutamente prescindibles, o artificiales o convencionales.

El otro eje que lo vuelve tan actual, es que lo que denominamos cultura & espectáculos, una suerte de antinomia que por pereza se yuxtapone, se enfrenta no sólo a la tradicional confrontación entre cultura alta y cultura de masas, sino que tanto la cultura “alta” como la cultura de masas, están absolutamente atravesadas y contaminadas por todas las novedades vertiginosas de la cultura digital. En este sentido, postular la actualidad de Raab no pasa por preguntarse qué hubiera pensado de los realities o de las redes sociales como dadoras de fama y protagonismo veloz y efímero (aunque también es obvio que le habría interesado muchísimo) sino entender que aquello que lo llevaba a ejercer un periodismo de cruces y comparaciones, a detenerse, por ejemplo, en la figura del gordo Porcel como una representación acabada del hombre argentino de los 70, o indagar en la popularidad de Palito Ortega, o criticar fuertemente la cinematografía de Leonardo Favio, o auscultar la precariedad actoral y estética de Juan José Camero en la constelación del cine argentino, o seguir atentamente la filmación de Los gauchos judíos en campos del ejército, ofrece puertas de entrada a los desafíos de la cultura popular del presente. Hoy enfrentamos el desafío de qué hacer con tantos productos culturales que llegan a una enorme cantidad de personas circulando por la televisión, las redes y plataformas con efectos ultra homogeneizadores. Hoy no hay prácticamente posibilidad de discernir entre lo popular y lo masivo, y es tan evidente que “la mirada irónica” es un refugio insuficiente como que los sectores populares ya no se pueden adscribir sin más a una mirada virgen e inocente.

¿Qué hacer con esto? ¿Rechazarlo de plano? ¿Volver a refugiarse en una cultura que se proclama pluralista y democrática, pero ejerce con rigor el principio de autoridad de la crítica? 

No entregarse a un populismo bien pensante (“la bendición de objetos plebeyos que hacían los estudios culturales”, señala María Moreno), pero sí quitarse las anteojeras. Quizás. Entonces se puede volver a Raab. Él sin dudas legó un punto de vista que afronta lo culto y lo popular, la cultura y el espectáculo, sin esas anteojeras que tanto nos cuesta erradicar, para dejar despejada una mirada libre de prejuicios y de elitismo.   

Fuente: Claudio Zeiger, escritor y periodista, editor de los suplementos Radar y Radar Libros del diario Página/12, para https://lateclaenerevista.com 

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