Según Carlos Skliar, “los maestros deben recuperar un papel de compromiso con un mundo distinto”. El escritor e investigador propone que la educación se rebele contra el sistema. Se expresa en contra de la hipótesis tecnológica y rechaza el modelo del maestro como “coaching”. Apuesta a que la educación sea el vehículo para enfrentar la actualidad ofreciendo “una vida no tan apurada”.
La realidad de la educación. La función de los maestros. Las nuevas perspectivas. El rumbo “empresarial” de la educación. El modelo de comunicación que impone la tecnología. La necesidad de que haya conversación “real”.
La mirada del escritor e investigador Carlos Skliar abarca esos conceptos y muchos más relacionados al mundo de la educación, la literatura, la pedagogía y la filosofía. Sus exposiciones y presentaciones de libros son muy requeridas por docentes, escritores y estudiantes. A diferencia de las consignas que se imponen en la actualidad, Skliar propone rebelarse contra el modelo de mercado que impone en el mundo. También se expresa en contra de los conceptos de aceleración, autorrealización y comunicación de la época y apuesta a que la educación sea el vehículo para enfrentar la actualidad ofreciendo “una vida no tan apurada”.
“Los maestros deben recuperar un papel de compromiso con un mundo distinto”, destacó en un mano a mano con LA CAPITAL.
– ¿Cuál es la relación entre época y educación?
– Parte de lo que estoy trabajando en educación tiene que ver con una pregunta fundamental en este momento que es si una época como ésta, que se define a sí misma como época de aceleración, conectividad, de comunicación, de emprendedurismo, de autorrealización, de rendimiento; puede exigirle a la educación que siga como si fuera algo transparente a esos lineamentos.
Parto de la idea de que no hay ninguna relación natural entre época y educación, o que al menos podríamos discutir si hay una relación lineal. Entonces, lo que más trato de plantear es si no necesitamos una educación que, por el contrario, cuide a los chicos de estos atributos que la época se arroga para sí misma.Y por otro lado, sino deberíamos pensar en que la educación se rebela en parte contra esta época, ofreciendo un conocimiento no lucrativo, un desarrollo no sólo tecnológico, una vida no tan apurada.
– ¿Cómo ve el rol docente en el contexto actual?
– Todas las épocas parecen traer una idea de cambio y eso las define. Y en ese sentido no tengo nada contra la idea de que las épocas muestran sus cambios, pero me parece un poco sesgado o mezquino decir que una época es solo esos atributos que se publicitan tanto desde el gobierno, o la capacitaciones docentes. Estoy tratando de trabajar en una línea distinta que es recuperar básicamente 5 o 6 cuestiones que son, en primer lugar, la de dar infancia a la niñez porque esta es una época que la ha quitado.
La infancia hoy prácticamente no existe. Es tan vertiginoso que se produce el fenómenos curioso de una niñez sin infancia. Y eso está provocando dificultades en la humanidad en general.
Y por otro lado, pienso que los maestros deben recuperar un papel de pasión, pero de compromiso con un mundo distinto al que está en vigencia hoy. Ese mundo del mercado que es lo que más acentúo. Han transformado al mundo en un mercado y yo creo que no son sinónimos. El mundo es otra cosa.
– ¿Considera que la educación debe recuperar su papel igualador en la sociedad?
– Estoy de acuerdo, pero no puede ser una idea abstracta, tiene que ser una práctica. Yo lo he considerado siempre un punto de partida, pero dudo profundamente que preparando para este mundo se genere igualdad. Se genera una profunda desigualdad cuando la educación sólo se mueve a través de dos ejes: todo conocimiento es lucrativo y todo progreso es tecnológico. Si vamos en esa dirección no va a haber igualdad posible porque tanto el lucro del conocimiento como el progreso tecnológico, provienen de lo privado. De tal manera que van a producir una desigualdad inicial
La escuela iguala pero en el sentido de que podemos hacer la ficción de que empezamos todo nuevo, de que no importa donde hemos nacido o en qué situación estemos. La escuela propone el relato de que todo puede empezar de nuevo.
– Otro concepto que aborda es el de conversación. ¿Cómo es el diálogo hoy en el aula?
– El modelo que se ha impuesto es el modelo comunicativo pero no el modelo conversacional. El modelo de comunicación es más de redes, tecnológico, es de los emisores que pueden expresar lo que desean, pero claramente no hay nada del otro lado. La escuela no tiene que imitar ese modelo. Ahí hay otra condición de época que podemos debatir que es que el mundo está creando esta idea de comunicabilidad sin límite, pero virtual. Y yo creo que la escuela tiene que ser un escenario de conversación real, presencial. Ahí planteo un cambio profundo entre lo que el mundo ofrece como modelo y ciertas plataformas técnico – educativas están cayendo en la trampa de creer que de lo que se trata es de copiar al mundo tal como se lo presenta publicitariamente.
– Una de sus propuestas es llamar a la reflexión y no correr tanto detrás de los cambios.
– Sí, creo que hay dos cambios que hay que frenar. Uno es la hipótesis tecnológica y otro es el modelo del maestro como “coaching” o como entrenador de ciertas competencias. Es una relación privada que es diferente al trabajo público que hace el maestro. Esos dos grandes ejes por los que podríamos pensar la formación docente que está yendo en el sentido del “coaching”. Siento que no es posible una vida sin maestros. Pero tienen que ser maestros que muestren su vínculo apasionado por el mundo.
– ¿Cómo se explica el modelo del maestro como “coaching”?
– Los entrenadores personales que desarrollan ciertas habilidades en forma privada bajo la forma de compra y venta, el modelo empresarial de la educación. Es un modelo que viene de las empresas y creo que hay ciertas cosas que no se pueden “couchear”. Es el modelo que se genera desde la presidencia: todo puede ser producto de un experimento. De lo que trata es de tener una conversación franca, ilimitada pero sobre todo colectiva, no individual.
– ¿Hace falta recuperar la función de los viejos maestros?
– Insisto en que el papel del docente es ser alguien apasionado por una materia de estudio, por un arte, por un saber y además es capaz de reelaborarlo para transmitirlo. Me parece que eso sigue siendo. Recuerdo muchos maestros modelos en los que se puede verificar estas cuestiones. No son técnicas, son artísticas. Pienso más en un modelo de educador como un artista que es capaz de amar un saber determinado pero que además ama contárselo a los demás.
– ¿Cuál es su postura sobre el lenguaje inclusivo?
– Tengo mis recelos, aún reconociéndome un poco pionero en el uso de algunas palabras con la E. pero me parece que el cambio profundo no va a pasar por ahí, aún admitiendo que también el lenguaje va a marcar ese cambio.
Me da la impresión que para hacer una transformación del lenguaje, primero hay que conocerlo profundamente. No se trata de un juego sino de algo más serio, más grave, donde se pone en juego nuestro destino. No creo que alcance con algo que luego pueda ser padronizado nuevamente, que entre en un conjunto de reglas y que se agote en una especie de juego a propósito de cómo marcar las diferencias en el lenguaje.
Hay algo anterior a eso que son las miradas igualitarias, la escucha, la disposición atenta. Diría que el gran cambio pasa por una ética y no tanto por una estructura del lenguaje.
– ¿Es difícil pensar en un cambio educativo profundo con las carencias que tiene el sistema en la actualidad?
– Hay que revisar honestamente la precariedad material y simbólica en que vive la educación actual y que no tiene nada que ver con esa altisonancia de decir que la educación es trascendental. En eso siempre ha habido una ambigüedad y una hipocresía de formular que la educación es lo más importante pero luego la precariedad salta ala vista. Cualquier sistema de gobierno tiene que volver a plantearse casi fundacionalmente, revisar esa precariedad que no es solo en cuestiones materiales sino también simbólicas.
Carlos Skliar es un investigador y escritor reconocido nacional e internacionalmente por sus aportes pedagógicos, filosóficos y literarios al campo de la educación.
Su extensa obra combina una reflexión fronteriza entre la literatura, la pedagogía y la filosofía. Ha publicado libros que hacen de la poética y el ensayo su principal forma de escritura.
Desde sus inicios en el campo específico de la educación especial, su interés central ha sido las formas de vinculación pedagógica. De aquí que una de sus preocupaciones fundamentales también esté centrada en el lenguaje, particularmente en su relevancia filosófico-literaria y no psicológica, didáctica o sociológica.
Fuente: Hernán Kloosterman para https://www.lacapitalmdp.com/