Teatro Colón, 17 de agosto de 1972. Las palabras de Antonio Carrizo casi se ahogaban, pese a su distancia del escenario, en medio de la ovación del público después de que Aníbal Troilo y su orquesta terminaran de interpretar Quejas de bandoneón. De hecho, el aplauso y el delirio del público prorrumpieron unos compases antes de que Troilo y sus músicos terminaran este tango de Juan de Dios Filiberto. Fue el clímax de la intervención de Pichuco en el “Concierto de Música Ciudadana” que contó, además, con la participación de otras grandes orquestas. Sería ocioso destacar la talla de estas formaciones, pero hay una en especial sobre la que volveré más adelante, pues tiene que ver con Troilo y con un centenario que se conmemora en este 2021 referido al complejo universo del tango.
La “magia de su nombre y su figura”, según palabras del locutor de General Villegas, fue quizás el motivo para que esta no fuese la primera vez que Pichuco pisó el escenario del Colón. En 1950 Troilo fue el director musical del Conventillo del ’53, organizado por la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos para su aniversario número veinte. Después de la caída de Juan Domingo Perón, el tango no sonó en el Colón hasta que, durante el gobierno militar de Alejandro Agustín Lanusse, se organizó el concierto mencionado. Años más tarde, en 1985, vendría el homenaje a Osvaldo Pugliese por sus ochenta años, y el tango sería ya un habitué de nuestro primer coliseo.
Pichuco fue ovacionado en esa memorable noche, evento que transmitió en directo Canal 7, en simultáneo con Radio El Mundo. Su participación cerró la velada que contó con Florindo Sassone, Horacio Salgán, Sexteto Tango, y los cantores Edmundo Rivero y Roberto Goyeneche. Pavadas de nombres.
También participó el Conjunto 9 de Astor Piazzola, bandoneonista en honor a cuyo natalicio se vienen realizando, en este 2021, una buena cantidad de celebraciones; incluso, paradójicamente, la reapertura del Teatro Colón después de un año de estar cerrado por la pandemia. La participación de Piazzola y su conjunto en ese concierto del ’72 constituyó todo un símbolo, pues es conocida la, quizás, desafortunada frase de Astor respecto del Gordo: Piazzola le había reprochado a Troilo el quedarse en su “cómodo lugar de entrenador de bailes populares”. No obstante, la muerte de Troilo -el 18 de mayo de 1975- golpeó tanto a Astor que, en su honor, compuso la Suite Troileana, cuyo primer movimiento, Bandoneón tiene algún resabio de las Quejas de bandoneón que hizo delirar al público presente en esa memorable velada colonera del ‘72.
Es que, polémicas aparte y a esta altura de las circunstancias, sería trabajoso pensar en un Piazzola sin Troilo. O viceversa. El resto, quizás sean meras e infértiles conjeturas. La magia de Pichuco resuena en los oídos de los que tuvieron la fortuna de escucharlo en sus presentaciones, de haber bailado las larguísimas introducciones a sus tangos, pero también en las generaciones actuales que lo conocen gracias al testimonio de sus mayores y que apuestan a mantener vivo el espíritu de este género. Después de todo, Pichuco nunca se fue: siempre está llegando. Viviana Aubele
Fuente: Viviana Aubele para http://martinwullich.com