Alicia Dickenstein, premio L’Oreal-UNESCO

La matemática argentina obtuvo el Premio L’Oreal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”

Alicia Dickenstein: “Todavía siguen influyendo las etiquetas machistas”. La matemática argentina obtuvo el Premio L’Oreal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”. Su trabajo fue reconocido en la edición 2021 del prestigioso galardón. En esta entrevista con Página 12, la especialista en geometría algebraica describe el rol de las mujeres en un campo científico históricamente dominado por hombres.

Alicia Dickenstein fue reconocida con el Premio L’Oreal-Unesco “Por las mujeres en la ciencia”, que cada año desde 1998 distingue a cinco investigadoras, una por región: África y Estados Árabes, Asia-Pacífico, Europa, América Latina y América del Norte. La comunicación del resultado coincide con el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, fecha dispuesta por la Asamblea General de las Naciones Unidas a fines de 2015. A continuación, esta docente de la UBA e Investigadora Superior del Conicet comparte su concepción de la matemática y apela a la narración de anécdotas que, según cree, pueden ser útiles para las jóvenes que buscan iniciarse en la carrera científica.

–¿Qué implica el reconocimiento de L’Oreal-Unesco?

–Estoy muy contenta porque es un premio prestigioso. En Argentina ya lo han ganado otras colegas, pero soy la primera que lo hizo en el área de las Matemáticas. En los años impares lo reciben especialistas de esta disciplina, Física y Computación, y en los pares, se reconoce a aquellas que trabajan en Ciencias de la vida. Se reconoce a mujeres que trabajan en cinco regiones y fui galardonada, entre muchas investigadoras de primer nivel, por la región latinoamericana. Lo que más me reconforta es ese rol social y cultural que tiene la distinción. Me refiero a que las chicas y las jóvenes se enteren que este tipo de carreras existen, que vean que hay una oferta, que sepan que son para ellas, que estudien tanto Matemáticas como cualquier otra ciencia. Pienso que el Premio L´Oreal puede funcionar como un incentivo para cuestionar un poco las etiquetas, los estereotipos sociales y la autocensura.

–En 1996 se convirtió en la primera directora mujer del Departamento de Matemática (FCEN-UBA) y hasta 2018 fue vicepresidenta de la Unión Matemática Internacional. Allí también hizo historia en un campo dominado por hombres.

–Hacerse espacio en un campo así no es fácil. Una cosa fue llevando a la otra y de la misma manera, la obtención de un premio llamó a otros reconocimientos. Lo que me gustaría dejar en claro porque pienso que puede servir de ejemplo para otras compañeras que recién se inician y construyen su trayectoria es que ningún camino es directo ni fácil. Apenas terminé mi tesis doctoral, en 1984, falleció de un cáncer de hígado mi director, Miguel Herrera. Y, realmente, no sabía qué hacer, cómo seguir. A eso, había que sumarle que recién había nacido mi segundo hijo, estaba complicada. Me sentía colgada de una palmera, en medio de la nada, sin ninguna pista. Es cierto, tenía un cargo de ayudante y más tarde ingresaría en el Conicet, pero no había nadie en Argentina ni en la región que supiera tanto de mi tema como yo.

–Eso es un problema.

–Es un problema grave porque si no tenés con quién dialogar ni nadie que te guíe todo se vuelve cuesta arriba. No había correo electrónico, no llegaban revistas, no recibíamos a profesores visitantes, no aprendíamos. Me sentía frustrada, estuve más de ocho años de búsqueda hasta que finalmente advertí que, como dice el poema, se hace camino al andar. Sufría mucho por no poder ser productiva. Unos años más tarde, me invitaron a México, a una Escuela para un curso de geometría algebraica, campo en el que me especializo. Esta anécdota significó un punto de inflexión para mí. Como la actividad iniciaba el 2 de enero, viajé junto a mi marido el 31 de diciembre y dejamos a nuestros hijos con mi mamá y mi suegra. Recuerdo que brindamos arriba del avión para celebrar Año Nuevo y, pese a que había un lindo ambiente, yo no podía dormir. A la una de la mañana en algún lugar del planeta prendí la lucecita y me puse a trabajar en mi investigación. Pasaron muchos años pero recuerdo que me pregunté: ¿algún día tanto esfuerzo valdrá la pena?

–Imagino que ya tiene respuesta para su pregunta de aquel entonces.

–Dos años después de eso, recibí una carta de un famoso matemático francés. Junto a otros especialistas del campo europeo se habían interesado por mi trabajo y me invitaban a ser profesora de la Universidad de París VI. Con el tiempo supe que me habían contactado por el curso que había dado en México. Y nunca nadie supo que el material para ese curso lo preparé a la una de la mañana en ese avión en que todos dormían menos yo. A veces, por más planificado que uno intente ser, la vida ofrece sorpresas. Realmente me siento recompensada por el esfuerzo realizado.

–Es docente en la UBA. ¿Cómo era cuando usted estudiaba y cómo es ahora? ¿Cambió en algo para las jóvenes?

–Pienso honestamente que todavía falta mucho. Algunas cosas cambiaron, en matemáticas hay más mujeres que en otras carreras como física por ejemplo, pero no alcanza. Todavía siguen influyendo las etiquetas que se colocan desde los ambientes machistas, así como también las formas de autocensura. Por supuesto que no se relaciona con una falta de capacidad de las mujeres, sino con impedimentos sociales que obstaculizan el desarrollo profesional en algunos casos.

–Fue premiada por su trayectoria en geometría algebraica. ¿Qué es?

–Es difícil de explicar en pocas líneas. Voy a intentarlo. Es una disciplina que trata de entender objetos geométricos con herramientas algebraicas y objetos algebraicos con herramientas geométricas. Esta definición no dice mucho, pero sí, quizás, se comprenda mejor si describo los temas en los que trabajé. Uno de los objetos son los “discriminantes” que permiten detectar las denominadas “singularidades”, es decir, el despliegue de comportamientos distintos en determinados objetos que deben poder predecirse. Supongamos que tenemos un brazo de un robot que se mueve con destreza para todos lados, sin embargo, su desplazamiento puede interrumpirse cuando en su trayectoria se topa con una singularidad. La máquina podría quebrarse si no es capaz de detectar un ángulo que impide su movimiento. La geometría también puede aplicarse en redes de señalización celular, por ejemplo. Hemos observado que existen muchas redes distintas que en el ámbito de la bioquímica cumplían con una estructura matemática similar y, a través de ello, se vuelve posible demostrar teoremas y predecir comportamientos que los científicos luego observan.

–De manera que concentró sus estudios en la geometría algebraica, una disciplina aplicada a campos tan disímiles como la robótica y la bioquímica.

–Es que la matemática puede aplicarse y de hecho se aplica en diversos campos. Tiene un lenguaje muy particular, que algunas veces sirve para entrenar el pensamiento y en otras puede significar un obstáculo también.

–¿Por qué un obstáculo?

–Porque muchos de los problemas que los jóvenes tienen con la disciplina desde la primera infancia surgen como resultado de que no entienden que, precisamente, la matemática es un lenguaje. Cuando en la Facultad tomo un examen, es claro que el éxito que puedan tener los estudiantes al llegar al resultado dependerá muchísimo de cómo se escriba la consigna, comúnmente, una situación problemática a pensar y resolver. Si el problema se escribe de una forma enrevesada, al alumno se le vuelve mucho más difícil poder asociarlo con conceptos e ideas que ya conoce. En cambio, si está redactado de una manera amigable y clara, de seguro, la mayor cantidad de las personas podrán cumplir con el objetivo. El asunto es comprender los símbolos, pero no es nada fácil advertir ese obstáculo porque no está tan a la vista. Cuando no se entiende el lenguaje se pierde algo fundamental: el placer de pensar. Y pensar es pensar con otros.

–Eso no suele mostrarse cuando se aprende matemática en el secundario.

–Porque hay un problema de matriz: se les enseña mal a los docentes que luego les enseñan mal a los chicos. Viene desde muy atrás el tema, pero solo nos preocupamos cuando después terminan diciendo que la materia no les gusta y sienten que les cuesta. Se espera que los docentes incentiven la creatividad de los alumnos, pero es muy difícil cuando ellos mismos no aprendieron así. En la gran mayoría de casos lo que está ausente es el contexto: se les da una situación problemática para resolver y los alumnos no saben para qué ni por qué están haciendo lo que están haciendo. Si no te dan motivos, no te dan ganas de poner energías en eso.

Fuente: Pablo Esteban para www.pagina12.com.ar

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