La universidad 937 años después

La universidad: entre los que no obedecen y los que creen que mandan

En el mundo occidental la universidad más antigua es la Universidad de Bolonia (Italia), fundada en el año 1088, y fue también a partir del siglo XI que aparecieron las primeras universidades inglesas como la Universidad de Oxford, fundada en 1096, las francesas como la Universidad de París fundada en 1150, y las españolas como…Bloguero:

En el mundo occidental la universidad más antigua es la Universidad de Bolonia (Italia), fundada en el año 1088, y fue también a partir del siglo XI que aparecieron las primeras universidades inglesas como la Universidad de Oxford, fundada en 1096, las francesas como la Universidad de París fundada en 1150, y las españolas como la Universidad de Salamanca fundada en 1218. Así que cuando hablamos de universidades estamos refiriéndonos a instituciones con una larga historia, a organizaciones con trayectoria que han sobrevivido mucho tiempo a todo tipo de transformaciones sociales, desarrollos tecnológicos, conflictos y gobiernos.

Pero las universidades son, contrario a lo que pueda creerse, comunidades sumamente conservadoras que requieren de mucho tiempo para llevar a cabo los cambios, en su interior se reflexiona a veces más de la cuenta y tal vez por eso también es cierto que las universidades se equivocan menos a menudo que otras instituciones. El último gran cambio global que han tenido las universidades es el que produjo el llamado proceso de Bolonia, llevado a cabo en Europa durante los últimos 35 años y aún inconcluso. Un proyecto de transformación que entre otras cosas introdujo la creación de los créditos académicos como medida del tiempo que dedican y esfuerzo que realizan los estudiantes en las actividades académicas que las universidades han establecido para su formación profesional. Con Bolonia se ha logrado una mayor movilidad académica y el reconocimiento mutuo entre programas y universidades que miden en créditos académicos, y no en tiempo solamente, las actividades académicas para los procesos de formación. Y muchos de esos cambios que introdujo Bolonia han llegado también a nuestras universidades latinoamericanas, que desde hace ya más de un siglo han ganado su autonomía.

También la experiencia nos ha enseñado que la verdadera transformación de las universidades no se impone, ni se puede dar con decretos; su esencia reside en los planes de estudio, convirtiendo en un auténtico reto llevar a cabo algún pequeño cambio en ellos, lo que además sólo es posible si se propone o se impulsa desde adentro, desde sus bases y dependencias académicas organizadas por áreas de estudio. Es así como mientras los gobiernos y las directivas discuten sobre la gobernanza o la financiación, en los pequeños y poderosos círculos académicos, donde poco interés despierta la política, se están revisando y actualizando más bien los contenidos curriculares, los objetivos de los proyectos de investigación, reflexionando sobre cómo aprovechar la herramienta de la inteligencia artificial en las asignaturas nucleares de las carreras o en cómo establecer contacto con pares académicos para realizar eventos que nutran a profesores y estudiantes compartiendo sus conocimientos y experiencias en docencia e investigación.

La comunidad académica de las universidades, sean públicas o privadas, la constituyen principalmente los profesores y los estudiantes; pero son los profesores, quienes en su mayoría permanecen hasta cuatro décadas en la institución, los que realizan un ejercicio docente permanente para formar a centenares de estudiantes y nuevos investigadores que reciben sus enseñanzas, ellos son ellos su guía, su ejemplo. Los exalumnos, como egresados, comúnmente pierden contacto con la universidad y no forman parte activa de la comunidad académica de la institución, aunque son también, junto con los profesores, quienes dan prestigio a una universidad, no sus directivas. Y son los profesores quienes, con la libertad de cátedra y sus sabios aportes, están en capacidad de transformar la universidad desde sus áreas de trabajo.

Pero también los profesores conforman una comunidad autónoma, muy especial, que hay que conocer, porque como lo he dicho en varias ocasiones, los profesores universitarios se dividen en dos grupos: los que creen que mandan y los que no obedecen.

Un buen ejemplo es el que se vivió en la Universidad Nacional el año pasado, cuando el Consejo Superior (del que hice parte) designó el nuevo rector y uno de los candidatos armó berrinche porque no se le nombró a él, habiendo ganado una consulta previa no vinculante. Se declaró entonces en desobediencia, como si eso fuera novedad, y demandó la designación de su colega. Posteriormente, mediante un auténtico golpe de estado exitoso llevado a cabo desde un recompuesto Consejo Superior de bolsillo que decidió anular lo actuado, el gobierno logró imponerlo como «rector». Fue así como el profesor de la pataleta en apenas dos meses se cambió del grupo de los que no obedecen al grupo de los que creen que mandan.

Tras ese cambio de grupo el satisfecho «rector impuesto» ha intentado liderar un disparate para transformar la Universidad Nacional vía “fast track”, a espaldas de los profesores que no obedecen, desde un Consejo Superior constituido principalmente por estudiantes, presidido por un estudiante de la misma institucion (que además es ministro), con el principal apoyo de un sindicato de trabajadores.

Sin embargo el interés de la comunidad académica, en su mayoría, no es el de participar del proyecto político, y no académico, que conduce el «rector impuesto» para que lleve a cabo una denominada “constituyente universitaria”.

Ahora bien, en un reciente fallo del Consejo de Estado, publicado el pasado 4 de septiembre, se confirma la legalidad de la designación del rector nombrado y se niegan las pretensiones presentadas por los demandantes de ese acto, con lo que se esperaría que el señor que era desobediente y ahora cree que manda como «rector impuesto», tenga el decoro de renunciar voluntariamente a seguir ocupando la silla que no le pertenece, si se tiene en cuenta que además, como ya se dijo, hacía parte de los demandantes que buscaban declarar ilegal la designacion del rector nombrado. Lamentablemente, por el contrario, parece que aumenta su prisa para intentar cambiar los estatutos y garantizar que las futuras autoridades académicas puedan ser elegidas, sin riesgo alguno, a la medida que este gobierno quiere.

Pero esas ideas menores, presentadas con palabras mayores, que no hacían parte del plan de trabajo inicial del candidato ahora «rector impuesto», describen el derroche de improvisación en la principal institución de educación superior del país, alimentado con el estímulo de un gobierno que se relame ante la posibilidad de instrumentalizar la Universidad, introduciendo los vicios de la politiquería; por fortuna, como lo dije al principio, las universidades no se transforman de afán, ni se cambia su esencia con decretos, mucho menos con ocurrencias impuestas en normas dictadas por directivas espurias.

Fuente: Ignacio Mantilla Prada para https://blogs.elespectador.com/

@MantillaIgnacio

Ahora Educación

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