Miguel Levy, una muerte silenciosa, por Horacio Finoli

Sólo, golpeado y triste murió este lunes (6/1/25) en el hospital Fernández de Buenos Aires, Miguel Levy, a los 88 años, símbolo de periodista cultural de otras épocas cuya gravitación en muchos de nosotros perdurará por siempre, dado que es irrepetible como lo fue su maestro Norberto Vilar, otro grande, que se nos fue en junio de 2023. Falleció con su salud deteriorada y también herida la memoria de muchos.

 

Miembro acérrimo del PC, el entrañable Miguel fue protagonista central de la añorada “mesa de los jueves” encuentro gastronómico con Vilar, Alberto Catena, Marcos “el Negro” Taire, Daniel Divinsky, el pastor Aníbal Sicardi, Benito Jablonka, Graciela Petcoff, Santiago Senén González: una de las cuatro esciciones “ideológicas” de los almuerzos que, entre finales de los sesenta y principios de los setenta del siglo XX, armó el legendario Jacobo Timerman en el Club  “El progreso” de Sarmiento al 1300.

 

Pero Miguel era otra cosa: ¿alguien sabe más que él del conflicto turco/kurdo?, o ¿puede hablar con solvencia de lo que significa el Teatro Colón en nuestra cultura?, ¿quizás representar con dignidad a los mejores bailarines o músicos del mundo?, ¿entender que la historia enseña la diferencia con matemática y no todo es suma-resta?, ¿que Mozart y el barroco te hacen pensar no sólo porque te conmueven?, leer entre líneas no es para cualquiera.

 

Miguel, capaz de enamorarse hasta de las víboras (agarrate el izquierdo), atravesó el planeta tierra dejando esa huella imborrable de los inolvidables, vestido con la humildad que exhibía desde su gorra hasta los juanetes.

 

Lector empedernido de Macedonio y Borges -¿quién puede eludirlos?- era fácil ser su amigo, porque subyugaba con su erudición sin fanfarronería y la transmitía todo el tiempo; siempre con un regalito a mano para quienes lo seguíamos, producto de sus mil y un viajes a países “detrás de la cortina” (clara expresión sesentista) y de Medio Oriente. Sólo a la ex-URSS fue 35 veces.
Los croatas, serbios, judíos, eslovenos, árabes y otros pueblos eran su predilección histórica, aunque siempre relacionados con la influencia que sobre ellos tuvo Carlitos Mark y, cuando no, el tío Sam, una de sus obsesiones investigativas y de lo que acumulaba datos y fechas capaces de ser incluidos en cualquier trabajo académico.

 

Levy nos trasciende como generación y el impacto de su muerte (pero más de su vida) será un blasón que llevaremos en el pecho hasta que alguien decida que sigamos su camino, con la alegría que despertaba en él toda mujer hermosa a la que decidía entregar sus bondades intelectuales y su corazón, como su amada mujer Graciela que, después de una dolorosa enfermedad ósea, nos dejó hace un tiempo.

 

Que las tristes peripecias de los meses finales de su vida, con la aparición de un personaje siniestro y desconocido que le hizo firmar papeles para despojarlo de su departamento en Guatemala y Scalabrini Ortiz, en el barrio de Palermo, no empañe su trayectoria ni su memoria, por favor. Y como la impunidad no tiene límites, después de su muerte -en la noche del Día de Reyes- el cuerpo estuvo casi una semana en la morgue del Fernández, porque como no tiene familiares directos en Buenos Aires los amigos, por ley, no pueden hacer nada.

 

Levy representó a artistas de la talla de Maia Plisétskaya, de quien reivindicaba su majestuosa interpretación de El lago de los cisnes y Don Quijote, así como a tantos personajes culturales de todo el mundo, particularmente soviéticos; cada labor profesional suya era acompañada por la explicación que daba del arte de sus preferidos; ese era Miguel: troesma en todos los terrenos.
Su desparpajo para con las formas, hasta en la vestimenta, significaba lo que fue en la vida: leal con la que vale la pena e indiferente a la cultura light. Párrafo aparte merece el concepto que tenía de la amistad: fue un sacerdote de esa religión, sino que lo diga nuestra querida Mary Castro, viuda de Norberto Vilar, una mujer que aún hoy (con sus ocho gatos, Miguel sólo tenía tres a los que amaba) nos cobija, nos alimenta, nos quiere, nos contiene. Sólo por personas como Miguel y Mary, se justifica gritar: la puta que vale la pena estar vivo!!!!!.

Ahora Educación

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