Álvaro Mutis, Roberto Alifano

Decía André Malraux que el entorno da relieve al personaje. Tuve el privilegio de conocer a Álvaro Mutis en la remota ciudad de Heidelberg, cuando viajamos con Enrique Molina a un Festival de Poesía que se desarrolló en el famoso castillo medieval, ubicado al norte de los Alpes. Allí, en esa región de Alemania nos encontramos con él, y es para mí un recuerdo entrañable haber compartido esos días con don Álvaro, hombre llano, divertido que, sin dejar de ser un asombroso intelectual, era además un caballero mundano, amable y generoso, dispuesto a lo imprevisible como “Maqroll el Gaviero”, el personaje central de su obra narrativa.

Dueño de un gran sentido del humor, ocurrente y siempre con una respuesta sorprendente a flor de labio, Álvaro jugaba con las palabras corrientes y cotidianas como si las usara para su original escritura. Recuerdo que le hizo algunas bromas a otro grande de la literatura, su amigo, el poeta Octavio Paz, con poco sentido del humor.

Nacido en Bogotá, el 25 de agosto de 1923, y sumado a los más melancólicos 22 de septiembre de 2013, la obra literaria de Álvaro Mutis, con la justicia que corresponde, empieza a ser considerada y hoy se lo ubica como uno de los escritores hispanoamericanos más sobresalientes. Alguien que en vida, a lo largo de su carrera, recibió entre otras distinciones el Premio Cervantes, en 2001.

A través de su madre, Álvaro, aprendió al mismo tiempo el español que el inglés y era impecablemente bilingüe. Recuerdo una cena que tuvimos en un restaurante de San Telmo con Borges donde muy a pesar de los presentes se habló menos en español que en el idioma de Shakespeare, poniéndome a mí en una situación incómoda. Tenía una explicación, en 1925, cuando aún no había cumplido los tres años de edad, su familia se mudó a Bélgica, donde en Bruselas hizo sus primeros estudios. Regresó a Colombia, primero, durante las vacaciones y, después, por temporadas más extensas. Ya de muchacho, vivió en una finca cañera que había fundado su abuelo materno en el departamento colombiano del Tolima, en las estribaciones de la Cordillera Central, de la cual dijo: “Todo lo que he escrito está destinado a celebrar, a perpetuar ese rincón de la tierra caliente del que emana la substancia misma de mis sueños, mis nostalgias, mis terrores y mis desdichas”.

Ese forzado regreso a Colombia fue por un golpe a su sensibilidad ocasionado por la muerte repentina de su padre, a la edad de 33 años; hecho que hizo que la familia debiera emigrar de Bruselas. “Pero los recuerdos más felices de mi vida se ubican en esa ciudad”, evocaba con alegría. De ese padre emprendedor guardaba también sus mejores memorias. “De él heredé, entre otras cosas, el gusto por los buenos vinos y la buena cocina, por la tertulia y los buenos libros, y también mi admiración por Napoleón”. Tras esa pérdida irreparable, su madre decidió regresar a Colombia para dedicarse a la hacienda que tenían en Coello, un municipio ubicado en la región de Colima. Dejar Europa fue, para Álvaro Mutis, una dolorosa pérdida. “En aquellos años, Bélgica era mi mundo, en tanto que Colombia era sólo un lugar en el mapa, un país sudamericano en donde pasaba mis vacaciones y del cual siempre se regresaba”. Su fascinación por el mar, los barcos y el viaje tienen origen en esos desplazamientos de Europa a Colombia “pequeños cruceros del Atlántico, mitad de carga, mitad de pasajeros”.

En Bruselas debió abandonar sus estudios en el colegio jesuita de Saint-Michel, donde, como Borges, no pudo completar su bachillerato, pero sí lo hizo en un prestigioso colegio de Colombia, donde su profesor de literatura española fue el notable poeta Eduardo Carranza. “Las clases de Carranza -recordaba Álvaro-, fueron para mí una inolvidable y fervorosa iniciación en la poesía”.

Algún tiempo después se presentó a un concurso y obtuvo el cargo de relacionista público de la Standard Oil. Una tarea que lo hizo viajar todo el tiempo a los Estados Unidos. Por esa época publicó su primer volumen de poesía en 1948. Antes había publicado sus poemas en el periódico El Espectador. En 1953 publicó Los elementos del desastre, un poemario donde aparece por primera vez su emblemático personaje Maqroll el Gaviero, uno de los grandes hitos de la literatura en lengua española de este siglo.

Vengo del norte,

donde forjan el hierro, trabajan las rejas,

hacen las cerraduras, los arados,

las armas incansables,

donde las grandes pieles de oso

cubren paredes y lechos,

donde la leche espera la señal de los astros,

del norte donde toda voz es una orden,

donde los trineos se detienen

bajo el cielo sin sombra de tormenta…

Debido al manejo generoso que hizo de unos dineros de la multinacional Esso, “destinados a quijotadas”; en especial para favorecer a escritores y artistas necesitados, fue demandado por la compañía. Ante esta situación, su hermano le arregló un viaje de emergencia a México, que a partir de entonces fue su lugar de residencia.

En 1956 se estableció en el DF, donde llegó con dos cartas de recomendación, una dirigida a Luis Buñuel y otra, a Luis de Llano; gracias a estas consiguió trabajo como ejecutivo de una empresa de publicidad. Luego, fue promotor de producción y vendedor de publicidad para televisión, y conoció en el medio intelectual mexicano a los que llegaron a ser sus amigos en ese país: Octavio Paz, Carlos Fuentes y Emilio García Riera, entre otros.

Pero a los tres años de su llegada a México, Álvaro Mutis tuvo un traspié desagradable, fue detenido por la Interpol e internado durante 15 meses en la cárcel preventiva de Lecumberri, más conocida como “El palacio negro de México”, y todo por su añeja quijotada cultural. Esa cruenta experiencia en la cárcel “me cambió la visión del dolor y del sufrimiento humano”.

Hacia 1960 inició un viraje hacia la prosa con su Diario de Lecumberri, escrito en prisión. El primer reconocimiento importante a la obra de Álvaro Mutis fue en 1974 cuando le otorgaron el Premio Nacional de Letras de Colombia. Pocos años después, se inició en la novela, pero solo sería reconocido públicamente en 1986, con la publicación de La nieve del almirante, cuyo personaje es el ya célebre Maqroll el Gaviero. A partir de entonces, Álvaro empezó a recibir premios importantes. La saga novelesca de Maqroll el Gaviero es, sin duda, por su emocionante despliegue narrativo, su conmovedora profundidad, su construcción de gran artesanado, su decir poético constante y su delicadeza en el uso de las palabras, una obra mayor dentro de la escritura en nuestra lengua. En 1988 cumplió el tiempo para el retiro y se dedicó completamente a leer y a escribir. Apareció en España su novela Ilona llega con la lluvia, también protagonizada por Maqroll el Gaviero, publicada por la editorial Mondadori.

En 1989, recibió el Premio Xavier Villaurrutia y fue condecorado con el Orden del Águila Azteca. En 1990 su relato Amirbar fue editada en España y Colombia simultáneamente; al tiempo que Italia le otorgó el Premio Nonino al mejor libro extranjero publicado en ese país. Ese mismo año concluyó la novela Abdul Bashur, soñador de navíos, que dio a la imprenta el siguiente año. En 1993 la editorial Siruela publicó en dos volúmenes y bajo el título Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, las sagas de su ya célebre personaje, incluyendo el hasta entonces inédito Tríptico de mar y tierra.

En esas ficciones Maqroll es el hombre que ve más allá del horizonte. Un testigo errante del tiempo y del destino que una vez que conoce la gente se queda para siempre con ellos. A través de él, Mutis revela el mundo del hombre contemporáneo. Es la visión de quien, dice el propio Maqroll en su diario, tiene “una fervorosa vocación de felicidad constantemente traicionada, a diario desviada y desembocando siempre en la necesidad de míseros fracasos”.

Maqroll el Gaviero es el personaje en torno al cual nuestro escritor ha desarrollado casi la totalidad de su obra, desde el poema Oración de Maqroll (incluido en Los elementos del desastre, de 1953) hasta la saga de siete novelas agrupadas bajo el título Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero. A lo largo de toda su obra, Mutis presenta a Maqroll como un personaje errante en busca de lo desconocido y que, por ello, experimenta situaciones de gran tensión en muchas ocasiones.

Mutis no presenta a Maqroll como su alter ego, aunque el propio autor afirma que Maqroll tiene mucho de él. La nieve del almiranteIlona llega con la lluvia y Un bel morir son las tres novelas en las que Mutis retrata más ampliamente a Maqroll, mostrándolo desde una perspectiva diferente según la obra.

En uno de mis viajes a México cenamos con él y Gabriel García Márquez en un restaurante de Lomas de Chapultepec y es otro de mis recuerdos más conmovedores que conservo de estos dos amigos. Álvaro Mutis, como “Gabo”, nunca se inmutó ante la fama. Sabía muy bien, como su ya mítico personaje, Maqroll el Gaviero, que cuando se está a punto de conseguir algo uno abandona esa empresa para emprender nuevos caminos; como buen escéptico pensaba que el éxito poco o nada tiene que ver con el arte. “En el arte no hay éxito, Roberto -me dijo-. Esa palabra pertenece a los dominios de la frivolidad”. También creía, como sus bien leídos Drieu la Rochelle y André Malraux, que “todos estamos inmersos en la trampa de la desesperanza”. Y que “Nadie puede poder”. acaso por ser algo que no es de este mundo.

Fuente: Evocación de Álvaro Mutis, artista de la palabra | El Imparcial y https://www.elimparcial.es/

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