Transcribo acá algunos breves fragmentos de las charlas que tuve con Jorge Luis Borges durante parte del año 1974 y 1975, en su departamento de la calle Maipú en la ciudad de Buenos Aires, más divertidas que mis columnas “Albinísimas”, que algún día retomaré, en mi diario personal o en cualquier otro.
Borges: “…si a mí me dicen que que los astros ejercen una influencia sobre los hombres, estoy dispuesto a admitirlo. Es decir, creo en la verdad abstracta de la astrología…Los astros influyen, pero que de eso pueda derivarse que una persona, a través de una serie de cálculos, pueda decir si me irá bien en el amor este año o si me va a ir bien económicamente, no, eso no…
A.G.:¿Pero Xul Solar era astrólogo, no?
Borges: Sí, era astrólogo, pero él creía que la mayoría de los horóscopos que se conocían eran falsos, porque tomaban en cuenta la fecha del nacimiento de las personas, en lugar de tomar en cuenta en qué minuto preciso la persona había sido engendrada, cosa prácticamente imposible de establecer…
A.G: Volviendo atrás, usted había conocido a Victoria Ocampo en esa institución Amigos del Arte, y después, en la casa de ella conoció a muchos escritores importantes…
Borges: Sí…si, lo conocí a Bioy Casares…Es decir…bueno, nosotros no estamos de acuerdo. Porque él dice que ya nos conocíamos, pero ahora nos hemos puesto de acuerdo para decir que nos conocimos en una quinta que Victoria Ocampo tiene en Beccar. Pero realmente no tenemos ninguna seguridad…han pasado tantos años…
A.G: ¿Su hermana Norah era amiga de Silvina Ocampo?
Borges: ¡Ah! …entonces si…como Norah es amiga de Silvina me presentó a Bioy antes de verlo en lo de Victoria…No sé, han pasado tantos años, y el pasado es tan modificable, tan plástico.
A.G: Bueno, de todos modos, por esa casa de Vicoria Ocampo en Beccar pasaban los hombres más importantes que llegaban al país, como Ortega y Gasset, Keyserling, Tagore, Malraux, y usted los conoció allí o…
Borges: A Ortega lo vi una sola vez en la vida, y no me impresionaba como escritor, siempre me pareció que fue una de las personas que ha corrompido el idioma.Entre él, Yrigoyen y los políticos que hemos padecido en estos últimos tiempos, han corrompido el idioma…porque Ortega escribía horriblemente..
A.G: Vamos, Borges, ¿me está hablando en serio? Porque sé que usted es bromista. Me refiero a Ortega, no a los políticos…¿A usted le parece que escribía mal?
Borges: Tanto que yo, en un artículo que escribí cuando Ortega murió, decía que era un hombre que pensaba bien, pero que debía haber encargado a un hombre de letras que escribiera sus ideas, porque él mismo no sabía hacerlo. Pronunciaba frases extraordinariamente cursis..
A.G: Bueno, no es este el caso para mí, pero ocurre en grandes compositores de música clásica que no podrían tocar en el piano lo que habían escrito…que solo podían hacerlo grandes pianistas…Ahora bien, cuando Ortega llegó por primera vez a Buenos Aires, ya había publicado algunos libros…¿Usted había leído algo de él?
Borges: Sí. Es decir, había intentado leerlos pero había fracasado. Salvo a veces que lo leíamos con amigos para reírnos…
A.G: ¿Pero qué hay entonces de toda la fama de la que vino precedido y del éxito que tuvo aquí?
Borges: No, pero…Sí, tuvo éxito. Pero yo admiro a Ortega como pensador. Ortega era un hombre que pensaba, desde luego pensaba bien.
A.G: Pero no hay pensamiento sin lenguaje. …
Borges: Bueno, exponía mal su pensamiento. Posiblemente el hábito de la cátedra lo hacía incurrir también en el hábito de hacer bromas continuas, pero no le salían muy bien las bromas porque no tenía mucho sentido del humor, seguramente eso lo perjudicó. En general, se lo considera un escritor, pero yo creo, por ejemplo, que Groussac escribía mucho mejor que él, aunque Ortega pensara mejor. Yo a Ortega lo veo como pensador, pero como escritor no. O por lo menos no lo veo como estilista.
A.G: Yo creo que la mayoría toma a Ortega como ensayista, como pensador y no como estilista. Pero cuénteme de otro personaje de aquellos tiempos que anduvo por lo de Victoria Ocampo, y que usted, tal vez trató: Keyserling,..
Borges: También lo vi una sola vez en la vida. A mí, las personas célebres no me interesan, tal vez por timidez…como todo el mundo habla de ellas…
A.G. Saturan el ambiente…
Borges: Sí. Seguramente ocurría eso…
A.G: ¿Y Tagore?
Borges: A Tagore quizá lo vi un par de veces, pero a mí el estilo oriental, el estilo untuoso que él tenía, no me gusta, me resultaba desagradable. Una persona que se expresaba siempre usando metáforas ¿no? Parece que no pensaba directamente. Desde luego se puede decir como Lugones que todo lenguaje es un tejido de metáforas. Pero en general, cuando uno habla no está pensando que las palabras son metafóricas. Por ejemplo, si yo digo “un estilo llano”, no pienso en “estilo” como punzón que usaban los antiguos para escribir, y que “llano” se refiere a la llanura. O digo “candidato” y si usted entiende persona vestida de blanco…es muy difícil entenderse en una conversación común. No podemos volver al sentido originario o primitivo de las palabras porque el diálogo se hace imposible.
A.G: Incluso eso ocurre hasta con las calles. Cuando uno habla de Paraguay o de Maipú, no está pensando en el país o en la batalla…
Borges: Sí. Por eso creo que es un error dar a las calles nombres de personas, porque eso hace que las personas se conviertan en calles. Lugones no quiso que se diera su nombre a ninguna calle. Yo propuse a la Socidad Argentina de Escritores que no se modificaran los nombres de las calles, y agregar una cláusula especial para que no se les diera el nombre de escritores. Yo personalmente, como escritor, no quiero convertirme en una esquina, en un andén, en una estación, en nada de eso. La prueba está en que todos los días hablamos de la calle Corrientes, pero no pensamos en la provincia de Corrientes. Tampoco pensamos en las corrientes de agua. Corrientes es ya el nombre natural de la calle Corrientes. Yo, en Palermo, acepté los nombres de las calles, y luego me quedé bastante asombrado cuando supe que esos nombres eran países como Nicaragua, Guatemala, o que Soler era un general. Por eso, el mejor modo de que se olvide a una persona es dar su nombre a una calle. Entonces ya la persona desaparece como persona y queda como lugar.
A.G: Por eso es mejor utilizar los números, que son abstractos y permiten una ubicación geográfica más rápida. …
Borges: Sí, uno puede saber inmediatamente a qué distancia está la calle 7 de la calle 1. En cambio no se sabe de inmediato a qué distancia está la calle Chile de la calle Rivadavia. Ese es un conocimiento muy especial que uno va adquiriendo…
A.G: Con el tiempo y con la guía Peuser…Dígame Borges..así que también Tagore , para su gusto, hablaba muy untuosa, metafórica y orientalmente…
Borges: Sí, y además, él hablaba con plena conciencia de ser un maestro y que los interlocutores eran discípulos.
A,G: ¿Y Waldo Frank?
Borges: Sí, lo conocí, pero caramba, siento mucho decirle que no simpaticé con él. Era un hombre que adolecía, digamos, de una cordialidad más o menos distraída.Se encontró conmigo una vez en la calle Florida, avanzó hacia mí, extendió los brazos y me dijo “Querido hermano”, lo cual me pareció una impertinencia de su parte. Primero, yo no lo sentía como un hermano y además qué derecho se tiene de llamar hermano a una persona casi desconocida?…
Ahora, una aclaración, porque seguir podría llenar las páginas de un un libro. Por eso, aclaro que los fragmentos de esta charla, son una parte breve de las quince que mantuve con Jorge Luis Borges durante el año 1974 y parte de 1975 en su departamento de la calle Maipú. Por eso, no incluyo sus apreciaciones de elogio para André Malraux y Francois Mauriac; para la prosa de Paul Claudel, ya que su poesía, por momentos le resultaba admirable y por momentos insoportable, cosa que también le pasaba con Hugo, porque, según su decir, suele ocurre cuando uno admira mucho a un poeta, ya que nadie puede mantener tan alto nivel en toda su obra. También recordó con sumo agrado sus caminatas con Néstor Ibarra y Pierre Drieu La Rochelle por los límites de Buenos, al borde del llamado por Drieu “vértigo horizotal”, etc.
Cuando publiqué por primera vez en 1990 estos fragmentos, lo hice como contexto y pretexto para advertir a las tendencias cada vez más crecientes de homenajes a Borges (siempre creí que el mejor homenaje era leerlo), que por lo menos no incurriesen contra sus propios deseos, en homenajearlo bautizando con su nombre alguna plaza, calle o andén, etc. Claro está que, como todos sabemos, la advertencia no sirvió para nada.
Tampoco hice más transcripciones en aquella oportunidad –y mucho menos ahora- porque en primer lugar, dichas charlas –aunque grabadas- eran puramente amistosas y no tenían por finalidad ser publicadas como libro; en segundo lugar, porque Borges fue, a partir de 1976, uno de los escritores más entrevistados del mundo, y hay tantos libros y reportajes vinculados con él, que no vale la pena repetir lo que ya se ha dicho o escrito tantas veces.
Fuente: albinogomez@gmail.com y www.ahoraeducacion.com