Manuel Vicent Recatalá (Villavieja, Castellón, 1936) es un periodista y escritorespañol. Después de obtener la Licenciatura en Derecho por la Universidad de Valencia -previamente había realizado un par de cursos de Filosofía-, se trasladó a Madrid, donde cursó estudios de Periodismo en la Escuela Oficial, donde comenzó a colaborar en las revistas Hermano Lobo, Triunfo y otros medios. Ahí conoció a numerosos intelectuales y artistas; entre otros, al también periodista y escritor Francisco Umbral, que más tarde lo definiría como «calvo y joven, judío de ojos claros, experto en pintura, irónico y gélido». Sus primeros artículos sobre política los publicó en el diario Madrid y, posteriormente, en El País -medio en el que continúa colaborando- unas crónicas parlamentarias que le hicieron famoso. Su obra comprende novelas, teatro, relatos, biografías, artículos periodísticos, libros de viajes, apuntes de gastronomía, entrevistas y semblanzas literarias, entre otros géneros. Sus novelas Tranvía a la Malvarrosa y Son de mar han sido adaptadas para la gran pantalla de la mano de José Luis García Sánchez y Bigas Luna, respectivamente. Es, también,galerista de arte, una de sus más conocidas pasiones. Algunas de sus novelas han sido llevadas al cine y por ellas ha obtenido numerosos premios, entre ellos el Nadal en 1987 y el Alfaguara en 1966 y 1999.
No me gustan los hombres-báscula que en cuanto te echan la vista encima te dicen que estás más gordo; en cambio, me gusta el concierto de clarinete de Mozart y el autorretrato de Durero.
No me gusta ese tipo educado quien, pese a que sabes que te odia, al verte en un restaurante se acerca a tu mesa y te dice con énfasis ¡que aproveche!; en cambio, me gusta el potaje de legumbres, la trompeta de Miles Davis y leer a Ovidio a pequeños sorbos como un oporto en estas tardes de otoño.
No me gustan las mafias horteras de la droga y de la prostitución; en cambio, me gusta recordar que Lucky Luciano decía que en cualquier negocio lo primero que hay que procurar es no ser el muerto e imaginar si pensaba lo mismo el mafioso Albert Anastasia con la cara enjabonada en una barbería de Nueva York antes de que lo balearan.
No me gusta ese colega que te despierta a las ocho de la mañana para decirte, como si fuera un favor, que en el diario Abc ponen a parir tu última novela; en cambio, me gusta creer que todavía hay carpinteros de ribera que construyen barcos de madera para navegar a islas que no están en el mapa.
No me gustan los escritores moralistas cabreados que me recuerdan a aquellos confesores que te echaban encima el aliento con halitosis antes de perdonar tus pecados; en cambio, en las noches de insomnio, de madrugada me gusta oír tangos de Gardel, melodías de Cole Porter y de Irving Berlin que me alejen los fantasmas.
No me gustan esos jueces que emiten sentencias contradictorias que botan de forma inesperada como los balones de rugby; en cambio, me gustan los mercadillos de frutas y verduras, tomar una cerveza con aceitunas amargas en una terraza al sol para ver pasar la gente y recordar a aquellas muchachas con faldas de flores de tiempos muy lejanos.
También me gusta andar por la ciudad con las manos en los bolsillos y no pensar absolutamente en nada.
Fuente: www.elpais.com