Víctima de una afección renal crónica y secuelas del ACV que tuvo este año, murió esta madrugada a los 83 años en una clínica porteña Daniel Divinsky, quizás el último editor sesentista comprometido con su pueblo y responsable que varios de esta generación hayamos conocido a Georges Brassens, Julio Cortázar, Umberto Eco, Vinícius de Moraes, Emilio Salgari, Rodolfo Fogwill, John Berger, David Viñas, Julio Verne, Rodolfo Walsh, casi todos los clásicos latinoamericanos, los cuentos infantiles del brasilero Monteiro Lobato y, especialmente, a Mafalda (Joaquín Salvador Lavado) y Roberto “El Negro” Fontanarrosa. Munido de un olfato especial para descubrir talentos literarios, este abogado frustrado con anteojos culo de botella fue el símbolo de cuanto periodista tuvo veleidades de intelectual y supo rodearse de una legión de ilustres muchos de los cuales alcanzaron el cenit de su mano.

En plena efervescencia del boom literario en América Latina -1966- fundó “Ediciones De la Flor” junto a su mujer de entonces Ana María “Kuki” Miler, con quién compartió 40 años de matrimonio y 43 de socios en “una flor de editorial”, como se la definió antes del alumbramiento Susana “Piri” Lugones Aguirre, otro ícono político de la lucha contra la dictadura militar en los setenta, al enterarse que dejaba a su antiguo socio el editor Jorge Alvarez, bastón de oro del rock nacional, para emprender la aventura florida. Es tan densa su historia, que se la puede interpretar paralela a la del país con todos sus ingredientes: gestor cultural y dueño de éxitos comerciales al mismo tiempo, encarcelado por los militares varios meses y, para definirlo con sus palabras al referirse a los temores y agachadas de entonces: “¿qué otros riesgos que publicar textos adelantados a su época, otros que motivaron procesos y prohibiciones y hasta uno que me llevó a la cárcel y al exilio?”
La excusa castrense para meterlo preso -en 1977- fue el libro infantil “Cinco dedos”, una mano verde persigue a una mano roja, entonces éstos deciden unirse y formar un puño para vencer. El verde fue asociado por los militares con su uniforme, y el triunfo del puño colorado interpretado como un modo de “adoctrinar a los niños para el accionar subversivo”. En el exilio venezolano, precisamente, se hizo amigo nada menos que del poeta uruguayo Ángel Rama (“La ciudad letrada”), hermano del gran educador Germán Rama y padre del actual experto universitario montevideano Claudio Rama; quien le ofreció trabajar en la Biblioteca Ayacucho…en el retorno de la democracia y de él a la Argentina -1983- Daniel le escribió a Ángel: “me reencontré con calles, cafés, hábitos, una cultura (perdonando la palabra) muy viva a pesar de todo…me reencontré con la editorial sanísima, contraté una novela argentina, caminé sobre las nubes y me sentí lleno de ímpetu”. Esa garra, mezclada con cierto optimismo, lo acompañó siempre y quedó demostrada en su última aventura: desde 2017 condujo semanalmente “Los libros hablan” por la radio de la Universidad de Buenos Aires (FM 87.9), donde con su maestría absoluta entrevistaba a escritores consagrados y los que empezaban a publicar. Solía repetir ahí pensamientos de grandes escritores, pero había uno que más le gustaba de Borges: “la lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz”.
El primer texto que editó La Flor fue “Buenos Aires, de la fundación a la angustia” pero el segundo fue magistral: “El libro de los autores” en el que Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Manuel Mujica Láinez y Rodolfo Walsh, prologaban su cuento favorito. En el principio de los setenta, otro impacto pegó fuerte: los 12 tomos de “Boggie, el aceitoso” y 32 del gaucho Inodoro Pereyra, ambos del famoso Negro rosarino.
Casado en 2022 con la abnegada Lili Szwarcer, extraordinaria lectora y lugarteniente permanente de Daniel en los últimos tiempos, abuelo de Iván, su nieto músico; siempre rescató entre sus amigos preferidos a su compañero de colegio Ricardo Nudelman, tan librero como él, factótum de Fondo de Cultura Económica y del Congreso Pedagógico Nacional que los radicales en el poder hicieron en 1984, en las sierras de Córdoba.
Empero, la característica central de la vida de Divinsky fue su militancia de la amistad, corporizada -por ejemplo- con su asistencia metódica a la “Mesa de los corresponsales” que, a mediados de los sesenta, se fundó en la librería de Jorge Alvarez y que se reunía en el restaurant del “Club del Progreso”, a la que concurrían los martes Jacobo Timerman (La Opinión), Oscar Serrat (The Associated Press), Santiago Senén González (Télam), Pablo Giussani (La Opinión), Vicente López (The Associated Press), Isidoro Gilbert (Tass), Adolfo Coronato (Clarín), Philippe Labreveux (Le Monde), Juan de Onís (New York Times), Alberto Rudni (La Razón), Heriberto Khan (La Opinión), Norberto Vilar (agencia Distribuidora Argentina de Noticias, DAN); Luis Vidal Rucabado (Visión), Emilio J. Corbiere (El Cronista Comercial), Héctor Fernández Camacho (Organización de las Naciones Unidas en Buenos Aires), Jorge Sethson (La Nación), Mario Monteverde (Radio Rivadavia), Julia “Chiquita” Constela (Inter Press Service), Rogelio García Lupo (Clarín), Marcos Taire (Radio Excelsior), José Ignacio López (La Nación) y quien esto escribe, entre muchos otros.
Fuente: AhoraEducacion.com



