Stella Calloni, una mujer de fuego

En su departamento de PB del barrio de Almagro, y mientras algunos pájaros se posaban de tanto en tanto sobre las ramas de un árbol que se asoma desde un terreno vecino a su patio trasero, lleno de plantas, la reconocida escritora argentina y corresponsal del diario La jornada, de México, nos brindó detalles del último de sus libros publicados, Mujeres de fuego. También nos habló de otros proyectos de edición y de la necesidad de ordenar muchos de sus papeles para que puedan alcanzar la forma definitiva del libro. Una charla, como siempre, presidida por su apasionado compromiso con lo humano.

No es extraño, sino más bien atinado, que conociendo la vida y la trayectoria profesional de Stella Calloni, el lector que tuvo la fortuna de encontrarse con Mujeres de fuego, el libro donde la periodista publica nueve entrevistas y tres semblanzas de doce extraordinarias luchadoras de América Latina y Francia, haya pensado que ese título podría serle atribuido perfectamente a ella misma. Lo merecería y con creces por su fecunda, lúcida y encendida pelea desde el periodismo por la justicia y libertad de los pueblos en el último medio siglo. Pocas veces una mujer de prensa de este país tuvo una existencia tan plena de aventuras radiantes, duras pruebas en el ejercicio de su oficio y compromiso profundo con las causas transformadoras en el mundo y en particular en nuestro hermoso y desgarrado continente.

Mujeres de fuego refleja en una mínima parte lo que ha sido la producción periodística de Stella, diseminada a través de infinitas crónicas, análisis y columnas en distintos diarios, agencias y periódicos de Argentina, México, Panamá, Nicaragua y otros países y, por suerte, recogidas también en muchos otros libros, como Nicaragua el Tercer DíaLos Años del LoboOperación Cóndor; Operación Cóndor Pacto CriminalRecolonización e Independencia, entre varios más.

Stella es una profesional que ha recibido 21 premios en reconocimiento a su actividad periodística, un verdadero récord en número y todos totalmente justificados. Pero es además una excelente poeta, que ha publicado tres libros de poemas: Los Subverdes, Carta a Leroi Jones y Poemas del Trashumante y que en estos días está terminando una novela sobre Pancho Ramírez, el caudillo de Entre Ríos, provincia de la que es originaria.

Escribir sobre la vida y los aportes de Stella al periodismo no es tarea de una nota, requeriría al menos un libro. Pero, frente a la grata oportunidad que nos brinda la publicación de Mujeres de fuego, aprovechamos para charlar con ella de algunos aspectos de ese trabajo y de algunos otros temas sobre los que siempre es esclarecedor oírla reflexionar. “Este libro -comenta- lo había entregado ya hace un año a Peña Lillo- Ediciones del Continente, pero pensé que todavía no estaban listo, porque faltaban las ilustraciones de Nora Patrich, que tanta calidad y belleza le han dado a la edición. Respeto muchísimo a esta artista. Así que, encontrarme con el libro al volver de Cuba, adónde estuve en enero como jurado del concurso de Casa de las Américas, fue una grata sorpresa para mí.” Algunas de estas entrevistas habían sido publicadas en Ediciones Desde la Gente hace varios años, pero ahora se amplió el número de personalidades femeninas entrevistadas y se agregó un bloque final con tres conmovedores ensayos sobre Manuela Sáenz, Frida Kahlo y Rosario Castellanos.

Las mujeres entrevistadas por Stella Calloni en distintos años son: la intelectual colombiana Gloria Gaitán, hija del histórico líder de ese país asesinado en 1948; la luchadora comunista argentina Fanny Edelman, la líder comunista chilena Gladys Marín, la ex primera dama francesa Danielle Miterrand, la escritora brasileña Nélida Piñón, la guatemalteca y Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, la combatiente salvadoreña Nidia Díaz, la madre uruguaya Sara Méndez y la poetisa argentina Olga Orozco. “Por otra parte –agrega Stella-, a la sorpresa provocada por la publicación del libro se agregó la de la noticia que informaba que se había vendido mucho, lo que ya ha impulsado una segunda edición. Junto a eso, me empezaron a entrevistar de todos lados. Y no entendía nada. Tal vez haya salido en un momento justo. Además, ¿dónde vas a encontrar una mujer con historia de Fanny Edelman y su enorme sencillez y su proyección en el mundo, pero que estaba virtualmente en la sombra? ¿O del porte de las otras?”

“Otra figura maravillosa es Gladys Marín –agrega-. En su entierro fue una multitud que incluía personas que no compartían su ideología pero admiraban profundamente su valor y su patriotismo. Fanny Edelman fue también una mujer muy respetada, incluso entre personas que no compartían su modo de pensar. En esa entrevista ella me cuenta algo que yo no sabía: que en su partido habían guardado durante un tiempo el sudario de Eva Perón para que no cayera en manos de sus feroces enemigos. Entre las entrevistadas está también Olga Orozco, una gran escritora que se quedó también un poco en las sombras. Ella recibió el Premio Juan Rulfo en 1998, que es uno de los más difíciles de obtener en América Latina. Y era una poeta inmensa. Yo la conocí por los años sesenta, de la época en que me había radicado en Buenos Aires y conocí un grupo de artistas y poetas con los que me trataba y entre los cuales estaba Olga. Compartíamos con ella esa suerte de desolación que sienten los provincianos al llegar a una ciudad tan compleja como Buenos Aires.”

La consultamos a nuestra entrevistada por la elección de Danielle Miterrand en esa constelación tan grande de latinoamericanas. “Sí, me pareció una mujer digna de estar al lado de ellas. Danielle fue miembro de la resistencia francesa durante el nazismo. Y acompañó a su esposo, pero no sólo eso: fue una mujer que se enamoró políticamente de América Latina y fue muy solidaria con Nicaragua. Después se metió en la lucha por el agua y adoraba al pueblo boliviano. Su incorporación al libro es como un homenaje a ella. Recuerdo que cuando vino a Buenos Aires tuvo un gesto muy lindo: se alojó en el Hotel Bauen recuperado por sus trabajadores, pudiendo haber ido a un hotel cinco estrellas. Fue una mujer muy digna, que se adaptaba a todos los ambientes con facilidad y sin perder nunca esa elegancia que tenía. Otra gran figura fue Nidia Díaz, una luchadora incansable desde los 17 años. También es muy atractiva la historia de Olga Gaitán, quien cuenta que su madre, en colaboración con un médico, saca en secreto el cadáver de su esposo del hospital, luego de su asesinato, para que no lo usaran a su favor los liberales que lo habían traicionado. A Roberta Menchú la entrevisté en Nicaragua la primera vez que dejó su país para hacer un viaje. Es una mujer con un lenguaje muy poético, muy bello. La entrevisté entre los escombros que había provocado el terremoto en Nicaragua y que el dictador Somoza había dejado intacto, sin reconstruir nada. ”

Nadie debe pensar, sin embargo, que Stella ha entrevistado solo a esas mujeres y luchadoras que presenta el libro. Hubo muchas otras, que tal vez en alguna otra edición aparezcan. También conversó en diálogos periodísticos con otros grandes líderes: Fidel Castro, Hugo Chávez, Omar Torrijos, Evo Morales, Yasser Arafat, Muamar Gadafi, y varios más, algunos ya publicados en la biografía Stella Calloni íntima, otros que no han alcanzado aún el libro, pero que salieron en distintos periódicos. “Para organizarlo todo ese material y publicarlo debería abandonar el trabajo como corresponsal en La jornada, de México y otras colaboraciones, o las charlas y actividades a las que me invitan siempre, que me absorben mucho tiempo. No abandonarlo del todo, sino atenuarlo, no hacer una nota todos los días como hago. Necesitaría un día de 48 horas, que no hay, para llevar adelante muchos de estos proyectos con cierta tranquilidad. Por otra parte, me urge el tiempo. Tengo ya una edad que me acerca ya a esa frontera que todos, irremediablemente, atravesamos. Y hay que pasarla con la mayor dignidad posible. Las personas de estas edad somos sobrevivientes, gente que tuvo la suerte de haber llegado a grande en este mundo lleno de peligros y destemplanzas. Y eso, que hay que agradecerlo, nos obliga también a dar testimonio de las experiencias vividas.”

A los 81 años y con una operación reciente de una rodilla, de la que se recupera con lentitud, la energía de Stella, sin embargo, parece inacabable. Solo viendo cómo se desarrolla un día de trabajo suyo -que incluye, además de la escritura y una agenda de compromisos diversos, la recepción de cantidad de llamadas a toda hora pidiéndole notas, opiniones, consultas o simples comunicaciones por razones de amistad-, se podría comprobar lo intenso y ajetreado de su vida cotidiana. Pero ahí está ella, siempre con la mejor disposición, inquieta para informarse y reflexionar sobre los hechos del país y este planeta y transmitir su verdad, convertida desde hace años en “la vida de otras vidas”, en la memoria visceral y punzante de un devenir humano donde habitó, pujando entre la hermosura y el horror, el deseo de justicia. Allí brilla contundente y límpida como su palabra, abriendo un surco por donde fluye el río del pasado dispuesto siempre a mutarse en energía transformadora del presente y del futuro.

Antes de estar en enero en Cuba como jurado de la Casa de las Américas, Stella había viajado a la isla a fines de noviembre pasado para participar en el funeral de ese gigante de la liberación que fue Fidel Castro, cuya amistad Stella tuvo el honor y el placer de disfrutar. “La muerte del comandante –afirma- nos pegó muy fuerte a todos, pero la ceremonia de homenaje de su pueblo, primero en la Plaza de la Revolución, en La Habana, y luego en la caravana hacia Santiago de Cuba, mostró cuánta vida y amor generó en su pueblo. En cada localidad por la que pasaban el féretro con sus cenizas, los jóvenes eran los primeros en recibirlo con actos armados en el momento y llenos de creatividad. Fue un homenaje inolvidable.”

Stella conversó en varias ocasiones con Fidel Castro. Uno de esos encuentros fue en 2008 cuando estaba en el hospital donde se reponía de la delicada operación a que había sido sometido. Stella participaba por entonces de una conferencia sobre los derechos humanos en La Habana, cuando vino a buscarla un amigo cubano y la llevó para su sorpresa al lugar donde estaba el comandante junto a su esposa, Dalia. Charlaron mucho en esa oportunidad, pero por una cuestión de principios y de delicadeza no llevó una grabadora, le parecía infame registrar la charla con alguien que estaba recuperándose de una dolencia. “Y cuando ya me iba me dijo: ‘Todo lo que hablamos puedes decirlo’. Me quería morir, porque no lo había grabado”, confiesa ahora. De todos modos, escribió para La jornada una crónica donde reproducía algunos de las reflexiones de Fidel, porque le interesaba, sobre todo, desmentir los rumores que circulaban por entonces de que se estaba muriendo.

“Me gustaría hacer un libro con varias de las charlas que mantuve con él –dice-. Un libro pequeño, porque se han escrito ya varios y muy buenos sobre Fidel. Un libro sobre algunos de esos relámpagos que producía con sus pensamientos, con sus grandes actitudes o gestos solidarios –la ONU le reconoció este último rasgo- y en los que no siempre podíamos nos deteníamos, tal vez encandilados por esa enormidad de vida que fue su historia, una suerte de resplandor continuo. También me gustaría escribir otro libro pequeño con algunos de los diálogos con ese otro coloso que fue Hugo Chávez Frías, al que le hice trece entrevistas. Pero estos son proyectos que requieren ordenar los papeles y trabajos. Tal vez para este ordenamiento les pida ayuda de algunos jóvenes que en otras oportunidades me dieron una mano.” Por lo pronto, y antes que éstos saldrá una reedición de Panamá, pequeña Hiroshima, sobre la invasión norteamericana en ese país, que publicará la Universidad de La Plata, y la reimpresión, corregida y ampliada, del último de los varios trabajos dedicados a la Operación Cóndor.

Entretanto, y mientras prepara estos proyectos editoriales, la sigue urgiendo el impulso de dar cuenta de todo lo que ocurre en el país, que no es poca cosa. “La Argentina está atravesando una tragedia. Este gobierno está destruyendo al país y a sus sectores más desprotegidos, entre ellos las mujeres. Por eso, han sido tan importantes las últimas movilizaciones de los docentes, los trabajadores y las mujeres. Y yo no puedo, por una cuestión de conciencia, dejar de reflejar estos hechos. A esta altura, no puedo borrarme de la noche a la mañana de mi labor y anunciar que me dedico solo a escribir novelas, poemas o ensayos. Siento, como lo he sentido siempre, el deber de poner mi oficio al servicio de la lucha de quienes son más castigados por la sociedad, acá y en el mundo. La marcha de las mujeres contra el femicidio, que incluyó también la crítica al ajuste económico y el reclamo por la libertad de Milagro Sala, fue extraordinaria. Y también la condena a la explotación y opresión en el planeta. Es verdad lo que dice la declaración acerca de que ‘cuando las mujeres del mundo nos organizamos la tierra tiembla’. En estos momentos, en distintos países las mujeres se están organizando también contra las guerras, cuyas primeras víctimas son los niños y las propias mujeres. Éstas, en distintos puntos del globo, se han puesto a la vanguardia del ‘no a la guerra’. Y hay una organización que se ha creado, Ojos para la Paz, que nosotras deberíamos replicar. Las mujeres de la Argentina debemos, con nuestras luchas, seguir siendo un faro como lo fueron nuestras madres de plaza de mayo que supieron trascender las fronteras del país y mostrarse ante el mundo como uno de los símbolos más potentes del humanismo en nuestra época.”

Fuente: Alberto Catena para http://www.motoreconomico.com.ar/ y www.revistacabal.coop       

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