Confucio, 28 de septiembre de 551 a. C–479 a. C., fue un reconocido pensador chino cuya doctrina recibe el nombre de confucianismo. Procedente de una familia noble arruinada, a lo largo de su vida alternó periodos en los que ejerció como maestro con otros durante los cuales fue funcionario del pequeño estado de Lu, en el noreste de China, durante la época de fragmentación del poder bajo la dinastía Zhou o período de los Reinos Combatientes (770-476 a. C.).
Nació 2570 años atrás pero sus ideas aún circulan en nuestros días. Llegado a este mundo el 28 de septiembre del año 551 Antes de Nuestra Era, en Qufu. Confucio fue un filósofo chino cuyo nombre significa “el maestro Kung” y cuya sepultura es cuidada en la actual República Popular China en el cementerio que lleva su nombre en la Qufu de su nacimiento y que ha sido consagrado como “Patrimonio de la Humanidad”.
Muerto en Lu en el 479 ANE generó la doctrina del confucianismo. Era hijo de una familia noble empobrecida por lo que se ganó la vida como maestro y como funcionario del estado de Lu, en el noreste del Imperio Chino en circunstancias en que el mismo, bajo la dinastía Zhou, sufría un proceso de desintegración conocido como el de los “Reinos Combatientes” que se iniciara hacia el 770 ANE y se prolongara hasta el 476 ANE, tres años después del fallecimiento del filósofo.
Fue un hombre de moral y conducta ejemplares como lo mostró cuando en desacuerdo con las políticas implementadas por el príncipe mandante en el estado de Lu renunciara el cargo de ministro de Justicia que desempeñara durante algunos años. Había trabajado inicialmente en los graneros estatales y fue ascendiendo hasta llegar a ministro. Tarea ésta en la que ayudó a sentar las bases de la jurisprudencia china siguiendo el pensamiento de Zi Zhaan quién había implementado, como primer ministro, el código jurídico que tuviera por primera vez China.
A pesar del quiebre de la economía familiar tras la muerte de su padre, Confucio tuvo una elevada educación como lo demostrara cuando ya con cincuenta años se dedicara a la enseñanza. Para entonces se había convertido en un escéptico descreído de los dioses, algo que era común en ese país tan afectado por tres siglos de guerras interminables y se inclinó por la adoración a los astros.
Su sapiencia se había difundido por toda China si bien, en un comienzo, sus discípulos eran escasos. Cuando a los cincuenta años comenzó su rol de docente viajaba de un lugar para otro en soledad pero rápidamente pasó a ser muy conocido en Lu y de allí al resto de China. Fue así que a partir de la dinastía Han, que reinó entre el 206 ANE y el 220 de nuestra era, en el marco de una gran expansión territorial, los emperadores se basaron en las enseñanzas de Confucio y de Lao Tse, el creador del taoísmo.
Toda la larga crisis china vivida bajo la dinastía Zhou se enmarcó en un proceso de corrupción, intrigas palaciegas, degeneración de las costumbres y decadencia. Confucio, que vivió la última etapa de la misma, se puso como tarea hacer que en la sociedad se recuperasen las normas morales y culturales del pasado difundidas por los viejos sabios por lo que apeló a la difusión de la antigua literatura y dio especial importancia a la música. Junto con ello impulsó el concepto de vida ejemplar, sobre todo para los gobernantes los que debían, a partir de ella, procurar la felicidad y la prosperidad de sus pueblos. Se recuerda que siendo ministro hizo ejecutar al noble Chao Chong Mao por ser un corrupto y un mentiroso demagogo.
Su gestión hizo de Lu un estado poderoso dentro del Imperio Chino lo que le malquistó la voluntad de gobernantes vecinos. Sus reformas lograron construir una justicia imparcial que disminuyó la criminalidad. Cuando dejó su cargo en 496 ANE no solamente se dedicó a viajar para ofrecer enseñanza sino que, además, pensó en encontrar un gobernante ideal en lo que fracasó y por ello regresó a Lu en 484 ANE donde residió hasta su muerte dedicado al estudio de los autores clásicos de los que dejó múltiples comentarios.
Su ideología se basó en el estudio, la meditación, el cuidado de la tradición, la caridad, la justicia, el respeto a las jerarquías, la tolerancia, la bondad, el amor al prójimo, la benevolencia y el respeto a las personas mayores y los antepasados. La recuperación de los antiguos sabios fue parte esencial de todo ello, una cuestión clave para nuestros tiempos en los que reina el desprecio por los adultos y se desdeñan sus conocimientos.
Se dedicó a la formación de jóvenes discípulos como parte de un plan trienal de cambio en los gobiernos. Sus pautas eran: amar al pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los medios necesarios para la vida cotidiana; por este motivo, debe servirse en primer término con soberano respeto a Aquel que es el Primer Dominador; cultivar la virtud personal y tender sin cesar a la perfección; en la vida privada como en la pública, observar siempre el sendero superior del «Justo Medio»; tener en cuenta las dos clases de inclinación propias del hombre: unas proceden de la carne y son peligrosas; las otras pertenecen a la razón y son muy sutiles y fáciles de perder; practicar los deberes de las cinco relaciones sociales; y tener por objeto final la paz universal y la armonía general.
“Las Analectas” constituyeron un resumen de las conversaciones con esos discípulos centradas en difundir una moral en la que rijan la lealtad, el respeto y la reciprocidad en las relaciones humanas tanto entre gobernador y ministro como entre padre e hijo, entre marido y esposa, entre hermano mayor y hermano menor y hasta entre esclavos y dueños donde los primeros deben proteger y los segundos ser leales.
Según él todas las personas se encuentran relacionadas con la voluntad del Cielo, fuente de todo poder, en cuyo nombre gobiernan los emperadores. El Cielo, la Tierra, el Sol y la Luna eran objeto de homenajes anuales que se concretaban vía el sacrificio de animales. Cosas que, como él dijera, formaban parte del conocimiento de los sabios del pasado. Algunas otras perlas que se atribuyen a su pensamiento son los textos de los “Cinco Clásicos” que se conocieron con posterioridad a su muerte.
Fuente: Fernando Del Corro para www.marcelobonelli.com.ar y www.ahoraeducacion.com