Cinco años atrás, si alguien le hubiera dicho a Lucas Yapura (18) que lograría terminar la escuela, quizá no lo hubiera creído. La precaria situación económica de su hogar, con 7 hermanos a cargo de su mamá sola, y la falta de horizontes en la periferia salteña asediada por la violencia, estuvieron a punto de desanimarlo más de una vez. Sin embargo, gracias a una beca y al apoyo de su tutora, esa meta se concretó. Ahora, su próximo paso es estudiar Agronomía y devolverle a la escuela algo de lo que recibió.
Lucas acaba de terminar la secundaria en el Centro Educativo Fe y Alegría N° 8171 del barrio Solidaridad, en las afueras de Salta capital. Sus docentes describen un panorama difícil: el asfalto llegó al barrio hace poco; el alcohol y la droga hacen estragos entre los chicos; los índices de violencia son altísimos. “Por ahí salís del colegio y ves a chicos de tu edad en la droga, y uno te dice: Probá, ¿o sos maricón?. Algunos, con tal de caer bien, al final hacen cosas que no quieren”, describe Lucas. Las pocas manzanas que componen Solidaridad están divididas en etapas, territorios que pertenecen a diferentes bandas de adolescentes y cuyas fronteras separan a amigos y “enemigos”. En este barrio, cruzar la calle y pisar la vereda de otra etapa puede ser una provocación grave.
Esas condiciones forman un cóctel perfecto para favorecer la deserción; contra esa amenaza batallan cada día en Fe y Alegría. En 2008 se les sumó una empresa privada, el BBVA Francés, con un programa de Educación Financiera que consiste en becar a chicos de bajos ingresos para que terminen la secundaria. Lucas es uno de los 9.633 adolescentes que recibieron esa beca a lo largo de los últimos 9 años; casi todos ellos son la primera generación de su familia en alcanzar el título secundario. “Todos los meses te depositan 700 pesos que tenés que invertir en gastos escolares”, explica Lucas, becado por el banco desde hace 4 años.
Las becas llegan directo a los alumnos a través de una tarjeta recargable, con la condición de que asistan a clases, no repitan y mantengan un buen rendimiento. Además, los chicos tienen que gastarse sí o sí los 700 pesos mensuales, pero deben rendir cada gasto. En varias localidades del interior el programa contribuyó a alentar la formalización de la economía, ya que los chicos están obligados a pedir comprobantes por cada cosa que compran: desde útiles escolares hasta ropa, medicamentos y elementos de higiene. “Al principio se gastaban todo en comida. Entonces empezamos a trabajar en qué había que priorizar y qué no”, explica Noemí Romero, la vicedirectora de Fe y Alegría, la única secundaria del barrio Solidaridad.
Uno de los ejes centrales del programa son las tutorías. “Los tutores son casi parte de la familia –afirma Micaela Sánchez, becaria y flamante egresada de Fe y Alegría–. A algunos chicos que habían dejado la escuela, los tutores los fueron a buscar a su casa y finalmente volvieron”. Jorge Rodríguez, otro ex becario, agrega: “Los tutores te aconsejan sobre cuestiones personales, te ayudan con temas escolares y te enseñan a administrar la plata”. Ese es el objetivo de la educación financiera, una propuesta aplicada en varios países para que los chicos sean consumidores responsables y aprendan a planificar y administrar sus gastos.
A nivel nacional, menos de la mitad (43%) de los chicos termina la secundaria a tiempo. En Salta, el esfuerzo conjunto de la escuela y el banco, de los chicos y los docentes, da resultados: la tasa de deserción en Fe y Alegría es casi nula. Para mantenerla, ahora la escuela lanzó la “campaña de la silla roja”: la consigna es que los chicos estén atentos si un compañero no viene y avisen a los directivos. Noemí sintetiza: “La idea es que, si una silla del aula está vacía, ninguno de nosotros puede ser indiferente”.
Fuente: https://www.bbvafrances.com.