martes, abril 23, 2024
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El «inventor» de la escuela pública

Revolución antes de la Revolución: Jean-Baptiste de La Salle, el cura francés que en el siglo XVII “inventó” la escuela pública. Hace 300 años, un joven sacerdote de familia acomodada creó una organización de laicos consagrados a la educación de hijos de artesanos y de pobres. Un siglo después, Napoleón Bonaparte les encomendó a los Hermanos de La Salle organizar la educación nacional en Francia.

A fines del 1600, el sacerdote francés Juan Bautista de La Salle sentó las bases del sistema de enseñanza escolar tal como hoy lo conocemos

La escuela tal como hoy la conocemos -gratuidad, enseñanza grupal y simultánea, división por edades y niveles, lecciones impartidas por un maestro, exámenes periódicos- tiene su origen en la obra de un cura que sentó las bases de una educación verdaderamente popular. Para ello, Jean-Baptiste de La Salle «creó una organización que pudo vencer al tiempo», como dijo a Infobae Santiago Rodríguez Mancini, presidente de la Fundación La Salle de Argentina y Paraguay, que este año, junto a muchos otros países del mundo se prepara para conmemorar el tricentenario del fallecimiento (el 7 de abril de 1719) del emblemático sacerdote educador.

Jean-Baptiste de La Salle nació el 30 de abril de 1651. Su padre era un hombre de fortuna y consejero del rey -Luis XIV ni más ni menos-, por lo tanto, como primogénito, Jean-Baptiste estaba muy bien colocado para heredar fortuna y privilegios. Pero desde joven se sintió llamado a otras tareas. Se ordenó sacerdote en 1678 y dedicó toda su vida a la educación, en especial de los más desfavorecidos.A su muerte, el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas que él había creado dio continuidad y extensión a esta obra a lo largo de los tres siglos transcurridos desde entonces, al punto que hoy el nombre de La Salle es sinónimo inequívoco de educación.

La trayectoria del fundador y el recorrido de su hermandad demuestran que, contra la creencia hoy en boga de que la instrucción pública surgió en oposición a la Iglesia, fue en realidad del seno de ésta que surgieron las primeras iniciativas para sentar las bases de lo que hoy conocemos como escuela pública y gratuita.

En ese proceso, el aporte de este sacerdote fue fundamental. Pero no le resultó fácil imponer sus ideas.

«En los tiempos de La Salle, había dos monopolios –explicó Santiago Rodríguez Mancini- : uno era el de los propios obispos, el monopolio de la educación gratuita que se impartía al que mostraba certificado de pobre. Cada parroquia tenía una lista de las familias que eran pobres y que tenían derecho a la educación, que se impartía allí mismo. Y el otro era el de los gremios de maestros que podían cobrar por clases de caligrafía, de aritmética, etcétera, cada uno según su especialidad. A eso, La Salle le contrapone una escuela gratuita donde no se pide certificado de nada y se enseña todo junto. Entonces tanto por parte de la iglesia como de los gremios hubo mucha persecución judicial e incluso en algunos casos incendio de escuelas y algún maltrato a los hermanos».El otro monopolio que rompe la escuela lasallana es el del latín: la lengua eclesiástica y erudita, ya en aquel entonces en retroceso, seguía imperando en la escuela. Toda la enseñanza se hacía en un idioma que la gran mayoría de los niños jamás usaría. Ya había algunos pioneros que postulaban la sustitución del latín por el idioma local. Pero la determinación de La Salle en este aspecto decisiva para el triunfo de las lenguas nacionales. Sólo cuando sepan leer perfectamente en francés, pasaremos al latín, decía. Esto hizo que los niños aprendieran a leer y escribir fluidamente en dos años; un proceso que antes llevaba cuatro o cinco años.

Jean-Baptiste de La Salle se habla ordenado en 1678. Poco después, fue convocado para reorganizar la escuela parroquial de la capilla de Saint Sulpice. Allí empezó a ejercer la docencia y conoció a un grupo de jóvenes maestros, encuentro que lo inspiró para abrir más escuelas para niños pobres.

«Una de las convicciones de ese tiempo fundacional -explica Rodríguez Mancini- es la relación estricta entre el contexto social y los contenidos de la educación, de un modo diversificado: para La Salle, si los que vienen a la escuela trabajan, entonces hay que dar clase los domingos; si son grumetes, por ejemplo, hay que enseñar navegación y sus instrumentos para que puedan hacer carrera en el mundo del trabajo. La idea era la vinculación entre la educación y la mejora en el trabajo y en la dignidad de la vida de las personas».

«Su opción era dar clase a los artesanos, que no se escolarizaban, y a los pobres, que se escolarizaban, pero poco», agrega.

La otra gran innovación de La Salle es la decisión de que los maestros fuesen laicos. «Su objetivo era fundar una comunidad autónoma que no dependiera de ningún obispo -explica-, que no se limitara a ninguna diócesis en particular, y que fuera laica para que sus integrantes, los hermanos, sólo se dedicaran a la enseñanza».

Así, en 1684, La Salle y sus compañeros fundan la Sociedad de los Hermanos de Escuelas Cristianas. Una comunidad cuya primera regla fue la gratuidad para que todos pudieran asistir. La Salle jerarquizó el rol del maestro dentro de la Iglesia, al que le dio una dignidad equivalente a la de los obispos. También se ocupó de la formación de los educadores, para lo cual fundó una Escuela de Maestros.

La escuela que hoy conocemos, y cuya estructura y funcionamiento nos parecen «normales», tiene su origen en la obra de La Salle.

Hasta entonces, la enseñanza se brindaba de modo individual y estaba reservada a los ricos. En contraposición a esto, La Salle organiza una pedagogía distinta: se dictan clases de modo simultáneo a un grupo de alumnos reunidos todos en una sala. El hermano docente es asistido en su tarea por monitores –o celadores- seleccionados entre los alumnos más adelantados.La Salle también introdujo la separación de los alumnos por niveles, prefigurando lo que serán los grados fijados más adelante. Eso que hoy nos parece tan normal representaba toda una innovación: un maestro que se dirige en simultáneo a todos los alumnos a la vez y al mismo tiempo vigila que cada uno de ellos preste atención a la clase.

«Mientras que uno lee, todos los demás de la misma lección siguen (la lectura) en su libro, que deben tener siempre en la mano. El maestro cuidará con mucha atención que todos lean bajo lo que el lector leerá alto, y hará de tanto en tanto leer a algunos ciertas palabras al pasar, para sorprenderlos y controlar que sigan efectivamente», escribe La Salle en su obra más emblemática, Conduite des écoles (traducida como Guía de la escuela, en realidad, conducción o dirección de la escuela)

Los otros elementos de su pedagogía son las pruebas periódicas y el alumno que pasa al frente a explicar un tema a los demás. También, como es lógico, introduce un orden, una disciplina y el respeto hacia el maestro.

Las clases se dividían en grupos y mientras que el maestro se ocupaba de uno de ellos, dejaba a los otros haciendo alguna tarea que les había encargado -bajo supervisión de los alumnos avanzados- y que luego él mismo controlaría. Esta modalidad, que progresivamente se plasmará en grados, tomará su forma definitiva y triunfará a lo largo y ancho del mundo, un par de siglos después.Todos estos métodos, no eran totalmente nuevos. Pero, sistematizados por La Salle se convierten en un instructivo para docentes. De hecho, el fundador de los Hermanos irá volcando toda su experiencia en manuales.

«A la Salle hay que entenderlo dentro del movimiento escolar que lo precede y que en Europa tiene sus inicios en el siglo XVI. Su mérito está más en la organización de una institución que pudo vencer al tiempo que en la invención particular de todas estas cosas. Muchas de las grandes opciones de la escuela lasallana del siglo XVII son previas, pero lo que hizo La Salle fue aplicar lo que los libros de pedagogía decían que había que hacer, practicarlo, probarlo y volverlo a escribir de un modo que cualquier maestro lo pudiera entender y usar a su vez», dice el presidente de la Fundación.

El programa y el método de La Salle fue tan equilibrado y de sentido común que sigue teniendo vigencia hasta nuestros días y no ha cambiado en lo esencial: lectura, escritura, gramática, redacción de textos de los más simples y usuales –cartas, contratos, informes- a las más elaboradas –expresión de ideas abstractas, análisis-; cálculo, aritmética, sistema de pesos y medidas, contabilidad; canto y dibujo.

En suma, todo lo necesario para la vida social y práctica, todos los conocimientos que, especialmente a los niños de condición más humilde, les permitirían potenciar su sentido común, desarrollar su inteligencia y su habilidad profesional.

La dimensión espiritual es por supuesto primordial para La Salle. Si han creado estas escuelas es «para que los niños, estando bajo la guía de los maestros desde la mañana hasta la noche, estos Hermanos puedan enseñarles a vivir bien, instruyéndolos en los misterios de nuestra santa religión e inspirándoles las máximas cristianas», explica el fundador.

«En el siglo XVII -dice Rodríguez Mancini- no se concebía un maestro que no fuese cristiano; en realidad, una persona que no lo fuese. Por eso, entre las obras de La Salle, además de las de pedagogía, se encuentran catecismos, meditaciones, métodos para la oración. Y también un retiro planificado y esto es muy interesante porque el único tema de reflexión de ese retiro de 8 días que los hermanos hacían anualmente era la educación». Una suerte de formación docente.

El éxito de la orden se potenció en el siglo XIX, cuenta Rodríguez Mancini, «cuando Napoleón Bonaparte les confía la escuela pública francesa a los hermanos y la financia, de modo que la obra se multiplica enormemente; de hecho, la escuela moderna que nosotros conocemos es ésa, la que llegará luego a Argentina con las maestras francesas y norteamericanas».En efecto, cuando el emperador Napoleón I decide organizar la educación nacional en Francia, apela a los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que en ese momento se estaban reagrupando poco a poco tras ser suprimidos, dispersados y duramente reprimidos por la Revolución Francesa. Esta participación de los lasallanos en la red de escuelas primarias en Francia no se interrumpirá con la Restauración.

Recién en 1904, cuando en ese país se voten leyes laicistas muy duras, nuevamente los Hermanos serán clausurados pero el Estado basará en esa red escolar expropiada el desarrollo de la educación.

La organización creada por La Salle obtuvo reconocimiento real y papal pocos años después de su muerte, en 1724 y 1725 respectivamente. Hoy sigue teniendo el estatus de congregación de derecho pontificio y es la más importante de las que posee la Iglesia dedicadas a la educación.

Juan Bautista de La Salle fue canonizado en el año 1900.

Actualmente la congregación está presente en 80 países con instituciones educativas que van de nivel inicial a terciario, lo que alcanza a un millón de alumnos e involucra a 85.000 docentes.

En Argentina, está implantada desde el año 1889.«Son escuelas públicas de gestión privada, algunas gratuitas, otras no -dice el presidente de la Fundación-. Tenemos un sistema de distribución interno en el que unas escuelas apoyan a otras y en muchas de ellas recibimos aporte del Estado. Tenemos unos 25 mil alumnos y 2500 educadores».
Ante la consulta de si Francia, oficialmente, promoverá actividades en honor de Jean-Baptiste La Salle, Rodríguez Mancini responde: «Hasta la Segunda Guerra mundial, La Salle era un símbolo de la comunidad francesa en Buenos Aires. Después de eso, disminuyó la cantidad de franceses entre nosotros y la relación se fue perdiendo. Y no creo que el Estado francés contemporáneo le dé mucha importancia a esto. Fuimos suprimidos dos veces en Francia: la primera vez en la Revolución Francesa, la segunda en 1904, con las leyes laicistas muy fuertes que lo que hicieron fue aprovechar la red de escuelas existentes para montar la escuela laica contemporánea. Son los procesos de la modernidad que son así; una modernidad que tiene su origen en el cristianismo pero que, para poder tomar conciencia de sí misma, tiene que negarlo.»
En honor a La Salle, la Santa Sede ha declarado al 2019 Año Jubilar. A fines de abril, Argentina y Paraguay, que forman un único distrito lasallano, recibirán la visita de Robert Schieler, superior general del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y el 30 de ese mes, aniversario del nacimiento de Juan Bautista de La Salle, habrá una misa en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de Buenos Aires.  
También habrá vigilias de jóvenes de todo el país; una «Semana Lasallana», con muestras artísticas, peregrinaciones y, en septiembre, festejos en coincidencia con el Día del Maestro, entre otras actividades.

Fuente: Claudia Peiró para www.infobae.com

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