Los docentes, la música

El músico Juan Falú, Director de la Licenciatura de Musica Argentina en la Universidad Nacional de General San Martín, envió un texto brillante a los primeros egresados de esa diplomatura, resaltando lo imprescidible que son esos sonidos para la vida.

“Esta ocasión es propicia para arrimar algunas reflexiones sobre la música y el hacer musical nuestro, de ustedes los primeros egresados Unsam, de todos los alumnos, de todos los profesores.

Podría referirme a ustedes, flamantes licenciadas y licenciados, desde la honrosa función de director de esta licenciatura. Sin embargo, prefiero hacerlo como músico. Más aún, prefiero hacerlo como un sujeto cargado de pesares y preguntas, como quien viene a confesarse.

Pido disculpas por esta única y breve intromisión personal.

Si tuviese que repasar mi vida, los miedos de la infancia, los de todos los tiempos, los dolores persistentes, el afán de querer ser músico sintiendo que no estaba bendecido por el padre real ni por un padre substituto -que siguen siendo padres que amo y admiro y de quienes continúo sufriendo sus mandatos-, tendría que agradecer a la música por el solo hecho de que simplemente exista.

La música puede ser bella y placentera, pero no siempre está engendrada desde el placer.

El milagro de la música reside en la posibilidad de transformar el más profundo dolor en una extraña belleza.

El milagro de la música es su potencia liberadora y la posibilidad de condensar una breve página sonora en un tratado de filosofía. Porque, nacida de subjetividades y circulando por subjetividades, se transforma en mensaje, en comunión, en respuestas cifradas a preguntas no formuladas, preguntas que fueron el desvelo de los grandes pensadores de la historia. El arte es in-escindible de las cuestiones existenciales, porque las contiene y las responde aún cuando no seamos concientes de ello.

El milagro de la música es su rotunda capacidad política de anunciar un modo mejor de ser para el sujeto individual y colectivo, aunque no contenga palabras. Y no hablo de la canción explícitamente política, sino de la política inherente al arte, por el solo hecho de su carácter liberador, de su capacidad de circular por lo subjetivo y trascenderlo.

El milagro de la música es su religiosidad, por su energía de comunión sagrada, que combate así lo profano que puede acarrear el uso destructivo y especulativo que se hace  de la propia música.

Y todas y cada una de esas cualidades las vemos en ustedes, flamantes licenciadas y licenciados. En sus sonidos, en sus gestos, en ese modo de hacer música desde una cofradía sin misterios, solidaria y sin más especulación que la necesaria estrategia de vivir la vida dignamente y de vivir el arte solidariamente.  Así lo demostraron en todas las circunstancias de este tránsito por la querida Licenciatura de Música Argentina, actuando como un bloque sin fisuras, amoroso, sonoro y empecinado en permanecer sin deserciones.

Del lado nuestro, el de los “profes”, simplemente hemos trasmitido un modo respetuoso y amoroso de hacer la música, de ser músicos y de amar nuestra tierra y sus pueblos desde la música que nos viene como legado cultural.  Ese legado es el que atravesamos con nuestros sonidos, a su vez atravesados por el fondo sonoro de los tiempos.

Con música, los pueblos despidieron a sus muertos, lloraron a los caídos en sus luchas y honraron a sus héroes.

Con música los pueblos cantaron al labrador y al que cosecha, pero también a la semilla y al fruto.

La música le cantó a las montañas y elevó sus estaturas. Le canto a las llanuras y extendió sus inmensidades.

Le cantó a lo dulce y amargo de la vida. Pero más aún, le encontró el lado amargo a la caña y la dulzura al mar.

La música bendijo los sirviñacus coyas y las parejas con promesa de eternidad. Es amor y resolana del amor.

Y fue fiesta, baile y rezabaile.

¡Cómo no tener una filosofía de la música¡

Por todo esto la amamos, la cuidamos, la veneramos.

Y por todo esto el mejor aplauso a nuestras manifestaciones artísticas será el destinado primero a la música y luego a quienes la trasmitimos.

En esta dirección nos propusimos la tarea docente.

Somos conscientes, y hablo en nombre de nuestro extraordinario grupo docente, de que no hemos formado técnicos.

Posiblemente el docente ideal sea aquel que trasmita el saber musical a la par de las herramientas para implementarlo y de la pasión para sostenerlo.

Para nosotros ese objetivo es simplemente un modelo a seguir. Mientras intentamos alcanzarlo, nos preocupa aportar motivos para que amen la música.

Desde el más joven hasta el más veterano de nuestros profesores, estamos atravesados por una ideología y una sensibilidad orientadas hacia un objetivo que tal vez un día podamos alcanzar: ser más maestros que docentes y tener, antes que alumnos, discípulos con su propio vuelo.

Esta igualación ideológica, así como la que hemos podido constatar en el colectivo de alumnos, no fue buscada. Es resultado natural de otro carácter milagrero del arte, cuando se asume desde lo profundo de la vida.

La ideología y la política, en sus abanicos de perspectivas, nos han mantenido unidos.

Hemos sido testigos de que, a la par de sus formaciones en el tránsito por la Unsam, fueron protagonistas activos en las jornadas que reivindicaron las más nobles causas sociales libertarias, en momentos aciagos de la patria.

Nosotros, los aspirantes a maestros cabales, comprendemos y compartimos la emoción de ustedes, que ya son músicos cabales, pero ahora ungidos como tales por una extraordinaria Universidad Pública argentina.

Estaremos siempre atentos a su arte de combinar los sonidos, con la sensación cómplice de haber arrimado una huella en un tramo del camino que seguramente será ancho y profundo, tras ese horizonte que, como dijera Atahualpa Yupanqui, siempre está más allá.

Un fuerte abrazo y felicitaciones”.

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