martes, abril 23, 2024
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Refundan el CONICET

El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas es la institución científica más importante de la Argentina que hoy avanza hacia la curación del Alzheimer. Fundado originalmente en 1951 durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón bajo el nombre de Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas (CONITYC) y desarticulado en 1955, junto con otros numerosos organismos públicos, por la autodenominada “Revolución Libertadora”, el CONICET, ahora con este nombre, fue refundado el 5 de febrero de 1958, 62 años atrás, en la última etapa de la misma dictadura cívico-militar por el entonces presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu.

Se trata de un ente autárquico dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva cuya titular es Ana Franchi, antes directora del Centro de Estudios en Farmacología y Botánica y está, en la actualidad, considerado como la institución científica más importante de la Argentina y la segunda de América Latina tras la Universidad de Sáo Paulo, Brasil, una de las líderes en el mundo en la materia. Hasta diciembre de 2015 su titular había sido Roberto Carlos Salvarezza, el actual ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación.

El CONITYC, cuya creación surgió mediante el decreto 9695 del 17 de mayo de 1951 en el marco de las estrategias de desarrollo que impulsara el economista catalán José Miguel Figuerola, el hombre de mayor confianza en la materia, continuador de la obra del recién fallecido Alejandro Ernesto Bunge y autor intelectual de los planes del Congreso Nacional de Postguerra en 1944 y del Primer Plan Quinquenal de 1946 implementado a partir del primero de enero de 1947.

En su creación se aglutinaron otros organismos preexistentes y se lo fundamentó en el artículo 37 de la luego anulada Constitución Nacional de 1949, formando parte del mismo destacadísimos científicos de la época como el físico cordobés José Antonio Balseiro, epónimo del actual Instituto de Física de San Carlos de Bariloche; el ingeniero nuclear Otto Gamba, uno de los principales colaboradores del austríaco Ronald Richter en el proyecto atómico de la Isla Huemul; del astrónomo y sacerdote jesuita Juan Antonio Bussolini; el astrofísico Ramón Enrique Gaviola, precursor de los estudios que dieron lugar al rayo láser; y algunos otros.

Su extinción en 1955 supuso el freno a numerosos trabajos en marcha lo que fue entendido por el propio Aramburu, responsable de la desarticulación de los organismos heredados del peronismo, por lo que tomó la decisión de recuperarlo bajo la nueva denominación de CONICET para lo cual convocó como cabeza del mismo a Bernardo Alberto Houssay quién en 1947 había sido distinguido con el Premio Nobel en Medicina.

El nuevo presidente constitucional, Arturo Frondizi, completó el criterio aportando fondos para financiar las investigaciones no solamente del propio CONICET sino también las de instituciones privadas así como becas para particulares. Dentro de la expansión de sus actividades, con el correr del tiempo, se crearon centros regionales en Bahía Blanca, La Plata, Mendoza, Puerto Madryn, Rosario y Ushuaia, y mediante acuerdos con las provincias otros como el Centro Nacional de Radiación Cósmica, en la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires; la Planta Piloto de Ingeniería Química, en Bahía Blanca; el Centro Experimental para la Vivienda Económica, en Córdoba, y algunos más.

El CONICET fue restructurado por el gobierno de Carlos Saúl Menem en 1996 mediante el Decreto 1661 y desde 2007, por decisión de la presidente Cristina Elisabet Fernández, al crearse el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica fue incorporado como una dependencia del mismo.

Sus áreas de investigación son virtualmente ilimitadas pero están agrupadas en Ciencias Agrarias, Ingeniería y de Materiales; Ciencias Biológicas y de la Salud; Ciencias Exactas y Naturales; y Ciencias Sociales y Humanidades, en las cuales pueden participar como becarios, a partir de las disposiciones de tiempos de Frondizi, jóvenes recién graduados mediante el sistema de becas que actualmente ascienden a unos 11.000 mientras se desempeñan unos 10.000 científicos.

De resultas de todo ello se han desarrollado, a lo largo de la existencia del CONICET, aportes significativos a la ciencia utilizados a escala mundial en el área del mejoramiento de los cereales, del desarrollo de la veterinaria, de la investigación química, de la farmacología, y de otras.

A partir de los últimos meses de 2017 se produjeron conflictos sindicales a raíz de centenares de cesantías y problemas con aspirantes a becas en el marco de recortes presupuestarios establecidos por el pasado gobierno de Mauricio Macri y con José Lino Salvador Barañao como ministro del área, quién no tuvo problemas para permanecer en el cargo en el que había sido designado por la actual vicepresidente y entonces presidente, Cristina Elisabet Fernández, cuya gestión y su propia persona fueron duramente atacadas por su sucesor.

Roberto Carlos Salvarezza

Un par de años atrás los estudios liderados por el doctor Tomás Falcone, también docente en la Universidad de Buenos Aires, y la médica Elena Avele, al frente de un equipo conformado por los estudiantes Matías Alloati, Sonia Espíndola, Victorio Pozo Devoto y Lucas Cromberg, con la participación de colaboradores en la República Checa y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, lograron sustanciales avances en los estudios destinados a la curación del mal de Alzheimer al determinar irregularidades en el comportamiento de las proteínas Tau en el cerebro humano.

Y mientras se avanza en ese problema que afecta a unos 30 millones de seres humanos en el mundo, desde otros aspectos investigados, el CONICET también realiza aportes claves que se suman a una historia significativa y poco difundida de la ciencia argentina que cuenta en su haber con significativos aportes utilizados en casi todo el mundo y que en su momento fueran desechados a nivel local, como el caso de la fusión nuclear, entre tantos otros.

Ana Franchi

Se trata de un ente autárquico dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva cuya titular es Ana Franchi, antes directora del Centro de Estudios en Farmacología y Botánica y está, en la actualidad, considerado como la institución científica más importante de la Argentina y la segunda de América Latina tras la Universidad de Sáo Paulo, Brasil, una de las líderes en el mundo en la materia.

Hasta diciembre de 2015 su titular había sido Roberto Carlos Salvarezza, el actual ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación.

El CONITYC, cuya creación surgió mediante el decreto 9695 del 17 de mayo de 1951 en el marco de las estrategias de desarrollo que impulsara el economista catalán José Miguel Figuerola, el hombre de mayor confianza en la materia, continuador de la obra del recién fallecido Alejandro Ernesto Bunge y autor intelectual de los planes del Congreso Nacional de Postguerra en 1944 y del Primer Plan Quinquenal de 1946 implementado a partir del primero de enero de 1947.

En su creación se aglutinaron otros organismos preexistentes y se lo fundamentó en el artículo 37 de la luego anulada Constitución Nacional de 1949, formando parte del mismo destacadísimos científicos de la época como el físico cordobés José Antonio Balseiro, epónimo del actual Instituto de Física de San Carlos de Bariloche; el ingeniero nuclear Otto Gamba, uno de los principales colaboradores del austríaco Ronald Richter en el proyecto atómico de la Isla Huemul; del astrónomo y sacerdote jesuita Juan Antonio Bussolini; el astrofísico Ramón Enrique Gaviola, precursor de los estudios que dieron lugar al rayo láser; y algunos otros.

Su extinción en 1955 supuso el freno a numerosos trabajos en marcha lo que fue entendido por el propio Aramburu, responsable de la desarticulación de los organismos heredados del peronismo, por lo que tomó la decisión de recuperarlo bajo la nueva denominación de CONICET para lo cual convocó como cabeza del mismo a Bernardo Alberto Houssay quién en 1947 había sido distinguido con el Premio Nobel en Medicina.

El nuevo presidente constitucional, Arturo Frondizi, completó el criterio aportando fondos para financiar las investigaciones no solamente del propio CONICET sino también las de instituciones privadas así como becas para particulares.

Dentro de la expansión de sus actividades, con el correr del tiempo, se crearon centros regionales en Bahía Blanca, La Plata, Mendoza, Puerto Madryn, Rosario y Ushuaia, y mediante acuerdos con las provincias otros como el Centro Nacional de Radiación Cósmica, en la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires; la Planta Piloto de Ingeniería Química, en Bahía Blanca; el Centro Experimental para la Vivienda Económica, en Córdoba, y algunos más.

El CONICET fue restructurado por el gobierno de Carlos Saúl Menem en 1996 mediante el Decreto 1661 y desde 2007, por decisión de la presidente Cristina Elisabet Fernández, al crearse el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica fue incorporado como una dependencia del mismo. Sus áreas de investigación son virtualmente ilimitadas pero están agrupadas en Ciencias Agrarias, Ingeniería y de Materiales; Ciencias Biológicas y de la Salud; Ciencias Exactas y Naturales; y Ciencias Sociales y Humanidades, en las cuales pueden participar como becarios, a partir de las disposiciones de tiempos de Frondizi, jóvenes recién graduados mediante el sistema de becas que actualmente ascienden a unos 11.000 mientras se desempeñan unos 10.000 científicos.

De resultas de todo ello se han desarrollado, a lo largo de la existencia del CONICET, aportes significativos a la ciencia utilizados a escala mundial en el área del mejoramiento de los cereales, del desarrollo de la veterinaria, de la investigación química, de la farmacología, y de otras.

A partir de los últimos meses de 2017 se produjeron conflictos sindicales a raíz de centenares de cesantías y problemas con aspirantes a becas en el marco de recortes presupuestarios establecidos por el pasado gobierno de Mauricio Macri y con José Lino Salvador Barañao como ministro del área, quién no tuvo problemas para permanecer en el cargo en el que había sido designado por la actual vicepresidente y entonces presidente, Cristina Elisabet Fernández, cuya gestión y su propia persona fueron duramente atacadas por su sucesor.

Un par de años atrás los estudios liderados por el doctor Tomás Falcone, también docente en la Universidad de Buenos Aires, y la médica Elena Avele, al frente de un equipo conformado por los estudiantes Matías Alloati, Sonia Espíndola, Victorio Pozo Devoto y Lucas Cromberg, con la participación de colaboradores en la República Checa y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, lograron sustanciales avances en los estudios destinados a la curación del mal de Alzheimer al determinar irregularidades en el comportamiento de las proteínas Tau en el cerebro humano.

Y mientras se avanza en ese problema que afecta a unos 30 millones de seres humanos en el mundo, desde otros aspectos investigados, el CONICET también realiza aportes claves que se suman a una historia significativa y poco difundida de la ciencia argentina que cuenta en su haber con significativos aportes utilizados en casi todo el mundo y que en su momento fueran desechados a nivel local, como el caso de la fusión nuclear, entre tantos otros.

Fuente: Fernando Del Corro para www.marcelobonelli.com.ar

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