martes, marzo 19, 2024
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Mandame un mensajito

Según algunos estudiosos del comportamiento estudiantil en las aulas, la tecnología de comunicación a bajo costo, por ejemplo los mensajes de texto por el celular, mejora notoriamente el rendimiento escolar y, en muchos casos, los padres aún no perciben ese cambio. Un fenómeno que se repite en varios países de América Latina.

Todos hemos conocido a niños que bromean en clase, hacen travesuras e incluso faltan a la escuela, y sin embargo al final logran salir adelante. Pero esos son casos excepcionales. El mal comportamiento en clase y el ausentismo escolar, junto con las bajas calificaciones, son señales de alerta que un alumno puede repetir el curso o abandonar la escuela. En América Latina, donde solo el 53% de los estudiantes se gradúan a tiempo y las tasas de deserción escolar son altas, estos problemas se encuentran entre los mayores desafíos de los sistemas educativos. 

Parte de la dificultad estriba en que, si bien las escuelas registran rutinariamente el rendimiento de los alumnos, no necesariamente lo comparten con los padres de una manera oportuna que les permita intervenir de forma constructiva. Los padres a menudo no se enteran y las consecuencias para el futuro del estudiante son potencialmente nefastas.

Estudios recientes realizados en Estados Unidos y un experimento que se llevó a cabo en Chile, demuestran que tecnologías de comunicación de bajo costo —en este caso, mensajes de texto— pueden ayudar a cambiar la situación. Un simple mensaje de texto puede achicar la brecha de información entre las escuelas y los padres de familia; conducir a una mayor participación de los padres en la vida académica de sus hijos, y mejorar significativamente los resultados de los estudiantes.

Nuestro experimento realizado en Chile, en escuelas que atienden a un población de bajos ingresos y que tienen pocos recursos, muestra cómo el envío de mensajes de texto a los padres de familia puede hacer una enorme diferencia. Creamos un programa llamado Papás al Día y, durante dos años, enviamos mensajes de texto semanales y mensuales a través del programa a los padres de 1.000 alumnos de cuarto a octavo grado en un área metropolitana del país. Los mensajes contenían información sobre la asistencia, las calificaciones y el comportamiento en clase de los alumnos. La edad de los estudiantes —una media de 10 años— fue un factor importante. Es en esta franja de edad cuando la asistencia y las calificaciones comienzan a tener importancia, pero antes de que los riesgos de repetición o deserción escolar aumenten significativamente.

La encuesta que realizamos al comenzar el experimento confirmó el desconocimiento que tienen muchos padres de lo que ocurre con los estudios de sus hijos. Como se puede ver en el gráfico 1, aproximadamente uno de cada cuatro padres tenía información inexacta sobre la asistencia a clase y las calificaciones de sus hijos. Cuando se comparó con un índice de riesgo —un promedio de la asistencia estandarizada, las calificaciones de matemática estandarizadas y las notas negativas de conducta por parte de los maestros— resultan evidentes los peligros de la desinformación para la repetición del curso y el abandono escolar. Más del 80% de los padres de los alumnos con los valores de riesgo más elevados tenían información inexacta sobre la asistencia de sus hijos (línea roja del gráfico) y cerca de la mitad estaban equivocados en cuanto a las calificaciones (línea azul del gráfico). Estas son precisamente las discrepancias, o brechas de información, que nuestra intervención pretendía corregir.

Gráfico 1. Proporción de padres desinformados en línea de baseNota: El eje Y presenta la proporción (suavizada) de padres desinformados con respecto a las calificaciones y la asistencia de sus hijos, medida por el índice de riesgo. Con base en encuestas a padres de familia en la línea de base.

El experimento consistió en dividir a los padres en un grupo de tratamiento y otro de control. El grupo de tratamiento recibió mensajes individualizados semanales sobre la asistencia de sus hijos y mensajes mensuales sobre el comportamiento en clase y los resultados de los exámenes de matemática. Los padres de ambos grupos recibieron mensajes sobre asuntos escolares generales y los habituales boletines de calificaciones trimestrales.

Los resultados muestran que nuestra intervención logró producir cambios notorios. Los hijos de los padres del grupo de tratamiento aumentaron en 2,7 puntos porcentuales sus posibilidades de obtener la calificación mínima para aprobar la materia. La intervención también redujo el ausentismo escolar en un punto porcentual y aumentó en 4,5 puntos porcentuales la proporción de estudiantes que asistieron a la escuela el tiempo suficiente como para pasar al siguiente grado, siendo los efectos en todas estas áreas mayores para aquellos alumnos con las calificaciones iniciales de matemática y los índices de asistencia más bajos.

Otra área de investigación fue si pudiese haber efectos indirectos, es decir, si más estudiantes se beneficiarían cuando más de sus compañeros de clase estuvieran en el programa. Para ello aleatorizamos el nivel de tratamiento de tal forma que en algunas aulas se tratara al 75% de los alumnos y en otras solo al 25%. Descubrimos que, efectivamente, existían estos efectos. Los resultados educativos fueron mejores para los alumnos de las aulas en las que un mayor porcentaje de estudiantes se sometió a la intervención, lo que sugiere un alto potencial para la implementación de esta experiencia a escala.

Gráfico 2. Efectos previstos del tratamiento según las características en la línea de base

Panel A: puntaje en matemática

Panel B: tasa de asistencia

Nota: El gráfico muestra las predicciones lineales y los intervalos de confianza del 95% de las estimaciones de intención de tratamiento sobre las calificaciones de matemática y la tasa de asistencia.

¿Por qué tuvo éxito el experimento? ¿Por qué proporcionar información a los padres mejora la asistencia y las calificaciones? Los datos de las encuestas realizadas a los padres y alumnos al comienzo y durante el experimento muestran que la intervención cambió las interacciones de los padres con sus hijos en casa. Los alumnos del grupo de tratamiento percibían que sus padres los apoyaban más y se involucraban más en los asuntos escolares. Los padres del grupo de tratamiento —y especialmente los padres de los alumnos de riesgo— manifestaron mayor inclinación a pagar por la información que los padres del grupo de control, lo que indica hasta qué punto la intervención les había hecho apreciar su valor.

El programa Papás al Día es extremadamente barato: a los precios actuales de mercado costará un máximo de US$11 por alumno al año para replicar la frecuencia de nuestra intervención. En Chile, solo el 65% de los estudiantes del quintil de ingresos más bajos terminan la escuela secundaria, en comparación con más del 96% de los estudiantes del quintil de ingresos más altos. Las cifras de repetición de curso, vinculadas a las de abandono escolar, también son elevadas, con un 13% en el primer año de secundaria. Estos patrones son comunes en América Latina, amenazando las perspectivas económicas a largo plazo de los niños, y especialmente de los niños pobres, así como la productividad de sus países. Si los sistemas escolares pudieran utilizar una intervención digital de bajo costo y fácil aplicación para involucrar más a los padres en la vida académica de sus hijos durante la escuela primaria y los primeros años de la educación secundaria, como lo hicimos nosotros, podría marcar una verdadera diferencia.

Fuente: Samuel Berlinski y Matías Busso, del Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo, para https://blogs.iadb.org

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