viernes, abril 19, 2024
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Clases presenciales de los pobres

En la ciudad de Buenos Aires es un territorio plagado de contrastes económicos e inequidades. Los y las docentes de los barrios populares y villas no aparecen en los noticieros centrales, pero quedan atrapados en la trama que precariza cada vez más un oficio que ya venía golpeado. 

“Toda la situación es muy angustiante en los barrios. Las familias están metidas en un desconcierto sobre si hay clase o no, si ir o no ir, o no quieren llevar a lxs pibxs para que no se contagien porque ya saben que en la escuela hay transmisión, no es que no pasa nada”, dice Cecilia Vera, maestra del Centro Educativo Comunitario “Ramón Carrillo”. Con sus compañeras tratan de acompañarse y poner el hombro para hacer más llevadera esta tarea. “Todo está preparado para que no sea así. Quieren resquebrajar todo vínculo pedagógico y político”, coinciden entre varias que trabajan en el Distrito Escolar 19, de Villa Soldati. Sin embargo, hay un colectivo de docentes que se juntan en diferentes espacios para no sentirse solas, pero también para que la comunidad entienda qué están haciendo y por qué. 

Cecilia continúa: “Parece como si el presidente hubiera dicho ‘Cierren las escuelas’, así como definición y no porque hay una pandemia y porque aumentaron los casos. Entonces el gobierno de la ciudad son los buenos, y nosotres somos les que no queremos ir a trabajar. Pero en realidad lo que está pasando es que hay un decreto -porque hay una pandemia- que suspende la presencialidad por quince días”.

La charla sigue mientras se van sumando más maestras al zoom: Laura Tamburrino, del programa de alfabetización Educación básica y trabajo, Paula Soneira, del Jardín de Infantes n° 3, Estefanía Barone y Claudia Robles de la Escuela 19 y Yael Jaleh, de la Escuela de Educación Media n° 5. Cecilia las presenta y agrega: “Suspendiendo quince días la presencialidad estaríamos todas teniendo el vínculo virtual posible, haciendo lo que sabemos hacer que es enseñar, escuchar y contener. De esta manera, no hay ni presencialidad ni virtualidad, en tanto hay un alto acatamiento al paro. Y lo que no queremos es perder el vínculo, por eso la intención de ir al barrio, estar con la gente, contarles y explicarles” dice.

Estefanía cuenta que están yendo muy pocos alumnes, “solo cuatro de una burbuja de diez o doce”. “Sostuvimos asambleas virtuales para acompañarnos en esa medida de fuerza y asambleas con las familias para alojar dudas y contarles que, en este contexto de tanto aumento de casos, parar es cuidar la salud. Y también reclamar de manera conjunta dispositivos y conectividad para lo que se viene, porque no sabemos cómo va a seguir esto y sí sabemos, por la angustiante experiencia del año pasado, que muches de nuestrxs alumnes no tienen conectividad”. Sostienen el vinculo pedagógico con propuestas virtuales con quienes pueden sostener la clase. “Recién cerré una clase con cuatro estudiantes que son quienes tienen dispositivos o un celular con acceso a internet. Muchas maestras tuvieron que volver a la presencialidad ante la amenaza de los descuentos porque son sostén de familia y no puede continuar con esta medida de fuerza. Somos muy poquites quienes estamos parando y sosteniendo clases virtuales” explica.

Cecilia dice que a toda esta situación angustiante y confusa que se vive desde el domingo 18 de abril, se le suma la cuestión administrativa, donde cada maestrx está solx frente a la computadora “y arreglate como puedas”. “La aplicación para solicitar y gestionar licencias (MIA), por ejemplo, funciona de manera desastrosa”. Paula suma que tiene compañeras que se tuvieron que aislar pero solo les justificaron la licencia por un día. “Después tienen que volver porque les levantan la licencia aun habiendo sido contactos estrechos de casos positivos. Además, esos cargos de quienes están con licencia no se cubren. Hay maestras celadoras -que son quienes acompañan a la maestra a cargo- que cubren una semana o diez días la sala”.

¿Como vivieron la primera semana de presencialidad?

Yael: –Yo trabajo en el turno vespertino con estudiantes de 16 años. Toda esta angustia y estrés que estamos teniendo es por un DNU que suspendía las clases durante quince días. No estamos discutiendo un proyecto educativo de largo alcance. Hemos reclamado conectividad a lo largo de todo el año pasado, sin embargo, ahora estamos discutiendo si nos van a descontar los cinco días que no trabajamos para no poner en peligro nuestra salud.

Laura: –Yo trabajo en una escuela primara para jóvenes y adultos. Nuestra coordinación siempre tiene enfrentamientos con el Ministerio y la directiva es que trabajemos de manera virtual. Hay contradicciones pero la decisión colectiva fue de sostener el paro. Nos vinculamos con lxs estudiantes por WhatsApp y les contamos qué íbamos a hacer con la situación que estamos atravesando: no estamos vacunados, por ejemplo.

Muches estudiantes también esperan la entrega del refrigerio. Antes de sumarse a la charla, Laura venía de ahí y aprovechó para llevarles materiales escritos y adelantarse a lo que pueda ocurrir más adelante. Estefanía dice que el contenido del bolsón es pésimo, “no solo no se mejoró, sino que empeoró. Hay cooperadoras que refuerzan lo que viene en esa bolsa. A veces las familias denuncian que la verdura llega en mal estado. Nosotras les explicamos que no hay que naturalizar ese nivel de destrato hacia la comunidad educativa, que es lo mismo una escuela del barrio Ramón Carrillo que una en el barrio de Caballito”.

Antes de finalizar la charla vuelve a aparecer el tema de la conectividad. “El año pasado hicimos un relevamiento y una presentación en la Defensoría n°1, sobre quienes eran lxs adultxs que tenían dispositivo y quienes no. Armamos un listado con nombres completos y solo entregaron diez computadoras. Este año volvimos a hacer la presentación el 21 de abril. Llegamos a juntar 125 datos concretos y efectivos de nuestrxs estudiantes que no tienen dispositivos. El Ministerio no responde. Dicen que el mejor lugar para romper con la desigualdad educativa es la escuela, pero vemos esa desigualdad todos los días. La vemos en el estado en que están las escuelas y en cómo nos niegan el derecho a la alfabetización digital y el derecho a sostener una educación segura, virtual, remota y con las mismas condiciones. Además, no queremos desconocer que tendría que haber una política de acompañamiento económico para las familias que ven afectados sus ingresos por las restricciones de circulación. No es lo mismo un estudiante de clase media que se conecta, que puede estar cansadx y muestra un cartel que dice ‘No queremos más I-Pad”, que otrx que está solx en la casa entrando y saliendo de la clase porque no logra conectarse”. 

Fuente: Laura Rosso para www.pagina12.com.ar

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