martes, abril 23, 2024
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Nuevas universidades para un nuevo país

Alberto Carlos Taquini (h) impulsó hace 50 años un plan nacional que en Córdoba dejó nacer a la Universidad Nacional de Río Cuarto, más otras 15 más en todo el país; hoy, dice que el desafío es la educación “on line”.

Los cambios son advertidos sin medias tintas por los visionarios. Alberto Carlos Taquini (hijo) tiene 83 años, es médico y bioquímico, ex-decano de la facultad de Farmacia y Bioquímica en la Universidad Nacional de Buenos Aires, miembro de la Academia Nacional de Educación, y –sobre todo– autor del Plan Taquini que, en la década de 1970, elevó de ocho a 24 la cantidad de universidades nacionales del país. Entre ellas, nació allí la cordobesa de Río Cuarto.

El impacto de su revolucionario plan está a la vista en ciudades como Río Cuarto, que lo cuenta entre sus “ciudadanos ilustres”. Días atrás visitó esta ciudad y recibió otro reconocimiento.

Taquini actualmente preside la Fundación Nueva Educación. Lleva en la sangre la pasión por el desarrollo científico. Su padre fue director del instituto de investigación del Premio Nobel de Medicina Bernardo Houssay. “Cuando me casé, Houssay fue testigo de mi casamiento. Al volver de hacer un posgrado en Europa me incorporé al Conicet y tengo el número de legajo 17 de la carrera de investigador”, cuenta Taquini a La Voz.

Así como hace medio siglo promovió la creación de nuevas universidades, hoy lanza una advertencia sobre la necesidad de innovación a través de la educación a distancia. Está convencido, a sus 83 años, de que la educación virtual, por internet, puede brindar a los jóvenes aptitudes de creciente valoración en el mercado actual y alerta sobre la posibilidad de aprovechar el generalizado uso de los celulares para enseñar.

–¿Hacia dónde debería apuntar la educación hoy?

–El mundo del trabajo va a cambiar drásticamente en los próximos años; el 50 por ciento de los empleos existentes van a ser cambiados por robots. El advenimiento de la educación a distancia y la inteligencia artificial van a dar un modelo muy distinto. Una escuela primaria fuerte, con buena lectoescritura, matemáticas, y comunicación oral y escrita, son los fundamentos que darán herramientas para toda la vida.

–¿Qué proyecto sería hoy tan impactante como lo fue el plan Taquini hace 50 años?

–La educación on line. Que en educación media y superior se incorpore la educación a distancia y el aprendizaje de inglés o de una segunda lengua. Estamos en condiciones de hacerlo en forma inmediata y veo una mora grande en las políticas públicas y en la actitud de las universidades. En el mundo hay 7.500 millones de personas y más de ocho mil millones de teléfonos. El 80 por ciento de la población urbana está en internet. Tenemos, con telefonía móvil e Internet, las herramientas para llegar al conocimiento. El futuro es on line.

–¿Cómo lograr hoy una educación pública y gratuita de calidad?

–Las instituciones son reacias a cambiar y la burocracia es aterradora. Hay que dar más autonomía, más libertad académica, y en vez de tanto papelerío, evaluar por resultados. Sean instituciones privadas o estatales, debieran ser unidades de gestión local, descentralizadas. Para ese gran desafío de incorporar más velozmente la educación a distancia, en Argentina por impedimentos burocráticos y falta de creatividad, las universidades avanzan muy lentamente. Con nuestro grupo de trabajo tenemos experiencias ya de estudiantes secundarios que hacen simultáneamente seis materias on line con tutor norteamericano en inglés y obtendrán el título de high school norteamericano junto con el bachillerato argentino. En menos de una década, un porcentaje importante de estudiantes estudiará on line. Córdoba tiene dos universidades privadas importantes en el desarrollo de educación a distancia. Nosotros proponemos a todas las universidades de América Latina crear un pasaporte de la educación superior, en el que se puedan albergar los cursos y materias que los alumnos han hecho en diferentes instituciones para que todos esos conocimientos estén registrados en ese pasaporte que lo certifique.

–¿Hay presupuesto para esa educación pública de calidad?

–La Argentina es ineficiente en todo: los ferrocarriles, el transporte, la educación. Tenemos un nivel primario que no cumple hace muchos años y los chicos lo terminan sin saber leer y escribir. Y el secundario, sin comprender textos. Eso conspira contra la eficiencia de la universidad. Se promueven alumnos con 50 días de clase, y es parte de la farsa del país. Hay razones importantes en la cultura argentina, más allá de la política y la economía, que no nos llevan a modificar estos temas. Se puede modificar mucho con más autonomía de las instituciones: darle a cada escuela secundaria y a cada universidad un manejo, para que puedan definir la orientación de sus carreras, la dedicación de sus docentes, el manejo de su presupuesto.

–Pero las escuelas tienen que contener y dar de comer hoy…

–Argentina tiene un serio problema nutricional en los niños. La cultura del trabajo y del esfuerzo se ha perdido, sin tocar el tema del narcotráfico que avanzó demasiado. Se reclama más presupuesto, con razón. Las universidades no tienen una relación estrecha con el aparato productivo, y desgraciadamente los fondos no se aplican adecuadamente. Habría que promover la mayor cantidad posible de carreras vinculadas con el mundo del trabajo real y actual.

En una reunión organizada por la Academia del Plata en una finca de Chilecito, en La Rioja, Taquini presentaba su “programa de adecuación de la enseñanza universitaria argentina a las necesidades del desarrollo”. Eso fue hace medio siglo.

Taquini, cuenta ahora que el plan de creación de nuevas universidades surgió al constatar que las existentes eran insuficientes para absorber a la población universitaria y que un crecimiento desproporcionado de la matrícula afectaría el desarrollo de la ciencia.

“En Argentina, desde que se había creado la Universidad Nacional de Córdoba en el año 1600, hasta 1968 se habían sumado sólo ocho universidades más. Cuando pusimos en marcha las comisiones prouniversidades, la demanda social apareció. Y pasamos de ocho a 24 en sólo tres años. Eso dio origen a universidades en todas las provincias. Fue un criterio federal”, recuerda el hombre, en su visita a Río Cuarto para un homenaje que recibió.

Más allá de la transformación numérica, el impacto social fue notable. Más del 80 por ciento de los nuevos estudiantes tenían padres que no habían alcanzado el nivel universitario. Y ocho de cada 10 eran “primera generación de universitarios”, en sus familias. Esa expansión del sistema universitario nacional tuvo un efecto transformador para el desarrollo social y también implicó la puesta en marcha, de manera incipiente, de la investigación científica en todo el país.

“Lo que nosotros imaginamos en 50 años lo hemos logrado, pero el proceso nos ha llevado a analizar una nueva demanda de universidad. Y decimos ‘nuevas’ universidades porque ahora tienen que ser distintas”, subraya Taquini.

Fuente: Denise Audrito para http://www.lavoz.com.ar/

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