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Retornos del amor, Rafael Alberti

Rafael Alberti Merello (El Puerto de Santa María-ibidem, 1999) fue un escritor español, especialmente reconocido como poeta, miembro de la generación del 27. Está considerado uno de los mayores literatos de la llamada Edad de Plata de la literatura española. Cuenta en su haber con numerosos premios y reconocimientos. Miembro activo del Partido Comunista de España, se exilió tras la Guerra Civil. Vuelto a España tras la instauración de la democracia, fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía en 1983 y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz en 1985. Publicó sus memorias bajo el título de La arboleda perdida. Desde 1922 por motivos vivió en las sierras de Guadarrama y Rute, donde empezó a escribir sus primeras poesías, recogidas bajo el título de Marinero en tierra. Con este libro obtiene el Premio Nacional de Literatura (1924-25), otorgado por un jurado que integraban Antonio Machado, Menéndez Pidal y Gabriel Miró. A esta obrasiguieron La Amante (1925) y El alba de alhelí (1925-26). En sus primeros libros se aprecia claramente la influencia de Gil Vicente, del Cancionero y Romancero españoles y de otros autores como Garcilaso, Góngora, Lope, Bécquer, Baudelaire, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado. Su poesía es «popular» -según Juan Ramón Jiménez-, «pero sin acarreo fácil, personalísima, de tradición española, pero sin retorno innecesario, nueva, fresca y acabada a la vez, rendida, ágil, graciosa, parpadeante: andalucísima». La etapa neogongorista y humorista de Cal y canto (1926-1927) marca la transición de este autor a la fase superrealista de Sobre los ángeles (1927-1928). A partir de entonces, y tras afiliarse al Partido Comunista, su obra adquiere tono político.   

El escritor español nacido en Cádiz, Rafael Alberti, último poeta de la inolvidable Generación del 27, es el autor una serie de bellísimos poemas que comienzan invariablemente con la frase Retornos del amor; y cuyos versos teñidos de sentimiento y pasión parecen pintados con todos los colores del arco iris. 

La escritora María Teresa León, su cónyuge desde el año 1932 en que la pareja contrajo enlace, fue también su musa inspiradora y la mujer que lo acompañó como esposa, amante y, ante todo, como amiga inseparable durante casi medio siglo de vivencias compartidas. A continuación, siguen dos de sus poemas:

RETORNOS DEL AMOR EN LA NOCHE TRISTE

Ven, amor mío, ven, en esta noche sola y triste de Italia. Son tus hombros fuertes y bellos los que necesito.Son tus preciosos brazos, la largura maciza de tus muslos y ese arranque de pierna, esa compacta línea que te rodea y te suspende,dichoso mar, abierta playa mía.¿Cómo decirte, amor, en esta noche solitaria de Génova, escuchando el corazón azul del oleaje,que eres tú la que vienes por la espuma?Bésame, amor, en esta noche triste.Te diré las palabras que mis labios,de tanto amor, mi amor, no se atrevieron.Amor mío, amor mío, es tu cabeza de oro tendido junto a mí, su ardientebos que largo de otoño quien me escucha.Óyeme, que te llamo. Vida mía,sí, vida mía, vida mía sola.
¿De quién más, de quién más si sola mente puedo ser yo quien cante a tus oídos:vida, vida, mi vida, vida mía?¿Qué soy sin ti, mi amor? Dime qué fuera sin ese fuerte y dulce muro blando que me da luz cuando me da la sombra,sueño, cuando se escapa de mis ojos.Yo no puedo dormir. ¡Cuántas auroras,oscuras, braceando en las tinieblas,sin encontrarte, amor! ¡Cuántos amargos golpes de sal, sin ti, contra mi boca!¿Dónde estás? ¿Dónde estás? Dime, amor mío.¿Me escuchas? ¿No me sientes llegar como una lágrima llamándote,por encima del mar, en esta noche?

RETORNOS DEL AMOR EN LAS ARENAS

Esta mañana, amor, tenemos veinte años.Van voluntariamente lentas, entrelazándose nuestras sombras descalzas camino de los huertos que enfrentan los azules de mar con sus verdores.Tú todavía eres casi la aparecida,la llegada una tarde sin luz entre dos luces,cuando el joven sin rumbo de la ciudad prolonga,pensativo, a sabiendas el regreso a su casa.Tú todavía eres aquella que a mi lado vas buscando el declive secreto de las dunas,la ladera recóndita de la arena, el oculto cañaveral que pone cortinas a los ojos marineros del viento.
Allí estás, allí estoy contra ti, comprobándola alta temperatura de las odas felices,el corazón del mar ciegamente ascendido,muriéndose en pedazos de dulce sal y espumas.Todo nos mira alegre, después , por las orillas.Los castillos caídos sus almenas levantan,las algas nos ofrecen coronas y las velas,tendido el vuelo, quieren cantar sobre las torres.
Esta mañana, amor, tenemos veinte años.

Parafraseándose a sí mismo, Alberti utilizó este último verso para dedicar un epitafio a su amada de toda la vida, el día de su muerte y en la lápida de la tumba desafiando el paso del tiempo, se lee todavía: “Hoy, amor, tenemos veinte años”.

Otro de los poemas, «Retornos del amor tal como era» termina con estas intensas palabras: «Todo era fuego, exhalación, latido de onda caliente en ti. Si era una mano la atrevida o los labios, ciegas ascuas, voladoras, silbaban por el aire. Tiempo abrasado, sueño consumido.Yo me volqué en tu espuma en aquel tiempo.» 

Con estos versos diseñados en delicada eufonía, con palabras sugestivas y ardientes, a veces repetidas con insistencia, utilizando metáforas significativas que ponían en evidencia la intensidad amorosa, Rafael Alberti describió su amor a esa mujer que consideraba tan especial: María Teresa León.

El reconocimiento universal que merece por su calidad la obra literaria de Rafael Alberti, está fuera de toda discusión, no obstante, actitudes del excelso poeta hacia la compañera incondicional, arrojan alguna sombra sobre su personalidad. ¿pecó Alberti por exceso de ego o ingratitud?, la historia, a su tiempo, dará su veredicto.

Lo cierto es que cuando la lucidez mental de María Teresa sucumbió ante la voracidad implacable del mal de Alzheimer, el amor que parecía eterno comenzó a diluirse; el poeta se olvidó de la fiel compañera y en los últimos años de padecimiento de la enfermedad, sólo la visitó esporádicamente aduciendo que no soportaba el dolor de verla convertida en un espectro vacío.

El calendario marcaba un martes 13 de diciembre de 1988, en las postrimerías de un otoño destemplado, cuando la inspirada autora de «Memoria de la melancolía», María Teresa León, falleció; en ese instante la vida para ella dejó de ser un calvario. Sus restos fueron sepultados en el cementerio de Majadahonda de la ciudad de Madrid. 

Fuente: https://laplumayellibro.com/

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